Continuaron la cabalgata. A lo lejos se divisaba el Río
Salado. Una vez del otro lado del río tendrían que cabalgar
unas leguas más al sur y se encontrarían con Las
Bruscas. Así llegarían a destino. Modesto dio un grito de alegría,
había sido su responsabilidad la elección de los caminos y por lo
visto había sido acertada. Comenzó a relatarles sus recuerdos por el
paso del río, cuando sobre el cielo comenzaron a aparecer enormes
nubes oscuras. Anselmo vio que los caballos pusieron las ancas al
viento y así confirmó que tendrían lluvia en breve.
-Apuremos el paso, sería bueno que crucemos el río antes de que
se largue a llover –dijo Modesto.
Candor ladraba pidiendo un descanso. Montiel le dijo que tuviera
paciencia y su amigo pareció entender. La lluvia no se hizo esperar,
de inmediato el cielo se oscureció y cayeron las primeras gotas. Sin
darles pausa, las nubes comenzaron a descargar toda su furia sobre
la llanura. Los tres se resguardaron con su poncho y continuaron la
marcha a paso firme. No parecía ser una lluvia pasajera, los charcos
comenzaban a unirse formando un gran barrizal. Los caballos estiraban
el cuello y su paso comenzaba a ser más dificultoso. Pasados
los primeros minutos de la tormenta, el camino desapareció debajo
del agua convirtiéndose, ya todo el campo, en una extensa laguna.
Un fuerte viento se desató y la lluvia llegaba desde todos lados.
En muy poco tiempo la geografía cambió. Donde habían visto el
Río Salado parecía verse una enorme extensión de agua donde no
lograban diferenciar algún borde. Ya no estaban los puntos de referencia
que hacía unos minutos los guiaban. Seguían montados en
los caballos avanzando con dificultad y el agua les tocaba encima
de los estribos y Candor apenas lograba asomar su cabeza que con
preocupación miraba a su amo esperando alguna solución.
Los caballos comenzaron a relinchar y a moverse de forma desordenada,
se hacía difícil dominarlos. Pero no era la lluvia lo que
alteraba el ánimo de los alazanes.
-¿Qué está pasando? –preguntó Anselmo. ¿Por qué está alborotado
este pingo? Casi como que no lo puedo dominar.
Montiel vio que de repente asomaba por la superficie del agua el
cuerpo de un animal escamado de color verdoso de un tamaño que
nunca antes había visto. Con su serpenteante movimiento rozaba a
los caballos y los alteraba. Los caballos intentaban escapar del contacto
con el enorme animal pero aparecía y desaparecía sin lógica
YOU ARE READING
El legado del virrey
Teen FictionUn grupo de adolescentes sigue una pista que conocía un soldado de San Martín. Juan Baigorria. Deben encontrar a un ex funcionario español que conoce el lugar donde se había ocultado un cofre repleto de monedas de oro. En el recorrido deben pasar po...