- Malandras -

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-Si la suerte nos acompaña hoy por la noche vamos a

llegar a Las Bruscas -dijo Modesto. No creo que llueva

así que a este paso, seguro que llegamos. Qué sabroso

que estaba el ñandú; Montiel tengo que felicitarte por la rapidez con

que lo boleaste.

-Saben que cuando estaba cuereando al bicho, por un descuido

me hice un corte en el dedo, por lo visto el efecto de la miel no es

muy prolongado -Montiel se mostró preocupado.

-Pero... ¿cómo abuelo? ¿Dejaron de ser fuertes? ¿Perdieron los

poderes que les había dado la miel? -preguntó uno de los mellizos.

¡Qué mala suerte!

-El problema fue que el efecto de la miel sobre nosotros duraba

poco tiempo. Al principio yo también creí que íbamos a ser invencibles

por siempre pero no fue así. Pasaron muchas cosas, no todo

eran las abejas y la miel. Aparte en esa época también estábamos

muy preocupados por la grandeza de la Patria. Creíamos que íbamos

a sacar a los españoles de un día para el otro y no fue tan sencillo.

Los ingleses también querían venir a instalarse por estos pagos,

aunque más que a instalarse, querían nuestros cueros y nuestro trigo.

Mientras los europeos pensaban como someternos económicamente,

acá nos matábamos entre nosotros. Todos veían debajo de

una piedra a un traidor y ante la duda lo pasaban por las armas. Así

nos "devoraban los de afuera" lo cierto es que los funcionarios eran

todos corruptos, y gobernaban para su círculo íntimo. Se manejaba

como si fuera una gran estancia sin tener un proyecto de país.

-No se distraiga con ese tema, abuelo ¿cómo fue que llegaron a

Las Bruscas? ¿Encontraron a Sofía? ¿Dónde? Y, Tiburcia ¿estaba o

no en la prisión? -el nieto mayor apoyó su cabeza entre las manos.

-¿Por qué se te ocurre que íbamos a encontrarla en Las Bruscas?

-No sé, se me ocurre -dijo el nieto mayor. Dele abuelo, siga

contando.

-Dele abuelo siga contando. Qué fácil, ¿no? Tengan paciencia.

Durante la mañana pudieron avanzar varias leguas así que pasado

el mediodía decidieron dejar descansar a los caballos. También ellos

querían recuperar fuerzas y hacer una siesta para poder continuar

con el último tramo.

Cuando se disponían a bajar de los caballos, detrás de un frondoso

conjunto de árboles y matorrales apareció de repente un extraño

grupo de personas. Más de veinte. Comenzaron a acercarse

rápidamente. A los gritos, agitaban las lanzas. Era un contingente

El legado del virreyWhere stories live. Discover now