Allí se encontraban, una chica llena de miedos, de dudas y un joven repleto de incógnitas, tan solo separados por una puerta. Sintiéndose, esperándose pero, sobre todo, queriendo acercarse.
Amaia estaba desesperada, los sentimientos que fluyeron en su interior tras ver ese beso era lo que no quería nunca volver a imaginar, estaba completamente celosa. Y se cabreaba con ella misma, se enfadaba por no haber podido controlar sus emociones y se enfurecía al pensar lo débil que era en el tema del amor.
Alfred, por su parte, sabía por lo que la joven se encontraba de esa manera pero, estaba tan seguro de lo que él sentía que le daba igual todo, solo quería demostrarle a la pamplonica que no debía dudar en nada y asegurarse que se entregaban el uno al otro cien por cien.
- Te juro que no pienso irme hasta que salgas y, por lo que he leído, un humano no aguanta más de dos días sin beber. Así que, más te vale ir dosificando el agua de la cisterna - dijo de manera graciosa el chico intentando hacer reír a Amaia.
- De verdad, Alfred, no estoy para gracias, necesito estar sola, aclarar mis ideas - confesó la joven repitiendo el hecho de querer intimidad.
- ¿Sabes por qué no quiero dejarte sola? - preguntó retóricamente - porque me da miedo, me da miedo que vuelvas a sentir que no estoy a tu lado, que me tienes aquí. Me da miedo quedarme solo, sin ti y, sobre todo, me da miedo que todo lo que tenemos, lo más mínimo que sea, se vaya al garete - confiesa el chico - por eso, te ruego, te imploro, que salgas del baño y me expliques qué te pasa porque, si no lo sé en menos de cinco minutos, te juro que me va a dar algo, necesito que seas consciente de que estoy aquí.
La chica comenzó a derramar un mar de lágrimas tras la confesión del joven. Ahora sí que no había vuelta atrás, y, pese a ser su principal objetivo, la había cagado pero bien. Y se daba cuenta tarde aunque, más valía tarde que nunca. Pero, aun sabiendo que lo que iba a hacer no estaba nada bien, lo iba a hacer por ella, lo necesitaba.
Así que, se secó sus mejillas mojadas y decidió salir del cubículo en el que se había metido.
Alfred se percató de que intentaba abrir la puerta y se apartó. Nada más conectaron sus miradas no hazo falta ninguna palabra. Se abrazaron como nunca y Amaia volvió a su lugar favorito depositando la cabeza en el cuello de Alfred.
Al separarse una sonrisa se plasmó en la cara de Amaia, una sonrisa verdadera y que contagió a Alfred.
- Hablemos, por favor - inició ella - no te preocupes por mí, son rayadas que no tienen nada que ver contig...
- No he sentido absolutamente nada, lo hice por obligación, Amaia - aclaró el catalán interrumpiendo a la joven aclarando el tema del beso.
Esta dio un suspiro demasiado sonoro para su gusto y eso hizo provocarle al chico una fuerte carcajada.
- No entiendo cómo he podido dudar de eso, lo siento mucho - dijo Amaia totalmente arrepentida.
- Sinceramente, de eso no tienes que disculparte - dijo el chico provocando una serie de dudas que mostró el rostro de la pamplonica - de lo que tienes que estar arrepentida es de continuar con ese vestido, y no lo digo porque esté manchado sino, porque yo no lo haya tirado ya al suelo - terminó susurrando en su oído.
Las alarmas de su cuerpo se activaron todas y cada una de golpe, lo había hecho, le había puesto a cien. Y, es que, eso era estar con Alfred, pasar del llanto a la carcajada y a la excitación en cuestión de segundos y Amaia lo puede corroborar.
Se puso totalmente roja y lo mostró en su rostro. Quiso cambiar de conversación e irse a tomar un poco el aire.
- Ya habrá empezado la cena y nos estarán hechando de menos - dijo mientras se giraba y salía del baño.
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Trato hecho | ALMAIA
FanfictionAmaia y Alfred son dos jóvenes músicos que llevan cinco años sin verse. ¿Qué pasó para que todo se fuese al garete? Un contrato. Ahora, vuelven ambos con más caña que nunca, para dar guerra. Amaia está triunfando en Los Ángeles, bajo un pseudónimo...