Una vez llegué al edificio, pude comprobar cómo la fiesta ya había empezado. El sonido de la música pachanguera, mata suegras y jóvenes gritando bajaba por todo el edificio hasta el portal, donde me encontraba yo, sumida en mi miseria. Oí pasos tras de mí y creí reconocer las voces. Efectivamente mi suerte volvía a jugarme una mala pasada.
-¡Ari! ¿Qué haces ahí parada con una maleta?-Preguntó Denis curioso, el cual efectivamente iba acompañado de las dos personas a las que había decidido evitar en esa fiesta. Volví a recordar además el hecho de que llevaba una maleta, lo cual lo hacía todo aun más extraño.
-Em, Hola. Esto es… He decidido donar unas cuantas cosas a una ONG, ya sabes, ropa vieja que ya no me pongo.. pero cuando he ido ya estaba cerrada. Mala suerte la mía.-Inventé, aunque probablemente nadie se lo creyó a juzgar por mi risa histérica y la poca excitación que el ser una persona caritativa había causado en la expresión de ninguno de los tres. Ninguno hizo ningun comentario al respecto, y se produjo entonces un silencio incómodo.
-¿Subimos?-Preguntó Denis de nuevo al haber llegado el ascensor. Podía notar como Thomas y Wesley me observaban atentamente pero sin embargo no pronunciaban palabra.
-Bueno, yo estoy esperando a una amiga, nos vemos luego.-Volví a inventar. Empezaba a pillarle el gusto a eso de ser una mentirosa. Cogieron el ascensor y noté como mi corazón volvía a latir normalmente en cuestión de segundos. Sin embargo, no analicé a tiempo las repercusiones de mis mentiras. En primer lugar, si estos se cruzaban con Angélica, ésta, que me demostraba cada día más y más su falta de prudencia, sería perfectamente capaz de decirles que me había ido de viaje, por lo que ellos podrían atar cuerdas sobre mi sospechosa maleta caritativa un viernes a las ocho y media de la noche. Aquello solo me haría parecer aun más patética de lo que ya había sido. Y en segundo lugar, por mucho que hubiese alardeado de esperar a una amiga, aquella amiga nunca iba a llegar y acabaría subiendo a la fiesta sola. Un descubrimiento de las dos mentiras simultáneamente solo podría acarrear consigo una consecuencia común: Ser y parecer penosa.
Me dirigí por tanto a la fiesta, tratando de no empeorar más las cosas y de poder advertir a Angélica sobre lo que había pasado y lo que debía callarse. Sin embargo, sabía que algo, si no muchas cosas, no iba a ir bien.
Abrí la puerta disimuladamente, tratando de no captar la atención de nadie, sin embargo Angélica pareció haber instalado un radar en la puerta a juzgar por lo rápido que advirtió mi presencia.
-¡Ari, Ari! ¡Sabía que al final acabarías viniendo!-Gritó desde la otra punta de la habitación.- ¿No sé enfadará tu madre porque al final no vayas a verla?-Preguntó, en voz alta, una vez más. Obviamente las personas a las que había mentido se acababan de percatar de mis engaños, pues nos miraban fijamente.
-¿Mi madre, qué dices? Ya te dije que iba a ver a mi madre la semana que viene, ¡Qué no te enteras, Angie!-Respondí en un patético intento de disimular junto a una risa histérica. Me acerqué rápidamente a ella antes de pudiese fastidiarlo más para que así al menos no se enterara todos los malditos asistentes a la fiesta de nuestra conversación.
-¿Qué dices Ari, te encuentras bien?-Preguntó preocupada.
-Será mejor que te calles, Angie. Ya la he fastidiado bastante. No quiero volver a oír hablar de la visita a mis padres. Mantén la boca cerradita como si no me conocieras, ¿Vale?-Ordené irritada.
-Oye, chica, como te pones.-Miró a su alrededor, satisfecha de lo que había conseguido organizar para su fiesta.-Bueno, espero que te lo pases bien, hay por ahí una de chicos guapos que vas a alucinar…-Soltó una risita histérica.-En fin, me voy para ahí… Y ponte algo decente que pareces una pordiosera.-La miré perpleja, controlando mi ira interior lo mejor posible inhalando y expirando aire. Aire cargado de alcohol, cigarrillos y bálsamo de labios sabor fresa. Me dirigí a mi habitación dispuesta a arreglarme para estar a la altura impuesta por Angélica.
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Ni contigo ni sin ti
Teen Fiction¿Cómo decidir qué chico te conviene cuando no eres más que una universitaria desastrosa e indecisa? Ariadna creía tener muy claro desde el principio su amor por el Thomas, el rómantico empedernido, hasta que el mujeriego Wesley apareció en su vida p...