Ojos de Sangre || Hisokuro (En Edición)

7. CHROLLO - parte 2

—¡¡NOOO!!!!!!!

El grito desgarrador de Hisoka inundó la Arena al tiempo que observaba incrédulo cómo Chrollo subía y volvía a descender. Por unos segundos se había quedado inmóvil, sin poder reaccionar. Pero ahora corría hacia el punto donde caería el cuerpo y extendía una gruesa capa de Nen para amortiguar el impacto.

Apenas un segundo después, el cuerpo de Chrollo fue contenido por la suave superficie. De no haber estado esa protección habría tenido una muerte instantánea.

—¡¿Por qué?! ¿Por qué no lo esquivaste? ¿Por qué?

Hisoka gritaba desesperado mientras se arrodillaba junto a Chrollo, olvidándose de la pelea y del público presente que había quedado mudo de sorpresa.

Chrollo abrió los ojos y giró la cabeza al escucharlo. Sonrió. Quiso responder, pero de inmediato comenzó a toser, ahogado por su propia sangre. Hisoka le levantó la cabeza, lo sostuvo con su brazo por debajo de la nuca. Abrazó el cuerpo maltrecho. Gruesas lágrimas brotaron de sus ojos ambarinos; se mezclaban con las gotas de lluvia que caían sobre los dos luchadores ubicados en el centro de la arena.

—¡¿Por qué lo hiciste?! Yo debía morir hoy ¡Yo!

—Te dije... que iba a ganar —dijo Chrollo.

Un nuevo borbotón de sangre se escurrió por sus comisuras. Hisoka lo levantó un poco más, pero luego dudó, temía lastimarlo aún peor.

—¿Te duele? No quiero moverte más... ¿Dónde está Machi? ¡¡Machii!!

—Ah... No te preocupes... No siento nada.

Hisoka lo miró sin entender; segundos después se dio cuenta. Los brazos, las hermosas manos, las piernas no se movían. Chrollo sonrió con tristeza.

—No... No... —Hisoka negó con la cabeza, consternado—. ¡No! Ella te va a curar, vos resistí... ¡¡¡MAAACHIIII!!!! ¡Vení rápido!

—No va a venir... Yo le ordené... que se fuera.

—¿Qué hiciste qué?... —Hisoka lo miró boquiabierto—...Me importa una mierda. ¡¡Machi!! ¡Vení ahora!

—Hisoka... basta...

Algo en el tono de voz de Chrollo lo hizo reaccionar. Hisoka dejó de vociferar. Vio en la mirada de Chrollo esa calma inconfundible; la certeza del final.

—No puede... ya... no puede hacer nada... ¿Entendés?

La voz de Chrollo sonó débil, pero serena. Hisoka lo miró con los ojos bañados en lágrimas. Tomó la mano que yacía inerte, la apoyó contra su mejilla. Los dedos de Chrollo no se movieron, sólo la calidez de su piel indicaba que aún formaba parte de un cuerpo vivo.

—Te dije... que mataría... al que quisiera matarte —sus ojos grises brillaron con orgullo—. Lo hice —sonrió.

—Estás loco... —dijo Hisoka, mientras lloraba y negaba con la cabeza—. No me dejes, por favor, no lo hagas...

Apretó la mano de Chrollo contra sus mejillas empapadas de lágrimas; notó la calidez que se extinguía suavemente.

—¡Ey! ¡¿Qué están haciendo?! ¡Matalo de una vez, idiota!

Los gritos brutales resonaron en medio del silencio del estadio.

—¡Matalo! Él perdió ¡Perdió! ¡Tiene que morir!