De vuelta a la universidad

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Volví a verle por los pasillos. Una vez más, me miraba con esa cara de cordero degollado y yo esquivaba notoriamente su mirada. Ninguna disculpa hubiera bastado para remediar todo el daño que me había hecho. A pesar de no tener ninguna culpa, también había tratado de evitar a Wesley, que se había dedicado a enrollarse con mi compañera de piso. El segundo semestre justo acababa de empezar y me horrorizaba la idea de coincidir en alguna asignatura con alguno de los dos. Entré en clase de redacción publicitaria, mirando fijamente a mí alrededor y pidiéndole al cielo que ninguno de ellos estuviera ahí, pero desgraciadamente mis deseos no se hicieron realidad en absoluto. Rápidamente me dirigí hacia el rincón contrario del que ellos estaban situados, casi luchando por mi sitio ante la avalancha de gente que se dirigía hacia allí. Una vez sentada, suspiré aliviada ante mi gran huida.

-¡Ari!-Me gritó Clara, una de mis mejores amigas de la uni desde el otro lado del aula.

-¡Tía, no sabía que hacías esta asignatura!-Le grité sorprendida. Por un momento había olvidado mi intención de pasar desapercibida. Pude notar como Thomas y Wesley me miraban, si es que no se habían dado cuenta de mi presencia mucho antes.

-Ni yo.-Se mofó Clara.- ¿Ven a sentarte conmigo no?-Mierda. Ahora sí que no tenía escapatoria.

-Ven tú.-Dije soltando una risa de lo más falsa e incómoda.-Aquí estamos más cerca de la ventana, ya sabes, en verano irá bien.

-No hay sitio ahí, además no sé tú pero yo en verano estaré de vacaciones-Se mofó. Cerré los ojos y suspiré. No había manera de solucionar aquel problema a menos que decidiera patearle en el culo a todos los imbéciles que habían decidido sentarse ahí. Me levanté, sin opción a debate.

Me senté junto a Clara, que estaba justo delante de ellos. No solo los tendría cerca, sino que además podrían escuchar todas mis conversaciones.

-Tía, estás morena. ¿Has estado en la playa?-Me preguntó.

-Sí, dos semanas después de los exámenes.-Respondí por lo bajo, aunque intentando disimular mi incomodidad lo máximo posible.

-¡Que guay, a ver si me invitas algún día! Yo por mi parte me he quedado todo el dia en casa comiendo polvorones. ¿No me lo notas?-De repente una voz nos interrumpió.

-Ariadna.-Pronunció Wesley por detrás. Por un momento se me helaron los huesos. Me giré lentamente, asustada.

-¿Qué?-Musité lentamente, como si aquella llamada se hubiese tratado de una amenaza de muerte.

-¿Te has teñido el pelo?-Me paralicé, intentando canalizar la situación. Tres meses sin hablar y aquello era lo único que se le ocurría preguntarme.

-No, se me aclara con el sol.-Contesté secamente, girándome de nuevo.

-¿Pretendes qué me lo crea?-Preguntó vacilón. Me irrité notablemente, levantando mi tono de voz.

-¿Se puede saber a qué viene esto? ¿Qué te importa si me he teñido o no el maldito pelo?-Contesté de nuevo, esta vez en un tono de voz notoriamente más alto. Incluso pude notar cómo se me hinchaba la yugular.

-Rubia de bote...Ch...-Le interrumpí furiosa.

-¡Cierra la maldita boca!-Grité, captando su atención y la de treinta personas más a mi alrededor. Dirigí mi mirada hacia el suelo, avergonzada, y decidí dar por terminada la conversación.

Tras dos horas de aburrida y larguísima clase, a la vez que incómoda, salí rápidamente del aula, ya dirigiéndome hacia la residencia. Anduve rápidamente, sin entretenerme con ningún tipo de objeto o producto a mí alrededor. La universidad estaba sin embargo tal y como la había dejado dos meses atrás. Sus paredes altísimas, totalmente blancas pero distorsionadas por los carteles colgados por los mismos estudiantes, le daban un aire celestial, incluso mágico, que quedaba sin embargo en un segundo plano ante el bullicio de todos los alumnos que ahí asistían. Una vez llegué al enorme porticón de madera, que se abría majestuosamente ante mis pies y los del resto de alumnos, la vi, la chica que había arruinado mi relación. Se me encogió ligeramente el corazón al momentos, a la vez que miles de imagines me vinieron a la mente, produciéndome sentimientos de angustia y ansiedad. Incluso pude notar mi corazón acelerándose, como si me estuviese sintiendo totalmente amenazada. Como respuesta solo pude notar una mirada de arrogancia, producida seguramente por un estúpido e infantil sentimiento de competitividad por su parte.

Ni contigo ni sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora