Capítulo 6: Bienvenida a Esmeralda.

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El sol asomaba su primer lucero sobre los pastizales, bañando así a los viajeros de Froilán y Farion. Los mercantes ya se encontraban despiertos, avivando una brasa que se había mantenido desde la noche, un poco de alcohol destilado en un paño viejo y algunas ramas secas fueron suficiente para encender un fuego humilde, y así preparar una infusión para poder beber todos.
Una vez despertaron todos, fueron acercándose donde los mercaderes, quienes gustosos servían aquel brebaje mañanero y a su vez Froilán, partía pan de los suministros y se lo entregaba a sus compañeros, incluyendo a los 3 nuevos conocidos.

-Este es el plan, una vez cruzados los muros debemos pagar un impuesto, me parece que es de 2Lendras por cabeza y otros 2 por bolso, así que pre...

-Error -Aneel interrumpió las indicaciones de Froilán- El impuesto ha aumentado tras acabar la guerra, el costo es de 7Lendras por bolso, y 5 por persona o animal de carga.

-Espera... Entonces si es el caso... Somos 30... -Empezó a balbucear Froilán mientras sacaba cuentas con sus dedos - Traemos tres mulas con 3 bolsos de viaje cada uno... Entonces son tres veces siete son veinte...

-Son Veintiuno por los bolsos de cada mula, Froilán. El total son 438Lendras de impuesto para todos... -Se expresó preocupado Farion, mientras observaba el morral de monedas que poseía- Nos faltarán 150Lendras para poder ingresar...

Aguardó un silencio incómodo, los presentes estaban indecisos, y en su pensamiento estaba el temor de quedar fuera de visitar a sus seres queridos. Los mercaderes estaban sintiendo la tensión del momento, pero no podían arriesgar el dinero de su esfuerzo en apenas unos conocidos de parada. Todo apuntaba que no podrían pasar las fronteras, pero una voz habló atravesando la tensión.

-Tienen cosas que pueden vender ¿No es así? -Era Felipe qué había recordado la charla que tuvo durante la noche- si trajeron pieles para vender puede y las puedan cambiar por suficientes Lendras en algún pueblo cerca de la frontera...

- ¡Es Verdad! -Exclamó Froilán- Si pasamos unos dos o tres con las mulas podremos vender la mercancía y podamos cruzar, pero... ¿Querrán pagar tanto por pieles?

-Nada perdemos con intentarlo -Se expresó un joven de tez oscura y cabello largo y lacio- ¿Pero quienes irán a cambiar las pieles?

-Yo iré, Kenneth.

-No, debes quedarte con el grupo, Froilán -Sentenció Farion- Ellos están a tu cuidado, si algo pasa sólo tú puedes defenderlos en casos de gran peligro. Mejor permíteme ir junto a Kenneth y Luis para tener mayor cobertura para así encontrar un vendedor lo antes posible.

-Está bien... -Dijo inconforme Froilán entendiendo su posición de líder de viaje y la responsabilidad que esta conllevaba.

Terminada la charla, siguieron hablando mientras bebían la infusión preparada por los mercaderes, la cual estaba ayudando a superar la resaca que algunos aún sufrían por la noche anterior.
Pasada una hora ya tenían levantadas sus cosas y se pusieron en marcha hacia las puertas de admisión a Theris. Seis filas con gran cantidad de personas estaban al frente, muchas personas entraban a diario al reino. Muchos iban a comerciar y otros a visitar por algunos días a familiares y amigos; aquellos que no cumplían los requisitos eran tirados a un lado sin permitirles entrar, algunos regresaban a sus pueblos resignados y otros persistían algunas horas pero en vano.
El tiempo se hacía, y el turno de Farion se acercaba, acompañado por los jóvenes Luis y Kenneth. Preguntaron sus nombres, de donde venían y si traían el tributo al Rey. Una vez respondida las preguntas pagaron y se les entregó un documento sellado para poder andar libremente por el reino, tendría validez por tres semanas, podrían salir y entrar sin problema siempre que esté dentro del plazo señalado y portaran el escrito certificado; de igual modo se les indicó que para renovarlo podrían ir a una milicia en cualquier cuartel y pagar el tributo de 7 Lendras por persona y animal. Cruzaron la frontera junto a las bestias de carga, del otro lado del portal de admisión, varios soldados estaban vigilando desde lo alto de la muralla y en las torres, cada persona caminaba por aquellas planicies verdes, trazando rutas hacia los pueblos cercanos y aquellos más lejanos. Tomaron la ruta a un pueblo cercano: Esmeralda, cuna de la casta del mismo nombre.

Media hora caminando fue suficiente para ver aquel pueblo mítico, casas de piedra y metal, hornos encendidos todo el día, calles perfectamente construidas en piedra tallada y hogar de la casta más orgullosa de todo Cohrd: La Casta Esmeralda, señores del martillo, del metal y del fuego.
Entre más se acercaban a la entrada los cantos eran recordados por el joven Kenneth, aquellos donde un Esmeralda enamoraría a una Reina de Fuego -un tipo de Luciérnaga que es capaz de calentar donde se pose y a su vez incinerar cualquier superficie donde esté descansando si ésta es alterada, siendo ésas llamas imposibles de apagar hasta consumir donde sean liberadas, ya sea madera, hierva e inclusive rocas, seres vivos y la misma agua de algún lago- y con ese poder obtendrían el poder de una energía salvaje: El Fuego. Éste poder fue usado para impulsar la creación de armas poderosas y resistentes, considerando aquél fuego como Sagrado y el cual es mantenido vivo hasta la fecha en un horno especial creado con roca tallada y recubierto por dentro por la piel de miles de Reinas de Fuego, uno de los materiales inmunes a esa llama.

El camino se había acabado y un letrero de bienvenida se erguía junto al camino...

"¡Bienvenido al pueblo Esmeralda, hogar de la Casta más trabajadora y perfeccionista de todo el continente!
No olviden pasar por alguno de los armeros del pueblo, es pura calidad de fabricación..."

-Señor, llegamos.

-Sí, Luis. -Dijo Farion- Éste es el pueblo más cercano, tomen una de las pieles y pregunten en los locales cuanto pagarían por ella y nos reuniremos en la plaza que está al centro en 20 minutos, nos están esperando así que hay quedarnos prisa...

[Pausada Indefinidamente]El Réquiem de la Luz: La Alquimia DivinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora