El amargo despertar

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Me desperté a la mañana siguiente, confusa, sin recordar aún todo lo que había pasado. Me percaté de que aún llevaba puesto el vestido del día anterior, que emanaba un extraño a la vez que repulsivo olor a alcohol. Me repugné a mi misma y aquella sensación solo hizo que acrecentarse en cuanto me miré al espejo. Con mis pelos de loca, a decir verdad bastante habituales, intenté peinarme en vano, pues estos estaban incluso más enredados de lo habitual. Empecé entonces a recordar todo lo que había pasado, como me había peleado con Carla y… Oh mierda. Como había besado a Thomas. Me retorcí, avergonzada de mis propios actos. No solo le había vuelto a besar, sino que además esta vez había sido delante de decenas de personas, que probablemente poco habrían tardado en compartirlo con otras decenas y así, se hizo el desastre. Corrí entonces hacia mi móvil, para comprobar en la medida de lo posible lo que mi beso podría haber causado. No quería ni imaginar cuanto odio acumulado hacia mi debía tener Carla ahora mismo en su interior, e incluso llegué a temer por mi salud. En cuanto abrí mi móvil, me encontré nada más ni nada menos que 200 notificaciones de mensajes en grupos. Los abrí y me reconforté al ver que 150 de ellos no tenían nada que ver conmigo. Pero si los cincuenta restantes. Mensajes como:

“Que fuerte ari!!! Ha sido el momentazo de la noche, me pregunto que habrá pensado Carla cuando le enseñaron la foto!!”

Ah, que había una foto. Me dejé caer a mi misma sobre la almohada, desesperada. Me la puse sobre la cabeza y pretendí durante unos minutos que todo aquello no estaba pasando. De repente empecé a oír risitas en el salón, y sentí curiosidad por ver con quien se había liado Angélica aquella noche. Probablemente el apuesto y despampanante a la vez que gorila de su fiesta de cumpleaños Jon. Salí corriendo de la habitación, sin importarme mis pintas ya que fuesen las que fuesen, Angélica siempre me deslumbraría con su glamour natural. Con un entusiasmo/Cotilleo nunca antes encontrado me dirigí hacia el salón dando botes. Pero muy para mi sorpresa no era Jon el que se encontraba en la habitación.

-Vaya, Wesley… No esperaba encontrarte aquí.-Dije a modo de saludo incómodo.

-Hola Ari, ya ves. Yo también me he despertado bastante confuso.-Respondió el a modo de burla. Empecé entonces a cubrirme la cara inconscientemente, sabiendo que parecía un mapache.

-Em, bueno, yo solo venía a por un vaso de agua.-Me justifiqué, aun cubriéndome la cara con el pelo.

-Sabes, Angélica es una tía guay. No da problemas.-Dijo mientras le daba un sorbo a su café, con aire indiferente.

-Ah, muy bien, me alegro.-Aquel comentario me había cabreado un poco, sobre todo sabiendo que había sido a modo de indirecta. Le dirigí una mirada amenazante, irritada por sus palabras y me decidí a indagar más en el asunto.- ¿No será una indirecta?

-Hombre, todos sabemos que tu eres un poco problemática. Pero no, no era una indirecta. Simplemente constataba los hechos.-Fruncí el ceño automáticamente. No comprendía a santo de qué me estaba atacando tan gratuitamente.

-¿Se puede saber qué te pasa conmigo? Yo no te voy echando cosas en cara así porque sí, ¿No?-Pregunté, ahora mucho más irritada y subiendo el tono de voz.

-Solo digo, Ari, que ayer la liaste pero bien. Yo que tu contrataba un guardaespaldas de ahora en adelante si no quieres que la niñata esa te apuñale.

-Todo esto es porque te fastidia que besara a Thomas, ¿Verdad? No sabes ni porqué, te da rabia que él y yo…-Wesley me interrumpió de repente.

-Mira, deja de ser tan egocéntrica. Yo solo me preocupaba por ti, y no sé ni porque… No te lo mereces.-Dicho esto se marchó de nuevo al cuarto de Angélica, dando por terminada nuestra conversación.

-¡Pues muy bien, que te den Wes, tu tampoco mereces que malgaste mi tiempo hablando contigo!-Grité furiosa. El me miró por última vez con aire de indiferencia y se dispuso a entrar en la habitación.

Miré a mí alrededor por primera vez desde que había salido de la habitación. La casa parecía un auténtico vertedero: colillas, vasos, botellas de alcohol vacías y una asquerosa peste a humanidad. Agradecí entonces el no haber tenido tiempo a beber más de una copa, pues aquel olor mezclado con una resaca me hubiese producido más de un vómito. Me enfurecí aún más al ver el estado en el que estaba el piso y pegué un grito al cielo para que Angélica me escuchara estuviese lo que estuviese haciendo.

-Angie, ¡Vas a tener que limpiar esto ya, esta casa da puto asco!-Chillé lo más alto que pude.

Angélica salió entonces de la habitación, medio dormida y enfundada en un camisón blanco de gasa que transparentaba más de lo recomendable.

-¡Ay, Ari! ¿Qué son estos gritos? Vete a dar un paseo, piérdete unas horitas a reflexionar sobre lo que hiciste ayer y cuando vuelvas estará todo limpito, pero ahora déjame tranquila.-Dijo en tono bajo y con voz de darth vader, cual zombi resacoso.

-¿Sobre lo que hice ayer? Perdona pero tú tampoco digas mucho. Toda la noche liándote con el Jon ese y ahora aparece Wes en tu cama.-Le reproché.

-Bueno chica, hay tiempo para todos…Venga adiós.-Zanjó, cerrando la puerta lenta y costosamente.

Salió entonces Alejandra de su habitación, fresca como una rosa.

-Ale, esto es vergonzoso, ¿Has visto como está todo? Me dan ganas de vomitar solo verlo.-Le advertí buscando algo de apoyo moral.

-Venga Ari, ¿Qué te esperabas? Vámonos a desayunar por ahí y así nos olvidamos de todo esto. Angélica ha contratado a unas mujeres para que lo limpien pero no llegan hasta dentro de una hora.

-¿En serio no es capaz ni de limpiar? Madre mía, que mujer.-Dije, aún malhumorada.

-¿Qué te fastidia que se haya liado con Wesley?-Preguntó Alejandra en modo burlón.

-Venga ya, si llevan meses haciéndolo. Lo único que digo es que…-Alejandra me interrumpió.

-¡Vámonos ya, pesada! Ponte algo que no huela a cubata encima y unas buenas gafas de sol para tapar esos ojos y nos marchamos.-Me ordenó. Me resigné, aún con cosas que decir, y me cambié sin decir nada.

Ni contigo ni sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora