- Una mujer de contextura robusta -

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Con los primeros rayos del sol sobre la llanura, el primero

en levantarse fue Candor. Comenzó a lamer la cara de

Montiel y así lo despertó. Lentamente todos fueron acomodando

los aperos. Un frente de nubes oscuras al sudeste amenazaban

con avanzar y descargar su furia. Con unas ramitas avivaron

el fuego que había quedado del día anterior, pusieron a calentar

agua para desayunar mate cocido. Anselmo trajo los caballos, se

los notaba renovados, dispuestos a comenzar la cabalgata. Esa mañana

reinaba un extraño silencio. Todavía quedaban resabios de la

discusión con Sofía. Acomodaron los recados, apagaron el fuego y

comenzaron a andar. Montiel al lado de Sofía le volvió a reprochar

el haber desobedecido sus instrucciones. Le decía que iba a ser más

difícil la tarea. Ella le replicaba diciéndole que cuatro cabezas piensan

mejor que tres y que quería estar a su lado. Candor seguía paseándose

de un lado al otro del camino. Modesto, cada rato, miraba

el cielo disimulando su interés por la charla que ellos mantenían.

Recién al medio día las primeras gotas comenzaron a sentirse,

cuando golpeaban el poncho de los jinetes. Habían avanzado pocas

leguas como para detenerse y descansar. Finalmente comenzó el

aguacero, Anselmo lo había anunciado con bastante anticipación.

El pliegue del sombrero formaba una canaleta por donde se escurría

el agua de la lluvia y caía directamente sobre el caballo. El camino

se volvió más resbaladizo para los caballos, y el andar se tornó

más lento y resbaladizo.

La lluvia formaba una compacta cortina que dificultaba la visibilidad,

pero en la lontananza les pareció ver un rancho. Y a medida

que se fueron acercando tomaba más forma. Del medio del techo

salía humo. Al paso y con cautela se fueron aproximando. Modesto

con tono grave y bajo decía que se podría tratar de una toldería y

que eso no era bueno.

-Ahí se esconden los delincuentes. Vayamos despacio. Seamos

prudentes, esto no lo tenía en el inventario.

Una vez cerca del rancho, pudieron ver un caballo marrón y blanco

atado a un palenque con riendas largas de cuero de potro. A su

lado un montículo de pasto. Ninguno se bajó del caballo y Montiel,

en voz alta, comenzó a llamar.

-Pase, pasen –se escuchó una voz de mujer. Está lloviendo, entren

al rancho para guarecerse.

Montiel bajó del caballo, nuevamente sacó su facón y lo escondió

dentro del poncho. Al ingresar al rancho pudo ver a una mujer

de contextura robusta, edad avanzada, sentada sobre un cráneo de

El legado del virreyWhere stories live. Discover now