Te odio; yo también me odio.

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Narrador Omnisciente:

Mina parpadeó observando sin ningún tipo de emoción el rostro de Nayeon, la joven tragó saliva sintiendo las palabras de su hermano aun retumbando con crueldad en el interior de su cabeza, como si fuese un jodido recordatorio de que ella estaba acabada. La muchacha no quería irse, no quería dejar a la única mujer que le hacía sentirse completa, ¿Por qué le estaba sucediendo todo aquello? ¿Qué hizo mal? ¿En que se equivocó para merecer aquel castigo?.

La japonesa suspiró sintiendo la curiosa mirada de la coreana fija en sus facciones, Mina atrapó su labio inferior tomando todo el valor que su frágil cuerpo pudo retener para alzar la mirada teniendo la suerte de que sus oscuros ojos chocaran con aquel castaño, la muchacha rápidamente arrastró sus pies en dirección de la coreana sintiendo la desesperación emanando de sus poros. Nayeon frunció el ceño sintiendose verdaderamente preocupada por el rostro decaído que la joven pelinegra estaba dejando en exhibición, la mayor tenía aquel asqueroso presentimiento que, nuevamente el pequeño demonio de rasgos amigables había jodido su relación con la extranjera.

Mina al llegar se sentó sobre la cama estirando sus manos para atrapar la cintura ajena, sus brazos estrujaron con fuerza la anatomía de la mayor deseando poder sentir por toda su vida el exquisito aroma que la coreana desprendía por todo su ser, su calor le distraída de la realidad, le hacía sentirse protegida en medio de todo ese caos que conllevaba su existencia. La espalda de la extranjera se estremeció en el instante que los finos dedos de la castaña osaban en resbalar por su columna vertebral, la pelinegra cerró sus ojos entreabriendo sus labios en un vano intento por liberar el oxígeno que había quedado atrapado en su apretada garganta, los dedos de Mina estrujaron con fuerza las sabanas en un vano intento por aferrarse a ella, a la vez que la dulce voz de la mayor intentaba relajar el tenso cuerpo de la pelinegra.

—¿Qué sucedió? —soltó de forma amable logrando erizar todos los vellos que el cuerpo de la extranjera poseía.

Mina apretó sus labios queriendo soltar todo lo que le abrumaba, pero simplemente aquello no salía, su apretada garganta le ordenaba el mantenerse en silencio y eso hizo.

De repente, la pelinegra volvió a escuchar la adorable voz de Nayeon tarareando una suave canción contra su oído, Mina no pudo soportar la presión de su pecho, ni mucho menos la sensación de ardor que la envolvía por completo, así que simplemente dejó que las calientes lágrimas descendieran por sus mejillas mientras que, entreabría sus labios en un vano intento por que los sollozos fuesen lo más silenciosos posible.

Nayeon apretó con un toque de fuerzas sus delicados brazos sobre el cuerpo de la menor intentando reconfortar a la destrozada pelinegra, el corazón de la mayor se estrujó con demasiada vehemencia al oír el desgarrador sollozo desprendiendo desde los más profundos de los sentimientos de su amada. La coreana estaba furiosa con Taehyung, nuevamente el muchacho había osado en lastimar el sensible corazón de la japonesa, ¿Es que acaso él no se daba cuenta? Se cuestionó Nayeon con su quijada perfectamente marcada, como era posible que el japonés no entendiera que, a pesar de todo, Mina le amaba con todo su corazón, ¿Qué tenía que hacer Mina para que el joven comprendiera que ella daría su vida por la de él?

El celular de la pelinegra sonó logrando que la japonesa alejara su rostro del buen escondite que los pechos ajenos fueron capaces de brindarle. Nayeon giró su rostro observando en silencio como el ruido de la llamada entrante rebotaba a través de las paredes. Mina se tensó al ver que, la pantalla de su objeto tecnológico resaltaban un par de números sin agregar.

—¿Vas a contestar? —cuestionó Nayeon con cierta curiosidad por saber si, aquella llamada entrante había sido ejecutada por el joven japonés.

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