La cabeza me duele horrores y no puedo dejar de pensar si ayer hice alguna cosa absurda o ridícula. El dolor es más grande que Texas, así que no discutiré si hice o no hice alguna cosa para avergonzarme. Eso es lo de menos ahora. No se tiene que ser muy lista para descubrir que me largué una borrachera del copón ayer. Mi padre ya debe estar en el trabajo y mamá seguro que se ha encerrado en su despacho. Abro un poco la puerta de Wyatt y veo que duerme como un tronco. Mi hermano es como una zarigüeya, su sueño siempre ha sido muy profundo y me atrevo a decir que si ahora mismo me pusiese a tocar la trompeta no se desvelaría para nada.
Mala suerte no tener una trompeta en estas ocasiones.
En vez de eso vuelvo a dejar la puerta como estaba y sin hacer ruido bajo las escaleras para poder tragarme ya una aspirina. No puedo ir a trabajar así y menos hoy. Los sábados trabajo por las mañas y el resto de la semana, por la tarde. Podría llamar a mi jefa y decirle que hoy me encuentro mal, demasiado para ir a trabajar, pero el problema es que quiero ahorrar para la universidad, pagándomela con mis propios ahorros. No quiero pedir dinero a mis padres, lo que quiero es hacerlo por mi misma. Y no lo haría si no supiese ya que estoy más que preparada para empezar una vida independiente sin necesitar a mis padres.
Voy directa al baño y me meto en la ducha, disfrutando de un momento de tranquilidad mientras toda la mierda incrustada en mi de ayer por la noche desparece por el desagüe. Ese momento de serenidad no dura mucho, gracias al grandioso estallido de pitidos de la alarma de mi móvil.
Vaya por Dios, ¿es que en esta casa uno no puede estar tranquilo más de cinco segundos?
La insistente musiquilla me da la respuesta con un rotundo no.
Salgo de la ducha y me visto lo más deprisa que puedo, haciendo malabares mientas me pongo las Converse blancas recién lustradas. Entonces me doy cuenta de que por todo el drama de ir muy rápido se me ha olvidado ordenar la habitación.
Mierda.
Mi madre me mata si entra aquí.
Olisqueo y arrugo la nariz por el horrible olor a vomitado y a alcohol. Vaya por Dios. Corro hacía la cama y la arreglo un poco para que no se noten las arrugas, meto toda la montaña de ropa en la lavadora y, a continuación, barro lo que llamo habitación, que también se podría llamar corral de cerdos, y al terminar cojo un ambientador con olor a vainilla del estante del baño. Rocío por el aire el glorioso ambientador y lo dejo todo cómo si no hubiese pasado nada.
Si me estuvieseis viendo diríais que soy una ladrona a punto de ser descubierta.
Esta mañana hay mucha gente acalorada que pide ser enfriada con un rico helado y no hubiese podido avanzar más de dos horas con la estúpida resaca si la pastilla hubiese tenido un efecto menor. Doy gracias a que a pesar de las tres horas que llevo aquí aun funciona. Me siento bien, un poco cansada de ir de aquí para allá para darles los helados a loa clientes en sus mesas. Es agotador oír que no es lo que han pedido o sus maravillosas quejas de mierda.
En la última media hora que queda de turno antes de acabar aparece la radiante y fresca Jane por las puertas de vidrio. Me ha pillado de improvisto ya que no me ha mandado ningún mensaje de que iba a pasarse por Haagen daz.
-Hola, nena. ¿Cómo te va?
Me encojo de hombros detrás del mostrador y cojo una tarrina mediana con una mano mientras con la otra cojo la cuchara del helado.
-Tirando- respondo.-¿Lo de siempre?
Asiente y escarbo en las grandes cajas de helado, cojo una bola de turrón, una de nata y la otra de oreo, como a ella le gusta. Se la tiendo junto con un pañuelo de papel y una cucharita de plástico de color verde. Lo coge y se sienta en un taburete enfrente de mi.

ESTÁS LEYENDO
Buscando En Las Estrellas.
Fiksi RemajaWyatt no siempre fue un chico complicado, ni negativo, ni cerrado en si mismo. Su madre desapareció, los abandonó a su suerte, a su padre y a él. A partir de entonces todo cambió; las sonrisas desaparecieron, la alegría se apagó, la relación padre-h...