La mañana pasó sin más, cantando e interpretando sus propios temas. Alfred le cantó todo su nuevo disco al igual que hizo Amaia. Ambos parecían estar súper a gusto con la compañía del otro y eso se notaba en el ambiente.
La gota fría continuaba afuera y estaban encerrados en la casa por tanto, decidieron hacer algo de comer.
'Filete empanado' propuso la pamplonica mientras sacaba la harina, los huevos y el pan. El catalán lo aprobó mientras buscaba algo de verdura con la que acompañar la carne.
Mientras una batía los huevos y empanaba los filetes, el otro cortaba y asaba las verduras. Estaba casi todo listo, ambos habían sabido coordinarse a la perfección y a Alfred le cundió más el tiempo que a Amaia que aún le quedaban dos filetes por empanar y freir.
- ¿Te ayudo? - propuso el joven mientras se acercaba a ella. Por fa - le respondió la chica con una sonrisa.
Alfred cogió el filete, lo pasó por el huevo y después por la harina para finalizar con el pan rallado y colocarlo en la sartén. Pero su codo no estuvo tan coordinado como él. Cuando su cuerpo regresaba a por el siguiente trozo de carne, el codo izquierdo empujaron en plato donde estaba la harina, con tan mala suerte que se deslizó por el banco y se desequilibró.
Alfred, y su acto reflejo, acudieron de inmediato a por él, pero la mala suerte se hizo de notar y toda la harina se coló en la cara y el pelo del joven, o casi toda.
La risa de Amaia resonó por toda la casa, pues parecía un circo en vez de una cocina y Alfred le parecía muy gracioso todo de blanco. Colocó su mano en el bolsillo y sacó una moneda:
- Toma, ahora muévete, mimo - ordenó antes de volver a explotar en una carcajada
La risa hacía que no viese nada, los ojos le lloraban y el estómago de dolía por esta. Hasta que notó que, al abrirlos, no veía bien. Los frotó y miró sus dedos, estaban blancos, rozó su cara y de ella cayó polvo blanco, era evidente, Alfred había terminado el plato de harina en su rostro.
De la vista de sus manos pasó a la cara del chico que la miraba serio mientras sacaba algo de su cartera, un billete:
- Ahora, muévete tú, mima - espetó antes de comenzar los dos una risa totalmente exagerada que hubieran escuchado hasta los del final de la calle.
- ¿Pero, tú? ¿cómo has podido? - dijo con un tono infantil la chica mientras intentaba retirarse la harina del pelo.Se me escapó - se justificó él muchacho.
'Ahora verás' pensó Amaia antes de coger el plato del huevo que había sobrado
- Bienvenido a los juegos del hambre, que la siempre esté siempre de tú parte - pronunció antes de intentar volcar el plato que sostenía por encima suya.
De nuevo, el acto reflejo del chico ganó la batalla y consiguió parar a la joven. Ambos se miraron a la cara de forma desafiante.
- Esto es la guerra - concluyó Alfred antes de forcejear con ella.
Amaia quedó retenida entre los brazos de Alfred pegada su espalda a su pecho mientras sostenía aún el plato dirigido por él. Y, lamentablemente vio cómo, poco a poco, el chico se lo vació entero encima de ella. Ya no había marcha atrás, la guerra debía continuar.
La joven se separó de inmediato y se ofuscó delante de un chico que no paraba de reir. Muy enfadada cogió el plato del pan e intentó tirárselo encima, con tal mala suerte de que este cayó al suelo y no tocó ni un centímetro del chico. Así, este intensificó más la risa que duró unos cinco minutos, mientras Amaia retiraba la comida del fuego y se hacía la indignada.
ESTÁS LEYENDO
Trato hecho | ALMAIA
FanfictionAmaia y Alfred son dos jóvenes músicos que llevan cinco años sin verse. ¿Qué pasó para que todo se fuese al garete? Un contrato. Ahora, vuelven ambos con más caña que nunca, para dar guerra. Amaia está triunfando en Los Ángeles, bajo un pseudónimo...