- Puchero -

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Tiburcia sirvió el puchero en unos cuencos de madera oscura

de manera equitativa y los repartió entre los invitados.

Luego le dio a cada comensal una cuchara. También

les sirvió agua. A Candor le tiró un hueso de gran porte. El animal

de inmediato manifestó su alegría con unos ladridos, y a modo de

agradecimiento dio unos saltos, moviendo la cola efusivamente. El

resto también le agradeció la invitación a Tiburcia. Aunque era el

mediodía, se habían levantado muy temprano y la cabalgata y la

lluvia les había dado hambre.

Antes de comenzar el almuerzo, brindaron por el futuro, por

el viaje a Las Bruscas y Modesto propuso brindar también por la

patria.

Luego del brindis, Tiburcia dio el primer bocado y todos la siguieron.

Nadie pronunciaba palabra. Lo único que se escuchaba

era el ruido que hacían al masticar y tomar el caldo del puchero. El

que más escándalo hacía era Candor que lidiaba con el hueso. Casi

de inmediato, Anselmo se recostó sobre su poncho, se tomó de la

cabeza y dijo:

-Todo me da vueltas. Estoy viendo doble ¿qué me está pasando?

Cerró los ojos y comenzó a murmurar palabras sueltas.

Tiburcia le respondió:

-Estás comiendo muy apurado. Tomá otro poco de agua, que te

va a hacer bien -y le llenó el vaso.

Modesto soltó la cuchara e intentó parase pero no pudo. Tomó

un sorbo de agua y desde esa posición intentó despertar infructuosamente

a Anselmo.

-Dale Anselmo, despertate. ¿Qué te pasa? Uy, sí, a mí también me

duele la cabeza -Modesto miró a Tiburcia a los ojos y no alcanzó a

decir nada más.

También se recostó y cerró los ojos.

Ambos parecían estar en otro mundo. Con la voz más grave,

mantenían diálogos donde representaban a varios personajes a la

vez, aunque no se podía comprender lo que decían. Movían los brazos

como peleando en una cruenta batalla o las manos simulando

lanzar flechas. De repente les surgía una patada al aire.

Montiel se puso de pie y comenzó a preguntarle a Tiburcia sobre

lo que estaba pasando. La increpó diciéndole que sus amigos no

se podían levantar y que no respondían a su llamado. Le pidió una

explicación de lo que estaba sucediendo. Ella no le respondía simplemente,

lo miraba y sonreía.

Montiel también había probado el puchero y tomado del agua

que le había servido Tiburcia, así que en la mitad de su discurso se

desplomó.

Sofía se recostó sin pronunciar palabra. Candor salió y se sentó

El legado del virreyWhere stories live. Discover now