Olor a medicamento, paredes blancas, atuendo verde oscuro y nervios, muchos nervios.
Las gotas de sudor caían por la cara de la joven también situadas en la mano con la que agarraba la de su madre. Con miradas cómplices se trasmitían toda la paz y la seguridad que necesitaban en ese momento.
Entró en la sala de partos, ya estaba preparada para traer al mundo a la cosita que había estado gestando en su tripa durante ocho meses ya que, se había adelantado veinticuatro días.
Eso asustaba, ella pensaba que tendría más tiempo pero la suerte parecía que no estaba de su parte.
La doctora le explicó el procedimiento, venía de culo, no podrían sacarla fácilmente y, para hacerlas sufrir a ambas, era preferible cortar por lo sano y hacer una cesárea. Además sería menos duro para ella ya que, en este caso, no sabían si podría ser un parto totalmente normal.
"Inspira, expira y vuelve a inspirar haciendo una cuenta atrás a partir de 10 y todo habrá pasado"
El paisaje se tornó borroso para terminar oscuro y ahí fue cuando lo sintió.
Escuchó su voz, sintió su olor y, su tacto.
No sabía si estaba ya muerta pero se encontraba en el mismísimo cielo y recordó.
Todo lo que sintió, su primer beso de verdad, su primera vez y todos sus momentos viajaron por su mente. Cuando fueron a Mallorca y se sintieron libres, cuando se sintieron queridos pero, también recordó todo el daño que se hicieron, todo lo que han huido el uno del otro y lo orgullosos que habían sido.
Sin duda, esa relación no había salido bien por culpa de ambos y lo sabían.
Amaia sentía su presencia, pensaba que estaba a su lado e intentó musitar un 'lo siento' que no pudo.
Pero no dejó de sentir su presencia, su corazón latiendo al mismo compás como en los viejos tiempos hasta que otro sonido dio paso a lo más bonito que había escuchado en toda su vida, el llanto de su bebé.
Poco a poco, guiada por ese cántico, comenzó a ver una claridad lejos de donde estaba, la siguió sin pensar, cada vez estaba más cerca de ese sonido. Cada vez estaba todo más claro y más raso.
Abrió poco a poco los ojos, sintiendo la imposibilidad por culpa de sus párpados que pesaban demasiado. Le dolía todo, estaba agotada pero eso no era lo que más le preocupaba.
Si ella podía sentir eso era que estaba viva y le hacía sentir inquieta. En menos de tres segundos se le pasaron mil cosas por la cabeza, que todo había salido perfecto, que su madre había decidido salvarla a ella en vez de su bebé o que este había muerto en el parto y no sería necesario morir para salvar a nadie.
La luz le cegó por completo unos instantes hasta que con la mirada pudo observar el lugar y oler la habitación.
'No puede ser' pensó ante aquel hedor floral que sus fosas nasales percibieron. De repente, sus ojos captaron una figura totalmente reconocible en el sofá con la cabeza agachada. Musitó como pudo una palabra, la que desencadenaría toda la situación.
- ¿Alfred? - el joven levantó la cabeza y ambas miradas conectaron.
La paz que se respiraba en ese momento era algo inexplicable. Solo dos personas tan increíblemente conectadas entre sí pueden desprender tremenda paz cuando están al lado de esa persona, su persona.
El chico se levantó cauteloso mientras, con lágrimas en los ojos, intentaba comunicarle algo con la mirada a una Amaia que estaba totalmente descolocada.
- Amaia, yo - dijo antes de coger su mano - necesito que me escuches, por favor - se limpió las lágrimas de su rostro - gracias - y la abrazó.
Los músculos de la joven se relajaron y esta reposó su cabeza en el cuello del muchacho, ya estaban en casa, hogar.
El abrazo podría haber durado horas pero la angustia por saber la verdad de Amaia lo interrumpió.
- ¿Sabes lo del..
- ¿bebé? - preguntó el chico esbozando media sonrisa.
Amaia, por su parte, muy avergonzada asintió la cabeza mientras la agachaba
- Sí - confesó Alfred mientras levantaba su mentón haciendo que los ojos de ambos conectasen - todo ha salido de maravilla, eres, bueno, somos padres de una niña preciosa - sonrió - has sido muy valiente, Amaia - confesó mientras retiraba las lágrimas que estaban rodando por la cara de la pamplonica.
- Yo, joder, Alfred, no sé qué decir - confesó mientras cogía la mano del chico que continuaba en su cara.
- Por mi parte no hace falta que digas nada - afirmó el chico.
Amaia sabía a lo que se refería, estaba segura de que Alfred lo querría pasar todo por alto, sabía que si fuese por él todo estaría más que olvidado pero para ella no, le debía tanto, se lo debía todo.
- Te quiero - espetó ella mientras intentaba descifrar lo que pasaba por la cabeza del catalán.
- T'estimo - le respondió él mientras depositaba un suave beso en sus labios.
La puerta se abrió y ambos giraron sus cabezas para ver su rayito de luz entrar por la puerta. Ambos se emocionaron muchísimo y Alfred se apartó de la cama para dejar más intimidad a Amaia con su hija.
Esta, cuando recibió a la niña en brazos alucinó, era lo más bonito que había visto en su vida y quería compartir este momento con Alfred así que levantó la vista y le indicó que se acercase.
Ese momento se podría describir como uno de los más mágicos que habían vivido, era espectacular cómo, a pesar de todo, habían conseguido salir adelante y ser de ese 3% del que poca gente podía presumir pertenecer.
Ahí estaban los tres como buena familia que eran, aunque ningún papel lo confirmase ni ningún cura lo aprobase. Hay veces que las cosas van más allá de lo establecido y estaba claro que el amor que había en esos momentos era una de ellas.
No sabían lo que les había pasado pero sí que sabían los que les esperaba, risas, amor y toda una vida juntos porque dos estrellas cuando se juntan brillan mil dieciséis veces más que solas y, por mucho que se pierdan en el inmenso universo siempre terminarían buscándose y uniéndose, para siempre.
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Sentía que os lo debía.
No me hubiese perdonado terminar la historia de aquella manera y, aunque era lo que tenía desde un primer momento en mente, me ha encantado hacer este final alternativo.
Espero no haberos estropeado nada.
Lo he dicho bien poco en esta novela porque ya había tenido la experiencia de la anterior pero GRACIAS por vuestra fidelidad, habéis sido el motor que ha hecho funcionar todo esto y, aunque ha habido veces que no me encontraba motivada para escribir o no tenía ideas, me habéis ayudado muchísimo a poder continuar.
¡Gracias y hasta pronto!
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Trato hecho | ALMAIA
FanfictionAmaia y Alfred son dos jóvenes músicos que llevan cinco años sin verse. ¿Qué pasó para que todo se fuese al garete? Un contrato. Ahora, vuelven ambos con más caña que nunca, para dar guerra. Amaia está triunfando en Los Ángeles, bajo un pseudónimo...