23 (final)

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Nunca había visto una operación tan desorganizada. Vamos avanzando en una pequeña y nerviosa caravana, apretados en coches destartalados que lanzan rastros de humo por el tubo de escape, preguntándonos si estaremos preparados para hacer lo que quiera que vayamos a hacer. Todavía no les he explicado qué significa esperar al oponente recostado sobre las cuerdas, pero creo que Jihoon y Yoongi al menos sospechan de qué se trata.

La luz está empezando a dorarse, desciende por nuestros flancos y parece dispuesta a colorear el atardecer. Tardamos una eternidad en cargar todo lo necesario en los coches —tenemos la mitad de la mercancía ocultista de la tienda empaquetada en el Tempo de Yoongi y la furgoneta Chevy de Jihoon—. No dejo de pensar en las tribus nativas nómadas y en cómo podían empaquetar una civilización entera en una hora para seguir a unos búfalos. ¿Cuándo empezaron los seres humanos a acumular tantos trastos?

Cuando llegamos a la casa de Jimin, empezamos a descargar, llevando a rastras todo lo que podemos. Este es el lugar al que me refería cuando dije «nuestro propio terreno». Mi casa parece contaminada y la tienda se encuentra demasiado próxima al resto de la población. Le comenté a Jihoon la presencia de los espíritus inquietos, pero parece pensar que se escabullirán a un rincón oscuro ante la presencia de tantos brujos. Le haré caso.

Hoseok entra en su Audi, que ya estaba aquí de antes, y saca la mochila del instituto para vaciarla y guardar en ella ramilletes de hierbas y botellas de aceites. De momento, me siento bien. Aún recuerdo lo que dijo Jihoon sobre que el hechizo obeah irá empeorando. Me está apareciendo un dolor en la cabeza, justo entre los ojos, pero podría ser de haberme golpeado contra la pared. Si tenemos suerte, aceleraremos la secuencia temporal lo suficiente para que la batalla haya terminado antes de que la maldición se convierta siquiera en un factor a tener en cuenta. No sé hasta qué punto sería de utilidad si estuviera contorsionándome de dolor.

Intento mantenerme positivo, lo cual resulta extraño, porque suelo ser de los que rumian todo. Tal vez sea por lo de intentar liderar el grupo y todo ese rollo. Tengo que aparentar que me encuentro bien. Tengo que mostrar confianza. Porque mi madre está preocupada hasta el punto de que le van a salir canas prematuramente, y Hoseok y Yoongi tienen un aspecto algo pálido incluso para unos chavales canadienses.

—¿Piensas que nos encontrará aquí? —pregunta Yoongi mientras sacamos un saco de velas de su Tempo.

—Creo que siempre sabe exactamente dónde estoy —respondo—. O al menos, dónde está el cuchillo.

Mira por encima del hombro hacia Hoseok, que sigue empaquetando cuidadosamente botellas de aceites y cosas flotando en jarras.

—Tal vez no los deberíamos haber traído —dice—. Me refiero a Hoseok y a tu madre. Tal vez los deberíamos mandar a un lugar seguro.

—No creo que exista un sitio así —respondo—. Pero puedes llevártelos, Yoongi. Jihoon y tú podéis iros con ellos y refugiaros en alguna parte. Entre los dos, podríais luchar de algún modo.

—¿Y qué pasa contigo? ¿Y con Jimin?

—Bueno, parece que somos a los que quiere —me encojo de hombros.

Yoongi arruga la nariz para empujar sus gafas hacia arriba y sacude la cabeza.

—No me iré a ninguna parte. Además, probablemente estén más seguros aquí que en ningún otro lugar. Existe el riesgo de que les alcance el fuego cruzado, pero al menos no estarán solos, como víctimas.

Lo miro con cariño. La expresión que muestra su rostro es de absoluta determinación. Yoongi no es en absoluto de naturaleza valiente, lo que convierte su coraje en algo aún más impresionante.

Jimin vestido de sangre [kookmin] (CORRIGIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora