Ojos de Sangre || Hisokuro (En Edición)

EPÍLOGO

Cinco meses después

El rostro sonriente de la bebé ocupaba el centro de la fotografía. Llegaron otras fotos más: en brazos de su padre, de su madre, los tres juntos. En todas ellas la familia rebosaba felicidad.

Un mensaje de texto acompañaba la serie: "Todo sigue igual, sin cambios"

Hisoka se golpeó pensativo la barbilla con el celular. Tipeó la respuesta.

–"Ok, ya terminamos entonces. Después te giro el dinero"

–"Ok. Bye"–respondió Kalluto.

Hisoka volvió a mirar las fotos. Era increíble lo mucho que había crecido la nena. Era igual a Kurapika; los mismos ojos claros y el pelo rubio y lacio. En una se los veía muy bien juntos, padre e hija. Decidió conservar esa. Borró los mensajes y las demás fotos.

–Mostrame ya quién logró arrancarte una sonrisa así.

Hisoka levantó la vista y se cubrió los ojos con la mano para protegerse del sol. Los rayos brillaron en la cabellera rosa mojada por el mar.

–¿Si te digo que es mujer te pondrías celosa? –preguntó Hisoka mientras pasaba el celular a la mano más alejada.

–¿Celosa? Seguí soñando –dijo Machi, mientras se sentaba a su lado en la reposera y se estiraba por encima de él para quitarle el teléfono.

Hisoka movió el brazo para alejar aún más el celular. El contacto de aquel cuerpo frío y mojado contra el suyo erizó su piel seca y caliente. Las gotas del pelo empapado cayeron sobre su pecho. Hisoka sonrió. Machi se sentó y frunció el ceño. Enseguida, el pinchazo de la aguja lo sobresaltó y ella aprovechó la oportunidad.

–Tramposa –protestó mientras la chica desbloqueaba el teléfono–. Con razón Illumi te encontró enseguida. Son tal para cual, con esas agujas infernales.

–Tu amigo me buscó porque ya no te aguantaba en su casa –respondió ella–. Dijo que su padre no paraba de hacerle preguntas incómodas ¿Qué clase de relación tienen ustedes?

–¿Una complicada? –respondió Hisoka mientras le acariciaba la cintura.

Machi movió la cabeza y sonrió con resignación. Miró el celular. Su mandíbula se tensó un momento, pero luego aflojó los hombros con un suspiro.

–Qué preciosa es. ¿Era cierto lo que me contaste? –preguntó mientras le devolvía el teléfono–. ¿Que ninguno de los dos volvió a tener los ojos rojos?

–Sí, es verdad. Cuando el kurta despertó después de tres días –yo tardé más, esto me lo contaron–, llamó a su mujer. Ella sonaba muy alterada. Parece que el mismo día que estuvimos en la aldea, la beba empezó a llorar y a gritar, así de la nada, y de pronto empezó a llorar sangre.

–¿Sangre? –preguntó Machi

–Sí, lágrimas de sangre.

–Pobre madre... qué susto.

–Y así como empezó paró. La beba durmió un día entero y al despertar ya no volvieron a ponérsele rojos. Antes le cambiaban por cualquier berrinche. Pero después de ese llanto, nunca más.

–Y al... al padre le pasó igual... –comentó Machi. Todavía le costaba no referirse al kurta como "el bastardo".

–Lo mismo. Desde lo de la aldea nunca más se le volvieron escarlata. Le quedaron algunas marcas en la cara pero sus ojos sólo grises, normales como siempre.