Noches frías y oscuras.

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"La música suena, música lenta y cadenciosa.
El humo de los cigarros y los puros se concentra como una nube sobre nuestras cabezas y el murmullo de las conversaciones y las risas llena cada rincón de este maldito antro del pecado. El viejo toma asiento con dificultad en unos de los reservados que siempre tienen a su disposición.

Es uno de los mejores clientes de este sitio.
Se sienta con dificultad ayudándose de su bastón, ese que tanto odia llevar y con el que tantos golpes me ha dado.

—¡Niña! —grita a una de las chicas, Gisela—. Trae whisky. Rápido —ordena y la chica asiente y corre por la botella.
Aquí todos saben, al igual que yo he aprendido en estos años que llevo con él, que no hay que hacerlo enfadar.
Pone la botella y dos vasos en la mesa y los sirve.
Odio esta puta bebida.
—Bebe. —Me ordena con esa voz fría y escalofriante que no deja lugar a réplica.
Cojo la copa y la vacío de golpe.
Aguanto las ganas de dar una arcada y dejo que el sabor amargo pase lentamente mientras se me hace la boca agua y trago saliva lentamente.
Frederick, el dueño del lugar pone a una chica joven, de mi edad, frente a nosotros.
Ella nos mira un poco nerviosa, pero sonríe.

—Estos son mis mejores clientes. Trátalos muy bien —le dice y ella asiente.
¿No debería estar estudiando esta chica?

—Desnúdate. —Le ordena el viejo. Ella titubea y aprieto los labios.

—¿Aquí, delante de todos? —murmura.
Contengo el aire y miro de reojo al viejo que empieza a perder la paciencia.

—¡Sí! Aquí —grita el viejo—. Que todos vean para lo único que vales, y para lo único que valdrás en la puta vida. ¡Desnúdate!
Ella empieza a hacerlo con manos temblorosas. Desabrocha el botón de su corto vestido y lo deja caer.
Tiene un cuerpo bonito, pero me gustan con más pecho.
—Ven aquí. —Se pone de pie y tira de ella apoyándola en la mesa. La chica chilla cuando le pega un azote en el culo—. La próxima vez que te pida algo —la vuelve a golpear— ...lo haces.
Miro al frente.
—Tú. —Me llama a mí—. Mira esto. Aprende de una vez como se trata a una mujer. —Se saca el cinturón y la golpea con él. No muy fuerte por que la chica, no llora. Más bien gime—. ¿Ves? —La vuelve a golpear y esta vez suena un poco más fuerte, pero ella no se queja—. Las mujeres no sirven para nada. —La vuelve a pegar. Esta vez la chica si cierra los ojos de dolor—. Es una desgraciada igual que tú madre. Ha abandonado a su hijo para estar aquí esta noche. —Aprieto los labios. Ella se mantiene callada—. A las mujeres nada le importa, solo buscan que las satisfagan y les des muchos lujos.
Vuelve a pegarle, y otra vez.
—Sigue tú. —Abro los ojos como platos y él endurece aún más la mirada, se lo que pasará si desobedezco. Me pongo de pie y cojo el cinturón.
—Vamos, pégale. —Trago saliva y espoleado por el miedo que le tengo al viejo lo hago—. Más fuerte. A ella le gusta. —El corazón me late con fuerza en el pecho. Él coge mi mano y me la pone en el coño de esta mujer. Entra con facilidad—. ¿Ves? Esto es lo que les gusta. —Se ríe. Siento los músculos engarrotados—. Es para lo que sirven. —Vuelvo a pegarle y ella gime y se me pone dura—. Es una zorra, debería estar en su casa cuidando de su hijo, y sin embargo mírala. —Aprieto la mano en el cinturón.
—Igual que tú madre. Todas abandonan a sus hijos en busca de los lujos y el placer. —Gruño y siento la rabia por mi cuerpo.
—Pégale. Son todas iguales. —Lo hago y ella gime y mi polla empieza a doler—. Más fuerte. —Lo vuelvo a hacer con fuerza y la adrenalina empieza a correr por mis venas. Suelto el aire de mi cuerpo liberando la tensión de mi asquerosa vida—. Otra vez —dice el viejo y vuelvo a hacerlo.

Ella grita y cierro los ojos deleitándome con el sonido. Tiro el cinturón y me desabrocho la bragueta, me pongo un preservativo y se la clavo de golpe casi tirándola de la mesa.

Todas las cosas que nunca te dije.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora