- Abejas -

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Un sol radiante descargaba toda su energía sobre el rancho

donde Tiburcia había recibido a los intrépidos viajantes.

Era una mañana despejada de nubes. Habían dormido

más de la cuenta, necesitaban descansar luego de la incursión de los

indios y, especialmente, luego de los generosos brindis posteriores.

Encendieron una fogata y tomaron unos mates. De inmediato

comenzaron a ordenar los aperos y a armarlos sobre los caballos.

Modesto quería recuperar el tiempo perdido; tendrían muy buen

tiempo y su meta era andar lo que no habían podido el día anterior

a causa de los hechos inesperados. A Anselmo se lo notaba errático

y pensativo.

Mientras ordenaba sus pertenencias, Montiel comprobó que la

carta que Juan Baigorria le había dejado antes de morir y que llevaba

para ingresar a la prisión, estaba en su poder. Sabía la importancia

que poseía el escrito. La atesoraba dentro de una bolsa de cuero

de becerro que, desde la partida, tenía atada a la cintura dentro del

pantalón. La había preparado especialmente Francisca para el viaje.

Acomodó el fusil de manera que no se viera fácilmente. Candor

disfrutaba de un hueso con carne de gran porte entre sus mandíbulas,

que había conseguido luego de la opípara cena de festejo que

habían preparado la noche anterior.

Una vez que los caballos estaban listos para la partida, a la voz

de "andando" dada por Montiel, comenzaron la marcha. Con paso

firme, fueron dejando atrás el rancho de Tiburcia.

Por momentos el calor dejaba sin aliento a los jinetes. Una cantidad

de insectos voladores los acompañaron casi sin tregua.

-¿Cómo se llama el Hidalgo que tenemos que encontrar? –preguntó

Anselmo.

-Rafael Gaitán –respondió Montiel.

-Espero que con la carta que traemos podamos entrar a Las

Bruscas –Modesto se acomodó el estribo- Y, ¿por qué se te ocurre

que nos va a contar donde está el saco con las monedas de oro?

Con solo decir que lo sabemos parece que no va a alcanzar.

-Creo que podemos cambiarle esa información por su libertad.

Según cuentan, no la pasan bien en ese lugar. Me parece que si le

ofrecemos llevarlo al norte, y desde allí pasarlo a la frontera con

Brasil, y de ahí mandarlo de regreso a España, para ese tal Rafael,

es un buen trato.

-¿Podremos andar tantas leguas con un prisionero realista sin ser

vistos? –Anselmo desconfiaba- Sé que están persiguiendo a toda

persona que sea desertor, malandra, prisionero de guerra, fugitivo

El legado del virreyWhere stories live. Discover now