Angustia y respuesta

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Narrador omnisciente:

Momo hizo lo que la pelinegra le había pedido, la dejó frente a la vereda de su hogar con una clara muestra de preocupación siendo reflejada en su castaña mirada. Mina se adentró en el lugar sintiendo el silencio envolviendo las paredes que conformaban la casa, la muchacha escuchó como el motor del auto ajeno resonaba por las calles indicando que, Momo había decidido dejarla sola con "Su dolor". La japonesa prácticamente corrió hacia el baño donde Nayeon se había hecho la prueba, con un toque desesperado se adentró en el pequeño cubículo dando un rápido vistazo por encima, la extranjera apretó su quijada notando que todo estaba como normalmente lo solía ver; ningún rastro de la caja ni del test de embarazo.

Mina dio un par de pasos en el lugar tomando asiento sobre la tapa del retrete, sus esperanzas se desvanecían entre los dedos como también sus ganas por saber si la rubia decía la verdad. La pelinegra estiró sus manos abriendo los cajones que se hallaban debajo del lavamanos; Nada, no había absolutamente nada que le fuese a servir para ir donde la coreana y exigir una explicación. La japonesa mordió su labio levantándose de su antigua posición para luego simplemente arrastrar sus pies hacia la salida, caminó con los hombros caídos y la mirada perdida a causa de sus atormentados pensamientos que no la dejaban en paz.

La frustración a cada segundo comenzaba a apoderarse de ella provocando que, todos sus intentos por dejar el tema de lado se veían completamente fallido. Mina se dirigió hacia la sala principal recostándose sobre el sofá, sus pensamientos vagaron vanamente sobre lo que sucedió la última vez que había estado bien con la coreana, ¿Por qué todo era todo tan complicado? Se cuestionó a la vez que se llevaba las dos manos al rosto, limpiando aquellas rebeldes lágrimas que descendían por sus mejillas, Mina se sorprendía de las cantidades de lágrimas que había soltado en tan solo un par de meses a comparación con los demás años.

La japonesa cerró sus ojos por un par de segundos- o eso pensó ella- la joven necesitaba relajarse, pensar con claridad que haría con lo antes mencionado por la rubia. A pesar de que por un largo tiempo lograr tranquilizar su angustia, aquello no pudo desaparecer por completo de sus pensamientos logrando que, la joven extranjera con rapidez se incorporara sobre el sofá manteniendo sus párpados completamente expandido, ¿Por qué no se lo contó? Ella era la maldita madre, si lo que decía Momo era verdad, ella tenía todo el maldito derecho de saber que un pequeño niño crecía sobre el vientre ajeno, ¿Verdad? Mina se levantó completamente molesta, rápidamente observó el pequeño reloj que adornaba la habitación percatándose que iban hacer casi las cinco de la tarde, ¿Tanto tiempo se mantuvo vagando en sus pensamientos?

La joven sin pensar en las consecuencias salió de su hogar cerrando la puerta principal con fuerza, su sangre caliente burbujeaba en el interior de sus venas al sentir la ira propagándose por todo su cuerpo hasta los recónditos espacios que este resguardaba. Nayeon se lo ocultó, la alejó, e ignoró, como si sus malditos sentimientos no importaran, y aquello era lo que más la pelinegra comenzaba a odiar de la castaña, detestaba que no confiara en ella, que, a pesar de todo lo que hubiesen vivido la joven le escondiera algo tan sumamente delicado e importante para la extranjera, como lo era el asunto del bebé.

Mina continuó caminando pateando con la punta de sus zapatos la pequeña piedra inofensiva que rodaba por cada golpe certero que la pelinegra le brindaba con tanta molestia, la joven se dedico a bufar mientras que mantenía sus manos en el interior de sus jeans. La extranjera intentaba relajarse, hasta había comenzado a pensar cosas bonitas y adorables que la hiciesen distraerse, pero simplemente no funcionaba, su cruel cerebro le repetía una y otra y otra vez que Nayeon le ocultó el embarazo, en su propia cara se lo había negado, le restregó en el rostro que ellas un hijo, jamás tendrían. La japonesa alzó su mentón observando a la lejanía como el sol comenzaba a ocultarse dándole aquella tenue iluminación que las anaranjadas nubes le brindaban al opacar los pequeños rayos del sol.

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