Mi respiración es irregular. Me envuelve el silencio. Los ojos me escuecen. Las piernas me duelen. No siento los dedos de las manos. Esta oscuro y no veo nada. Intento que los ojos se acostumbren a la oscuridad de los pasillos, pero no es de gran ayuda.
Mi idea ha sido súbita, demasiado. Pero no aguanto más aquí. Han pasado dos semanas, y en esas dos semanas pensamientos ocultos y emociones que no sabía que poseía han aflorado a la superficie. Demasiado tiempo solo para pensar. Demasiado tiempo solo para pensar en alguna locura. Es lo que estoy haciendo ahora, una locura. Demasiado arriesgado pero a la vez muy necesario.
Enciendo la linterna del móvil y sigo pasillo abajo intentando hacer cada paso cuidadoso. La cosas las he dejado en la habitación, tengo que volver luego de eso, aún tengo que curarme. Bajo por las escaleras que señalan la salida, llego a la primera planta y las luces están encendidas. La planta de abajo está demasiado movida. La recepcionista habla con dos mujeres que llevan un mono azul y una caja de metal.
-Se ha ido la luz de la segunda planta y hemos ido a la caja de los fusibles por si había alguno bajado. Está todo como siempre.
La mujer de la derecha asiente y mira en mi dirección. Sigo con mi recorrido como si fuese un visitante. Por suerte no llevo mi bolsa, eso hubiese sido demasiado evidente. Cuando paso por su lado digo "buenas noches" y me responden de vuelta. Vaya, eso me sorprende. La recepcionista ni me ha mirado y justo ahora estoy rezando para que el médico que viene por la derecha no me reconozca. Él ha sido el que me ha hecho alguna de las pruebas. Él estaba ahí. Agacho la cabeza y me calo la gorra hasta los ojos. Dos pasos mas y ya estaré fuera. Uno.
Las puertas se abren con un pitido y se cierran detrás de mi cuando ya estoy fuera. La suave brisa mece mi fina chaqueta y de repente siento aun más frío, si eso es posible. Los dedos están más azules de los que tenía, antes no se notaba ni que los tenía así y ahora parezco E.T. El médico me avisó de que hasta que no me curase, si salía por la calle y las temperaturas estaban bajas se me pondrían así.
Pero vengo preparado.
Meto las manos en el bolsillo y saco los guantes negros de lana. Los dedos me impiden ponérmelos más rápido de lo que quisiera. Después de un minuto ya estoy preparado y me encamino hacia la parada de buses. Deben ser las nueve de la noche y no hay casi nadie. Compro un billete y espero a mi bus. Viene quince minutos más tarde y al subir le doy el billete al conductor con un gesto rápido de mi mano y sin mirar a nadie. Mis ojos dan con un asiento libre al final de todo, solo.
Me pregunto si esto esta bien. Desde luego que no. Una risa interna burbujea intentando salir a la luz. Dejo mi rostro impasible, como siempre. Si lo consigo, me matarán. Pero ahora es demasiado tarde, mi plan ya está en marcha. Tengo que hacerlo, como he dicho antes, es muy importante. Demasiado para mi. Cierro los ojos, diciéndome a mi mismo que tengo que dejar de pensar en eso. Al fin y al cabo no tengo lo suficiente para hacerlo. Pero lo intentare. Eso es lo que cuenta, ¿no? La intención.
Increíble.
Mi nerviosismo cada vez es más insoportable de esconder. Mi pierna rebota sola, mi ojo izquierdo tiene un tic y el aire ya no es suficiente para calmarme. Abro los ojos, miro en qué calle nos encontramos ahora y mi pierna ya es imparable. Dos kilómetros más y habré llegado a mi destino.
La muerte.
O la vida.
El vehículo reduce la velocidad, mi corazón la acelera. El conductor aparca en frente de la estación. Trago. Ha llegado el momento de ser valiente. Espero a que todos los pasajeros bajen y me pongo en pie. El conductor debe percibir mi inquietud y me sonríe con la boca cerrada.
No ayuda.
Me pongo a andar rápido, quiero llegar lo antes posible. Necesito ver su reacción. La esperanza y el miedo me recorre entero. El aire gélido me golpea.
Hace años lo intenté pero ahora es diferente. La sensación es más fuerte, todo ha cambiado, hemos cambiado y necesitamos saber qué es lo que pasa realmente. Necesitamos saber la verdad. La luz o la oscuridad. Saber a dónde nos lleva todo esto. Hago el primer paso. Merezco hacerlo. Lo he de hacer yo. Ella ya izo demasiado. Me toca a mi. Pienso que es como un juego, así será menos dolorosa la caída.
Cada paso que doy es como dos más hacia el acantilado.
Ahora mismo mi madre no importa. Mi nombre no importa. Mi salud no importa. Mi padre no importa. Mi pasado no importa.
Llego. La calle, ahora, me resulta demasiado grande. Demasiado intimidante. Demasiado demasiado. Observo su casa sin dejar de andar. Su coche está. El de sus padres no. Cada vez que me acerco más el corazón deja de latir. PUM-Pum-pum...
Entonces la veo. Lleva un abrigo más grande que ella. Su cuello está rodeado por una bufanda. Me ve y deja de andar. Su nariz está roja, se puede apreciar con cada zancada que doy. Sus ojos se han engrandado de la sorpresa.
Cinco pasos más.
Es ahora o nunca.
Cojo su rostro entre mis manos, sus mejillas son suaves y rosadas. Entonces, en un rápido movimiento cubro su boca con la mía. El mero roce de nuestros labios la hace suspirar y entonces se vuelve salvaje, un descontrol absoluto. Sus labios encajan perfectamente con los míos, no se pueden separar. Una de sus manos me cubre la nuca y la otra la pone en mi mejilla. Demasiado fundido en ella para darme cuenta de que me está devolviendo el beso. No me puedo apartar, ahora no. Quiere lo mismo que yo y eso me alegra. Le muerdo el labio inferior y un gemido bajo se le escapa. Es el mejor sonido que he escuchado nunca. Estamos demasiado enzarzados el uno en la otra, ya no hay marcha atrás. El frio es inexistente ya, lo único que siento es su cuerpo contra el mío.
Sabe a manzana. Sus dedos me hacen cosquillas en la nuca. Mi mente está en blanco. No puedo pensar en nada mas que no sea Joy. Su suave piel. Su boca. Sus labios. Sus suspiros. Sus gemidos bajos. Eso es lo que me hace feliz ahora. Solo eso importa.
Tenía razón, era necesario esta locura.
Esta magnifica locura.
-¿Wyatt?
Sigo besándola. Porqué no puedo parar. No puedo dejarla marchar. Se separa de mi y me mira a los ojos mientras dice mi nombre como una exhalación.
-Wyatt
Mis ojos se cierran y escuchan su voz.
-Wyatt, despierta
¿Qué?
-Estoy aquí, Joy. No te perderé otra vez.
-Wyatt, la medicación.
Entonces una neblina aparece en mi cabeza. Joy desaparece. Sus manos dejan de tocarme. Su cuerpo se aleja. El calor también. Su voz se convierte en otra distinta. Más fuerte.
Cierro los ojos, su calle desaparece, el aire helado, igual que Joy, se va. Mi cuerpo ahora está acostado en algo suave y esponjoso. Mi ropa es cambiada por la bata raída del hospital.
Mis ojos se abren, se cierran, se abren hasta que consigo mantenerme despierto.
Ahh, la vida real.
Un sueño.
Un patético sueño.
La enfermera me mira, me señala la medicación que ha dejado en la mesita y me dice algo que no consigo escuchar. Demasiado adentrado en mis propias cosas. Acto seguido asiento para darle a entender que la estaba escuchando, cosa que no he hecho. Se va y me deja solo, en esta habitación aburrida, blanca, sin emociones.
Entonces, supongo que será nunca, Joy.
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Buscando En Las Estrellas.
Teen FictionWyatt no siempre fue un chico complicado, ni negativo, ni cerrado en si mismo. Su madre desapareció, los abandonó a su suerte, a su padre y a él. A partir de entonces todo cambió; las sonrisas desaparecieron, la alegría se apagó, la relación padre-h...