El año pasado, cuando vino un hombre y una mujer a hacernos una charla sobre las enfermedades, no presté demasiada atención. Nunca fue nada que me interesase demasiado, supongo. Lo que es malo. Desconecté, salvo cuando se estaba terminando la clase, entonces fue cuando de verdad estuve atenta. Mis orejas se abrieron, el hombre recitaba todas las enfermedades menos conocidas como si estuviese repasando la lista de la compra para que no se le olvidase nada.
La esclerodermia fue una de ellas.
Es una enfermedad rara autoinmune, incurable y lo peor de todo, puede ser mortal. Mi mente cayó en un espiral de pensamientos y decepción. Yo caí en una espiral de pensamientos y decepción, la esperanza se fue. Dicho de la forma más tradicional: estoy en la mierda.
Esclerodermia. Una palabra fuerte. Con mucho sentido dentro de esas trece letras y a la vez una insignificante palabra. La espiral de antes se ensanchó y se hizo infinita, me pareció a mi. Tenía las palabras en la boca, pero no salieron, no fui capaz, no reaccioné, no podía preguntar tal cosa y, entonces esas mismas palabras salieron de la boca de otra persona, con fuerza.
-¿Cuánto me queda?
Todos lo miramos con miedo. Mis ojos escuecen. Necesito salir de aquí y a la vez escuchar la respuesta del médico. Wyatt espera la respuesta, como su padre, como yo. Sus hombros están caídos, su piel demasiado blanquecina y enfermiza, los párpados casi cerrados. El médico le mira incrédulo, incrédulo de que sea él mismo el que haya hecho la pregunta.
-Bien, solo tienes el hígado infectado. Has tenido suerte, normalmente la gente lo lleva más avanzado cuando tiene esta enfermedad. No digo que sea bueno, porque no lo es, pero lo tienes mejor que otros casos. No te preocupes ahora de eso, no te pasará nada si te tomas la medicación que te asignaremos correctamente. Crucemos los dedos para que funcione, porque lo difícil es encontrar la medicación correcta. No todos tienen infectados los mismos órganos y además, solo hemos tenido tres pacientes más con la misma enfermedad. Es difícil.- cuelga el bolígrafo en el bolsillo de su bata- Tienes que aprender a sobrellevarlo. No hagas grandes esfuerzos y intenta dejar el trabajo si lo tienes. Lo siento, tienes que estar pendiente de tu salud.
Wyatt asiente y el médico sale. Su padre le dice que ya hablarán más tarde y sigue al médico. La habitación está fría y silenciosa. No sé por dónde empezar. No sé que decir. No lo sé. Solo se que no quiero perderlo, quiero oír su voz, quiero reírme con él, quiero sus tonterías, quiero su humor, quiero. Le quiero.
Como amigo.
Me acerco a él y me mira. Una lágrima se me escapa y con rapidez la aparto. Me siento en la butaca al lado de la cama.
-Desde que nacimos, una cuerda invisible nos ha atado. Año tras años se ha ido gastando, ya no se aguanta como antes. Yo quiero comprar una nueva, que no se gaste jamás, que nos mantenga más unidos que nunca, quiero que nuestra amistad sea como hace cinco años. Confiábamos el uno en la otra y eso cambió justamente cuando decidiste que yo no era suficiente, no era suficiente para hacerte olvidar todo lo de tu madre. Me pasaba horas, días hasta semanas pensando que era lo que hice para alejarte. Hasta que lo entendí.- Su mirada avergonzada se dirige a sus manos, juguetea con sus dedos.- Y lo entiendo. No te culpo, de verdad. Después de todo eso me sumí dentro de una especie de espiral de pensamientos. Y entre todo eso, la paranoia de chica adolescente me vino. A partir de aquello me adentré en un mundo oscuro, tenía un problema, yo no quería solucionarlo, se me pasó por la cabeza la muerte, mis padres hicieron lo que pudieron para arreglarlo, llamaron a gente y lo peor de todo es que mi hermano pasó en medio de todo mi problema. No le hablaba, siempre quería estar sola. A lo que voy es que no ha sido culpa tuya, y ahora que tienes esa enfermedad,- me tomo un segundo para respirar, para pensar en lo que voy a decirle, para pensar que todo esto no es real.- quiero que no te cierres como yo lo hice. Quiero pasar más tiempo contigo, quiero que pienses en cosas buenas. Estás bien, el médico ha dicho que es grave pero no lo suficiente para- una lágrima me cae por la mejilla, intento tranquilizarme, me da miedo decir esa palabra pero él, al instante, me interrumpe y le doy gracias por eso.
ESTÁS LEYENDO
Buscando En Las Estrellas.
Teen FictionWyatt no siempre fue un chico complicado, ni negativo, ni cerrado en si mismo. Su madre desapareció, los abandonó a su suerte, a su padre y a él. A partir de entonces todo cambió; las sonrisas desaparecieron, la alegría se apagó, la relación padre-h...