Frustración y cambios de humor.

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Narrador omnisciente:

Mina mantenía sus dedos aferrados al volante mientras que, sus brazos y mandíbula se mantenían completamente tensos ante lo que sus crueles pensamientos osaban en cuestionarle. La pelinegra bufó con los dientes apretado a la vez que, veía por el rabillo de sus ojos como Nayeon le observaba. Todas las presentes podían sentir la tensión en aquel pequeño lugar, Mina con su mirada oscura fija en la carretera, el silencio de la castaña con sus ojos fijos en el perfil de su amada y Momo y Sana quienes habían decidido que mirar por la ventana era mas entretenido que conversar en aquel incómodo lugar. Nadie estaba dispuesto en arreglar la situación, pensaban firmemente que, continuar con el silencio sepulcral era lo mejor para todos.

Momo se apoyó en el hombro de Sana desviando por fin sus ojos hacia la pareja que compartían los primeros asientos, la rubia no podía dejar de lado lo que había sucedido minutos atrás, la forma en que Nayeon le observó cuando Sana comentó lo del embarazo le hizo pensar firmemente que, tal vez, solo tal vez, la rubia no estaba tan mal de la cabeza como la castaña le había hecho entender. La menor de las rubias soltó un suspiró, sabia que estaba mal, que, su próxima pregunta podría conllevar una fuerte discusión entre el "Minayeon" pero es que, por más que Momo intentaba dejar de lado el posible bebé, su mente no se lo permitía perforando con mayor vehemencia el "Le fue infiel" aquello le dolía, a pesar de que no tenía relación con lo sucedido, no podía dejar la culpa de saber que, ella sabia que el bebé-lógicamente- no era de su amiga japonesa.

Momo mordió su labio, estaba molesta con Nayeon, ¿Cómo era posible? Se cuestionó la rubia al recordar las innumerables veces en que la coreana hablaba sobre aquella misteriosa chica que le volvía loca, aun cuando en aquellos tiempos estaba en una relación con Do. ¿En que estaba pensando? Se pregunto deseando poder decirlo en alto para oír la respuesta de la coreana. Los ojos de la rubia se desviaron hacia la pelinegra, sintió pena por ella, ¿Qué sucedería con Minari? Se cuestionó teniendo miedo de que la tristeza consumiera a la joven, pero es que la rubia lo veía, veía cuanto amor Mina desbordaba con tan solo observar a la coreana, ni siquiera ella veía de esa forma a Dahyun y eso que estaba hasta la medula enamorada de la pequeña tofu.

Sana frunció el ceño al percatarse del sonido que hacían los dientes de la menor al atrapar sus uñas, la rubia mayor inclinó su rostro observando en silencio el nerviosismo que emanaba el cuerpo de la joven. La rubia quiso preguntar que era lo que atormentaba la mente de su fiel amiga, pero el silencio del lugar era tan abrumador que, prefirió dejar que Momo siguiese sumergida en sus pensamientos, quizás, más tarde le preguntaría que era lo que le sucedida.

Nayeon suspiró cerrando sus ojos, nuevamente los mareos vinieron a ella bombardeándola sin ningún tipo de piedad. Mientras tanto, Mina tomaba grandes bocanadas de aire intentando no enfurecer contra la castaña o alguna de las rubias, pero, sinceramente se le estaba haciendo realmente difícil el poder tranquilizarse, sus pensamientos no la dejaban en paz, ¿Qué hubiese sucedido con Nayeon y su padre? La idea le erizaba la piel, no quería pensar en la coreana a solas con su progenitor, aquello simplemente la abrumaba hasta el punto que su cabeza comenzaba a doler.

—¿Nayeon... estas bien? —preguntó Mina logrando que su suave voz rompiera el silencio del lugar.

Sana y Momo observaban en silencio como la pelinegra estiraba su mano sin despegar su mirada de la carretera, las rubias no iban a mentir, se sentían realmente sorprendidas en el instante que observaron como Nayeon le daba un manotazo a la palma ajena cruzándose rápidamente de brazos.

—Como si te importara—gruñó Nayeon sintiendo la molestia inexplicable burbujeando en todo su ser.

Mina entreabrió sus labios a la vez que sus nudillos tomaban un tono pálido al ejercer presión alrededor del volante.

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