Capítulo 2

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Amaia sabía que los nervios que sentía, antes de ver a Alfred, eran fruto del pasado. Por mucho tiempo que pasase no iba a parar de sentir lo que sentía, y eso era así.

Mirando la ciudad de Los Ángeles desde el enorme ventanal de su despacho, sentada en la silla que tanto le había costado encontrar y, sumida en sus pensamientos, escuchó abrirse la puerta.

El sonido de los pasos dieron lugar a las voces que procedían de los abogados y los invitados pero, la voz de uno en concreto hizo que Amaia sintiese un enorme escalofrío y su cuerpo comenzara a temblar.

- Hola, soy Alfred García, encantado - dijo sin titubeos el muchacho mientras se presentaba a los hombres entrajados, que se encargaron de recibirles, antes de ver a la joven que se escondía, cual niña pequeña, detrás de una enorme silla blanca de escritorio.

'Esa voz' se alarmó la chica 'bueno, pues ya estamos todos, que empiece la fiesta' pensó Amaia antes de darse la vuelta y dejarse ver por el chico que se encontraba a dos pasos de la puerta.

Los segundos se hicieron eternos, la tez de ambos era reinada por el color blanco. Quedaron pálidos al verse, aunque Amaia menos porque llevaba maquillaje y, sobre todo, por el simple hecho de que ya sabía que se encontraría con fantasmas del pasado.

- Encantada, soy Aro - espetó tendiendo la mano a un Alfred que continuaba quieto, observándola, sorprendido, como si acabase de ver un espíritu.

- Amaia, cómo has cambiado, estás estupenda, qué bien te sienta Los Ángeles - dijo rompiendo el hielo Tinet abrazando a la joven con gran efusividad.

El rostro de Alfred cambió completamente, de sorpresa a enfado. Su piel pasó de estar pálida a estar roja, estaba al borde de la explosión, cual conjunto de fuegos artificiales que tocan una chispa a las dos del medio día en la Plaza del Ayuntamiento en Valencia.

- ¿Qué? - exclamó lo más alto posible - ¿Tú sabías que veníamos a verla a ella? - dijo dirigiéndose a Tinet - Y tú - giró para ver a la chica que comenzaba a temblar - ¿cómo? ¿era necesario todo esto, Amaia? - tragó el nudo que tenía en la garganta y salió disparado del despacho rumbo al baño, donde le gustaba aclarar las ideas.

Cuatro personas quedaron totalmente quietas en el lugar, mirándose entre ellas excepto una que miraba el suelo. Pasaron los dos minutos más largos que vivieron en ese día hasta que el productor de Universal decidió romper el silencio:

- Ya sabes que esto está en tu mano, querida - espetó llamando la atención de la chica.

Amaia pensó que tenía razón, debía dar ella las explicaciones que habían faltado durante estos cinco años y que, debería haber dado antes, siquiera, de haber planteado nada.

La joven se armó de valor y salió en su encuentro. Al entrar al lavabo lo vio completamente vacío pero sabía que estaba ahí escondido.

El baño del medio tenía la puerta cerrada y, debido a la poca actividad del día en la oficina, sabía que no lo ocupaba ningún trabajador.

Se acercó a esta.

Dos toques retumbaron en el espacio.

Dos suspiros sonaron al mismo tiempo.

Dos corazones latiendo con un mismo sentimiento.

- Alfred - dolió pronunciar - sal, por favor, tenemos que hablar - dijo con firmeza mientras temblaba en su interior.

- ¿Hablar de qué? - preguntó tras la puerta, aún, mientras la chica esperaba fuera con ansias.

- Vamos, no puedes esconderte ahí toda tu vida, sal, tienes que enfrentarte a las cosas, no vas a estar huyendo toda la vida, ¿verdad? - le dijo la muchacha con toda sinceridad.

Trato hecho | ALMAIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora