Abandonamos la cascada y regresamos a Thunder Bay deslizándonos bajo farolas color ámbar y pasando demasiado deprisa junto a señales de tráfico borrosas. Jaebum y Namjoon siguen riendo con las ventanillas bajadas, hablando de Jimin, exagerando su leyenda. La sangre me palpita tan fuerte en los oídos que olvido mirar los indicadores y trazar un mapa del recorrido.
Hizo falta un poco de astucia para animarlos a abandonar la fiesta y convencer a los demás de que continuaran bebiendo y disfrutando del fin del mundo. De hecho, Hoseok tuvo que dar esquinazo a Taehyung y Baekhyun, con un «oye, ¿qué es eso de allí?», antes de meterse en el deportivo de Namjoon. Pero ahora avanzamos a toda velocidad surcando el aire estival.
—Está lejos —dice Youngjae, y recuerdo que él también conducía el año pasado en la fiesta de la cascada Trowbridge. Me resulta curioso; su papel de conductor responsable parece indicar que se relaciona con estos tíos despreciables para encajar, pero es demasiado inteligente, y algo en su comportamiento me hace pensar que es él quien mueve los hilos sin que los demás se den cuenta—. Está a las afueras. Hacia el norte.
—¿Qué vamos a hacer cuando lleguemos? —pregunto, y todos se ríen.
Youngjae se encoge de hombros.
—Beber unas cervezas, tirar botellas a la casa. No sé. ¿Es que importa?
Realmente no. No mataré a Jimin esta noche, no delante de toda esta gente. Solo quiero estar allí.
Quiero sentirlo detrás de una ventana, observando, mirándome fijamente, o tal vez retirándose hacia el interior de la casa. Para ser sincero conmigo mismo, debo admitir que Park Jimin se me ha metido en la cabeza como pocos fantasmas. No sé por qué. Hay solo otro fantasma que ha ocupado mis pensamientos como este, que me ha provocado tantas sensaciones, y es el que asesinó a mi padre.
Vamos conduciendo cerca del lago Superior y escucho oleadas de susurros que me hablan de todas las cosas muertas ocultas bajo su superficie, observándome desde las profundidades con los ojos turbios y las mejillas mordisqueadas por los peces. Ellas pueden esperar.
Youngjae se desvía a la derecha por una carretera de tierra, los neumáticos del deportivo rechinan y nosotros nos tambaleamos de atrás hacia delante. Cuando miro al frente, veo la casa, abandonada durante años y algo inclinada, una simple silueta negra agazapada en la oscuridad. Youngjae se detiene al final de lo que solía ser el camino de acceso. Los faros del coche están dirigidos hacia la base de la casa e iluminan la pintura gris desconchada, los tablones podridos y un porche cubierto de hierbas.
El antiguo camino de acceso era largo; estoy al menos a treinta metros de la puerta principal.
—¿Estás seguro de que es esta? —susurra Jaebum, pero yo sé que sí. Puedo afirmarlo por la manera en que la brisa me mueve el pelo y la ropa, sin perturbar nada más. La casa se mantiene en una calma tensa, nos observa. Doy un paso hacia ella. Unos segundos después, las pisadas vacilantes del resto crujen detrás de mí.
Durante el trayecto me aseguraron que Jimin asesina a todo el que entra en su casa. Me contaron la historia de varios vagabundos que llegaron dando traspiés en busca de un lugar donde dormir y que acabaron destripados mientras estaban tumbados. Por supuesto, es imposible que nadie supiera eso, aunque probablemente sea cierto.
Escucho un ruido seco a mi espalda, seguido de unas pisadas apresuradas.
—Esto es estúpido —exclama Hoseok. Ha refrescado y se ha puesto una chaqueta gris sobre la camiseta. Tiene las manos metidas en los bolsillos de sus jeans y los hombros encorvados, malhumorado—. Deberíamos habernos quedado en la fiesta.
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Jimin vestido de sangre [kookmin] (CORRIGIENDO)
Fanfiction"Esta ciudad huele a humo y a cosas que se pudren en verano. Está más encantada de lo que imaginé. Ahí fuera, en algún lugar, esta lo que vine a buscar, un fantasma con fuerza suficiente para arrebatar el aliento de la garganta de los vivos. Pienso...