Tras unos minutos de incómodo silencio, y con todas nosotras paralizadas por la situación, decidí romper finalmente el hielo.
-Angie…-Susurré. Antes de que pudiese decir nada más, una doctora entró bruscamente en la habitación.
-¿Quiénes sois vosotras, sois familiares?-Preguntó algo irritada.
-No… Somos sus compañeras de piso.-Contesté. Alejandra aún permanecía paralizada.
-Acompáñenme por favor.-Nos ordenó la doctora.
-Por favor, no quiero estar sola.-Suplicó Angie.
-En seguida volvemos, no te preocupes.-Dije acariciándole la mano cariñosamente.
Salimos al pasillo, donde a pesar de ser domingo el tráfico de personas era considerablemente alto. La doctora nos miraba muy seriamente, lo que me preocupó aún más.
-¿Qué le ha pasado?-Pregunté con tal de salir de dudas de una vez por todas.
-La pasada madrugada abusaron de ella.-Contestó la doctora, en un tono de seriedad mezclado con tristeza. Tanto Alejandra como yo nos quedamos totalmente en silencio, pues aquella horrible información era demasiado dura de asimilar. Empecé a notar como las lágrimas caían de mis ojos, cuando abracé a Alejandra a modo de consuelo.-Tiene un grave estrés post traumático, así que por favor nada de preguntas. Simplemente actúen como si nada hubiese ocurrido y será mucho más fácil para ella. Nuestros profesionales ya se encargarán de otorgarle la terapia psicológica pertinente. ¿Lo han entendido?-Asentí con la cabeza, sintiéndome culpable por haberme marchado a casa y haberla dejado sola en el estado en el que se encontraba la noche anterior. Me dirigí rápidamente a la habitación, sentándome al lado de la cama mientras le cogía de la mano y la acariciaba. Alejandra me imitó y en las dos horas que transcurrieron ninguna de nosotras articuló palabra. Finalmente fue Angie, algo más calmada, quien decidió romper el hielo.
-Tengo que ir a la policía.-Anunció. Alejandra y yo nos miramos sin saber cómo actuar ante aquello.
-No tienes por qué ir hoy, ni mañana. Solo cuando estés preparada.-Dijo Alejandra en tono suave.
-Quiero ir hoy.-Respondió ella tajante.
-¿Te dejan salir del hospital?-Pregunté extrañada.
-Sí, no tengo nada grave. Todo el problema ahora está en mi cabeza.-La miré fijamente, tratando de contener las lágrimas de nuevo. Sabía que Angie era una luchadora nata, alguien que no se derrumbaba fácilmente, pero en aquella ocasión, pude notar lo destrozada que estaba.
Sabiendo que no podríamos convencerla de lo contrario, la ayudamos a vestirse y recogimos sus cosas, marchándonos del hospital. La doctora no vio con buenos ojos su marcha pero se resignó y le dio hora para visitar al psicólogo del hospital al día siguiente. Cogimos un taxi hacia la comisaria, mientras una intensa lluvia seguía empapando las calles de aquella ciudad que en aquel preciso momento se nos presentaba a todas tan tosca. No soltamos la mano de Angie en ningún momento, y al llegar a comisaría nos encontramos con una cantidad indecente de personas esperando, por lo que supimos que el proceso iba a llevarnos unas horas. Había estado tan preocupada por Angie que ni siquiera me había planteado lo horrible que estaba hasta que me vi en el espejo del lavabo. Mojada por la lluvia, con el maquillaje corrido y con unas ojeras enormes. Decidí ignorarlo de nuevo y volví junto a Angie, que aún era incapaz de articular demasiadas palabras.
Pasadas las seis de la tarde, un agente nos atendió finalmente. Sin embargo, no nos permitió entrar con Angie a la sala, por lo que tuvimos que esperar afuera.
Decidí que era el momento de avisar a Wesley de que habíamos encontrado a Angie, pero sin darle más detalles. Encendí la pantalla de mi móvil, que había puesto en silencio, y al observar la llamada perdida de Tom me di cuenta del gran fallo que había cometido. Había olvidado completamente la cita en el parque, aquella misma cita que unas horas antes le había dado como ultimátum. Se me empezó a retorcer el estómago, y todo lo ocurrido aquel día empezó a hacer estragos en mí. Había bebido demasiado la noche anterior, dormido menos de cinco horas y lo peor de todo, me había enterado que a mi amiga Angie le había pasado una de las cosas más terribles habidas y por haber. Por si fuera poco, no había podido comer nada en todo el día y me sentía tan débil que no tenía fuerzas ni para lamentarme de mi error con Thomas. Él no iba a creer en mí nunca más, y yo no podía contarle lo de Angie, por lo que ninguna escusa serviría.
-Angie, ¿Estás bien? Te veo muy palida-Me preguntó Alejandra preocupada. Ni siquiera tenía energía para explicarle mi situación.
-Sí, yo solo… Necesito un poco de aire.-Contesté, saliendo a la calle a pesar de la lluvia mientras reflexionaba sobre que más podría ir mal para hacer de ese día el peor día de mi vida. Y lo cierto es que estaba demasiado afectada por la situación de Angie como para pensar demasiado en Thomas, lo cual en cierta manera me hizo plantearme si de verdad no estaba dándole demasiada importancia a aquella situación, que al fin y al cabo éramos demasiado jóvenes para dejar que simples problemas de amor nos afectaran tanto como me habían afectado a mi esos últimos meses, en los que no había sido más que una alma en pena vagabundeando. Pero el corazón es así, no entiende de motivos ni de razones, y yo me había comportado tal y como me sentía. Decidí no darle ninguna explicación a Thomas y tan solo le envié un mensaje a Wesley diciéndole que habíamos encontrado a Angie. Unos veinte minutos más tarde Angie salió del despacho del agente con cara de indiferencia, y nos cogió del brazo con tal de salir de aquel horrible y deprimente lugar. Decidimos una vez más no hacer ninguna pregunta al respecto y una vez llegamos al piso Alejandra y yo preparamos la cena y nos dispusimos a ver una comedia romántica mientras comíamos palomitas y helado de chocolate. Al fin y al cabo, una terapia a lo noche de chicas sin pensar en nada ni en nadie más era una de las cosas que Angie más necesitaba en aquel momento, y también yo, que había decidido ignorar todo lo que había ocurrido a mi alrededor aquel día y tenía la esperanza de que mañana, al despertar, todos nuestros problemas se hubiesen desvanecido.
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Ni contigo ni sin ti
Novela Juvenil¿Cómo decidir qué chico te conviene cuando no eres más que una universitaria desastrosa e indecisa? Ariadna creía tener muy claro desde el principio su amor por el Thomas, el rómantico empedernido, hasta que el mujeriego Wesley apareció en su vida p...