6. PENUMBRA

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—H..s...ka ....tate... vam...

Las palabras llegaban lejanas, como flotando en un sueño.

—Hisoka... Despertate, dale.

Ahora podía oírlas claramente. Pero su mente aún estaba distante y sus ojos permanecían cerrados y pesados, como si aún no tuviera la fuerza suficiente para abrirlos.

Un beso suave acarició sus labios. Su corazón palpitó más rápido irradiando calidez a todo su cuerpo, como si volviera de un largo hechizo. Aquellos labios jugaron con los suyos un poco más y la lengua se apoyó en ellos con golpecitos suaves, pidiéndoles permiso para entrar. Pero incluso así, no podía mover un centímetro de su cuerpo, ni siquiera sus párpados, a pesar que ya estaba despertando. Lo único que llegaba lentamente era una sensación de dolor en todas partes y que se intensificaba a medida que su conciencia emergía poco a poco del sueño profundo.

—Dale... abrí.

Su boca se entreabrió obediente, cautivada por la orden susurrante. Los labios presionaron contra los suyos y la lengua ingresó empujando, haciéndose lugar. Rodeando y lamiendo su propia lengua, recorriendo toda la cavidad con urgencia y posesividad. De pronto se apartó con un sonido jadeante, para tomar aliento. Hisoka abrió los ojos lentamente, pero no mucho, como si todavía no pudiese hacerlo. Lo suficiente para ver esa boca que sonreía muy cerca suyo, húmeda y lujuriosa.

—Tan rico... —murmuró la invasora, relamiéndose antes de volver al ataque, con natural y viva sensualidad, despertando cada centímetro de su cuerpo, haciendo emerger tanto el dolor como la pasión.

Aún con los ojos cerrados y muy aturdido, Hisoka inclinó su cabeza hacia adelante, urgido por la necesidad de beber de esa fuente de vida que lo apremiaba con sus besos. Movió su brazo para intentar tocar a esa persona, pero agudas punzadas lo lastimaron haciéndole soltar un breve gemido de dolor.

—No, quedate quieto. Todavía está roto —dijo la voz, apartándose con renuencia.

Hisoka abrió los ojos con dificultad. Una luz brillante dominaba el ambiente, por lo que tuvo que cerrarlos un poco. Pudo ver una figura masculina algo borrosa, sentada a su izquierda en la cama y que giraba a un costado, para luego alcanzarle algo. No podía distinguirlo bien.

—Ahora abrí la boca, hora de la medicina.

Obediente, tragó la píldora y el agua que le fue alcanzada cuidadosamente al tiempo que la otra mano lo sostenía de la nuca, ayudándole a incorporarse para beber mejor. Luego esa misma persona acomodó unas almohadas detrás, antes de volverlo a recostarlo.

Hisoka cerró los ojos con emociones encontradas. La suavidad de las almohadas, las manos y los besos que lo habían despertado con tanta dulzura, contrastaron de pronto con el dolor que recorría su cuerpo y los recuerdos confusos que lo asaltaron como una pesadilla viviente. Su respiración se agitó al tiempo que su pecho se contrajo de la angustia. Su garganta se comprimió dolorosamente. ¿Dónde estaba? ¿La pelea? Chrollo, muerte, sangre. Imágenes confusas y brutales lo golpearon de pronto, haciéndolo jadear de espanto al tiempo que sus puños se contrajeron dolorosamente.

—¡Ey! ¡Tranquilo! Calmate, Hisoka, todo está bien.

Unas manos lo sujetaron de los hombros, firme pero suavemente, tratando de tranquilizarlo. Hisoka abrió un poco los ojos con temor y vergüenza.

—¿Qué paso? ¿Tuviste otra pesadilla?

La sonrisa amplia tratando de llevarle tranquilidad. Los dientes y los labios tan hermosos. La piel blanca y suave. Los ojos grises brillando con una mezcla de ternura y preocupación. El cabello fino y negro enmarcando su incomparable rostro. Los aros como orbes azules, tan familiares.

—¿Chrollo?...

—...

—Chrollo... ¿Sos vos? ¿Cómo...?

—Claro que soy yo ¿A quién esperabas, eh? ¿Qué soñaste? Estás pálido como si hubieras visto a un fantasma.

Exactamente así se sentía Hisoka. Sus ojos amarillos bien abiertos intentaban asimilar lo que estaba viendo. El mareo no le permitía todavía enfocar bien, pero su corazón palpitaba desesperado y su mente giraba tratando de entender. Vio un techo blanco y que estaba en una habitación pequeña pero con mucha luz que ingresaba de una ventana a su izquierda. No reconocía ese cuarto. En toda esa confusión, lo único definido y cierto era el amado rostro de Chrollo, sonriéndole.

—¿Chrollo? Pero... la pelea... vos... yo...

El rostro de su amado se endureció unos segundos, pero luego volvió a distenderse.

—Ah... Pobre, ¿fue una pesadilla muy fea?

—¿Pesadilla? ¿No pasó? La pelea.... Vos... Yo te...

No pudo continuar, no se animaba a decir que él mismo lo había matado, con sus propias manos. Porque,¿cómo era posible?, si estaba allí mismo, hablándole. Hisoka no entendía nada. Chrollo estaba sentado cerca suyo, al costado de la cama, mirándolo como quien trata de entender a un niño que acababa de despertar de un mal sueño. Su rostro era amable y lleno de ternura. Sin embargo, un pequeño rictus de disgusto se dibujó en la comisura de sus labios al oír nuevamente acerca de la pelea.

—Sí, la pelea fue hace tres días. Es el mismo tiempo que estuviste dormido. Tuvimos un accidente con el auto justo ese mismo día, cuando veníamos para acá. Por poco y nos atrapan. ¿No te acordás nada?

Hisoka lo miró sin poder responder. Todo su ser temblaba y su mente se agitaba, tratando de encontrar una respuesta a lo que estaba sintiendo y escuchando. Bajó la cabeza y vio su cuerpo vendado casi por completo. Se sintió mareado y con la garganta seca. Instintivamente giró hacia la izquierda, mirando al vaso de agua reposando en la mesita de luz.

—Ah, tenés sed. Tomá, está rica y fresca —le ofreció Chrollo, siguiendo la dirección de su mirada—. Con cuidado, no te vayas a mojar.

Hisoka lo miró atentamente mientras dejaba que Chrollo le acercara el vaso con agua hasta sus labios. Estaba tan cerca. Sus ojos grises se veían tan reales como el vidrio y el agua. Todo su rostro era el mismo. Podía sentir el roce de sus dedos sosteniéndole suavemente el mentón mientras le apoyaba el vaso en los labios para ayudarle a beber. El calor de su piel era tan real como el frío del líquido que ingresaba por su garganta. Era Chrollo. ¡No podía ser un sueño!

—Mejor, ¿verdad? Bueno, el remedio va ayudar a que deje de doler y que puedas dormir bien. Ahora recostate, tenés que seguir descansando para reponerte del accidente. Con tantos huesos rotos no vas a poder viajar.

Suavemente retiró una almohada, recostándolo y lo arropó gentilmente. Hisoka intentó enfocar la mirada, pero ya el remedio le estaba haciendo efecto, tan poderosa era esa droga. Luchó con todas sus fuerzas por mantenerse despierto, pero poco a poco la imagen de Chrollo se volvía más difusa y su voz más lejana.

—¿Accidente?... Chrollo... ¿En serio... estás vivo?

Una lágrima se escapó de sus ojos dorados, mientras su boca temblaba.

—Ah, sí. Vivo, ¡pero de milagro! —respondió Chrollo sonriendo, mientras le secaba la lágrima con su dedo, para luego acariciarle la mejilla con dulzura, tratando de no tocar los oscuros moretones—. Fue cuando escapábamos, ¿te acordás? Perdí el control del auto al tomar la curva y nos caímos por el barranco. Fue una caída larga, era muy alto. Lo bueno es que no bajaron, quizás nos dieron por muertos. Lo malo es que te llevaste la peor parte, pobrecito.

–¿Escapar?... ¿De quién?... ¿Chocamos?

La boca sonriente se acercó nuevamente y depositó un suave beso en sus labios.

—Si amor. Escapamos para evitar la pelea. Fue tu idea. ¿No te acordás?

–Mi... idea...

—Shhh.... Hora de dormir. Ahora descansá. Más tarde seguimos hablando.

Los párpados finalmente cubrieron los ojos dorados. Hisoka se durmió profundamente, como si cayera en un lago oscuro y denso, muy lejos del dolor y de las confusas emociones que todavía cosquilleaban en su pecho.

Ojos de Sangre || Hisokuro (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora