Sembrando al caos

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Las ocho de la tarde. Me había propuesto a mí misma que en exactamente una hora me dirigiría hacia la fiesta en el campus de la universidad en la que mi situación con Thomas se resolvería. O no. Algo en lo más profundo de mí me decía que no iba a ser tan fácil, que una vez más habrían problemas de por medio. Y estaba en lo cierto.

Aún en el apartamento, bebiendo vino y más vino con mis compañeras Ale y Angie para suavizar la situación, las cosas se ponían cada vez más feas.

-¡Otra copaaaaaaa caballero!-Le ordenó Angie a su acompañante para la fiesta, un nuevo chico también digno de un concurso de belleza llamado Jon.

-No quiero no quiero no quiero ir.-Solté rápidamente, ya afectada por los efectos del vino.

-¡Venga ya, Ari, si te mueres de ganas por saber lo qué ese don Juan con máscara de romántico empedernido tiene que decirte!-Exclamó Angie a los cuatro vientos.

-No lo llames así, no es ningún don Juan.-Me quejé con voz de niña pequeña.

-Bueno, el haberse liado con dos de las chicas presentes en el top 20 de tías buenas de periodismo en menos de un día, eso le convierte en un don Juan, ¿a que sí, Jon?-Angie le acarició entonces la mejilla a Jon y le acercó hacia ella, dándole un pico.

-Steffan ya debería estar aquí. Me voy a quedar sin pareja para el concurso de baile.-Se quejó entonces Alejandra, sumida en sus pensamientos.

-¿Steffan, el friki de cuarto, en serio, Ale?-Se mofó Angie. Empezaban a irritarme sus comentarios tanto como a Alejandra.

-Es un magnifico bailarín de salsa. Eso es todo. No pienso liarme con él.-Se escusó.

-Tú decides… O ganas el concurso o pierdes tu dignididad.-Soltó entonces Angie una gran carcajada de burla. Ale y yo nos miramos con complicidad, dispuestas a matarla de un puñetazo.

-Será mejor que nos vayamos, dile a Steffan que te espere directamente allí.-Propuse. Ya no podía aguantar los estúpidos comentarios de Angie ni un minuto más. Cuando bebía se volvía aún más insoportable, que ya era difícil.

Alejandra me siguió y Angie y Jon no tuvieron más remedio que hacerlo también, agarrando la cuarta botella de vino, que aún estaba llena, y saliendo de la casa cual vagabundo borracho haciendo eses.

Después de treinta largos minutos insufribles al lado de una ebria Angie, una deprimida Ale y un cabeza hueca musculitos, por fin llegamos a la fiesta, repleta de jóvenes universitarios aún más alcoholizados. El suelo estaba ya lleno de botellas y vasos vacíos, se notaba un importante olor a marihuana y el grupo de rock más famoso y a la vez el único mínimamente decente de la uni había empezado a tocar al son de los gritos de sus “groupies”. Me horroricé a mí misma por encontrarme en tal ambiente, repleto de personas hormonalmente alteradas dispuestas a encontrar alguien con quien compartir la alteración en sí misma. Supuse que Thomas y sus amigos estarían donde la zona de barras, intentando emborracharse también. Sin ni siquiera proponerlo, los cuatro nos dirigimos poco a poco hacia allí, en busca de mi amor perdido.

Llegamos a la barra de mojitos y Angie se puso como loca, pidió un mojito para cada uno y acto seguido nos quedamos allí de pie, sin saber muy bien qué hacer. Miré a mí alrededor disimuladamente pero no vi nada más que caras desconocidas, a excepción de algunas personas de mi curso con las que no había hablado nunca. Después de acabarme mi mojito y haber aguantado las impertinencias de Angie durante unos minutos más, por fin la cosa se puso interesante.

-Hola chicos.-Dijo Wesley, apareciendo de la nada. Angie le miró algo incómoda, después de todo lo acontecido en su fiesta de cumpleaños pero intentó saludarle de la forma más natural posible, sin levantar sospechas. -Ari, ¿Podemos hablar?-Me preguntó. Puse los ojos como platos, no esperaba que Wesley, con lo enfadado que se suponía que estaba conmigo, tuviese algo que decirme.

Ni contigo ni sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora