12. JOY

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Nunca he sido la típica persona que se desmaya muy a menudo. Antes, cuando tenía el problema, me ocurría a veces. Antes y luego de eso, no. Me preocupa volver a recaer, pero luego pienso que no he hecho nada para que vuelva a pasar por aquel calvario.

Mi vida tampoco ha sido dramática, supongo. Pero, últimamente, es un poco caos todo. Me siento una persona falsa, como si una mente extraña estuviese dentro de mi cuerpo. Analizo lo que ha ocurrido en las pasadas veinte-y-cuatro horas. Lo surrealista de la situación me hace pensar en que punto me encuentro y a dónde he llegado. Wyatt es un buen amigo, nunca querría hacerme daño ni nada parecido, pero le doy vueltas a que desde que volvió a mi vida, esta ha sido un poco tonta, por así decirlo. Por ejemplo, desde aquel día, no me he preocupado mucho por mis padres ni hermano, parece cómo si no existieran y eso me produce un sabor amargo en la boca, además del dolor de estómago de los nervios cuando pienso en eso. He descuidado a Jane y a mi novio. A MI NOVIO! Por Dios, que imbécil soy. No se me ha pasado por la cabeza en ningún momento. Es uno de los principales pilares en mi vida y yo lo he descuidado.

Tonta.

Imbécil.

Me odio a mi misma.

Y ayer pensaba que Jax era guapo. Pensar se puede. Pero todas las cosas que sonaron en mi mente...

Me sobresalto de los nervios de mis pensamientos y al incorporarme un mareo me hace respirar incontroladamente. Cierro los ojos y intento calmarme. Hasta ahora no he pensado dónde estoy y si te soy sincera no quiero saberlo. El olor a desinfectante es insoportable y entonces pienso porque Dios me dio ese poder del olfato. No quiero tener olfato ahora mismo. Al final me rindo. Dios no quiere ayudarme. Para nada.

Abro los ojos, las paredes que esperaba me rodean, la bata que esperaba me viste y la cama que esperaba sujeta mi gran peso de idiota. Ahh, y que decir de la tele. La magnifica televisión que nunca va porque te hacen pagar por verla. Como si estar en el hospital no fuera suficiente. La habitación esta vacía. Vaya, me esperaba que alguien estuviese ahí, como en las películas, agarrándote de la mano y diciendo una y otra vez que todo va a salir bien y lo que lo sigue.

Solo me he mareado.

Dos golpes secos suenan desde la puerta. Un señor de mediana edad empuja un carrito por la habitación con una sonrisa en sus labios.

Oh, si señor. Magnifico día ehh. Hombre, esto es como estar en el cielo.

Hola, Dios.

-Buenos días señorita.

Lo saludo con un gesto terrible de mano descuidado y miro lo que hay para comer. Abro los ojos y niego con la cabeza.

-No tengo hambre, lléveselo- No es tu servicio de tu imaginable mansión, Joy.- Por favor.

El hombre me mira con cara extrañada. Mira la comida. Me mira. Lo miro. Sonrío con falsedad.

-Pero señorita, tiene que comer. Nadie se salta las comidas aquí.

-Hombre, ¿ha comido nunca eso? Comida del hospital, digo.

Parece entenderlo y asiente. Se despide y con torpeza atraviesa la puerta, perdiendo el tiempo maniobrando con el carrito.

Suspiro cuando el chirrido empieza a sonar otra vez y luego pienso si mi edad no es la correcta, puede que tenga tres me he estado engañado todo este año. Recuerdo lo que me ha pasado hace unas horas y luego lo que me ocurrió hace dos años. No puedo dejar de comer solo por una pataleta. Tengo edad suficiente para empezar a ser responsable.

Ya que no llevo cables por lo brazos ni nada, otra vez digo que solo me desmayé, me levanto como puedo cerrando bien la bata blanca raída y corro por el pasillo en busca del hombre. Su cabeza se pierde al girar en otro pasillo, así que intento llamarlo pero recuerdo que no sé su nombre. Llego a su lado jadeando por el esfuerzo y le pido, entre suspiro y suspiro, que me lleve a la habitación la comida. Se queda desconcertado pero no pregunta. Bien. Gracias.

Buscando En Las Estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora