Prologo

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Ese día era muy caluroso. A pesar de que se habían reunido todos los presentes. No podía evitar recordar el tiempo de guerra. El sonoro rugido de las caracolas y el retumbar de los tambores de piel de ciervo. Si cerraba los ojos nuevamente las escenas de la batalla legaban hacia mí. Los plumajes de las intrincadas armaduras acolchadas de mis guerreros desperdigadas por los pastizales. Aquellas plumas de mil aves de colores yacían entre el lodo y la sangre. 

El rugido de mis hombres, mitad hombres mitad jaguares que inspiraban miedo en el corazón de nuestros enemigos. Y la velocidad de nuestros aliados los guerreros águila quienes con rapidez y valentía habían tomado por sorpresa al jefe de guerra de nuestros enemigos. Y había atravesado su corazón con la lanza de obsidiana. 

La piedra negra hacía resplandecer los rojos filamentos de la sangre de su corazón. Pero donde todos vieron victoria y gloria. Yo vi un augurio. Los dioses no estarían felices de no devorar el corazón de nuestro enemigo. Mientras todos celebraban yo temía la cólera de los dioses. Así habló Cuauhtlahuac Rey de Iztapalapa.

La celebración estaba en su máximo apogeo, desde los tejados de las casas la gente lanzaba pétalos de flores sobre aquel ligero viento primaveral. Desde las canoas de los canales y las chinampas los granjeros y los pescadores vitoreaban a los guerreros que regresaban a casa. Y en la plaza del templo mayor se había reunido toda la gente. Tenochtitlan tendría unas 300,000 personas viviendo. Al menos 100,000 de ellas se habrían reunido pues la escena desde lo alto del templo parecían ser hormigas ante la miel.

--Si se pudo, si se pudo. —dijo el hombre mientras ponía su mano sobre el hombro de Cuauhtlahuac. Desde joven Moctezuma siempre tuvo un apretón débil. Y se hubiese podido arreglar si Moctezuma hubiese decidido utilizar sus manos para empuñar la macana y la lanza. Pero el hombre había estado más interesado en tocar la flauta y hacer el amor a las mujeres.

 El hombre era bien parecido, mucho más que Cuauhtlahuac. Mientras que su cara era grande y redonda con una nariz bulbosa y aplastada con gruesos labios y ojos pequeños la de Moctezuma era alargada con un frondoso bigote azabache.

--Ya estamos listos mi emperador. —dijo el sumo sacerdote. —El hombre era aterrador un hombre sacado del inframundo. Puesto que pintaba su piel de pintura negra y sobre esta dibujaba la silueta de un esqueleto.

 Un hombre que caminaba entre los vivos y los muertos. Pero esto no era lo que hacía peligroso a este hombre, si no la cercanía a la que hablaba al oído de Moctezuma. El Sumo Sacerdote tomó el penacho del emperador y lo colocó sobre la cabeza del gran regente. Moctezuma entonces enderezó lo más que pudo su espalda y salió a saludar al pueblo. Los vítoreos de la ciudad eran tan grandes que parecían las olas del mar encrespado al chocar contra las rocas.

--Ese hombre es peligroso. —respondió Mixcotl. El hombre había sido uno de los asesores de Moctezuma y había sido amigo de la infancia de Cuauhtlahuac también. –Cada palabra que dice parece ser miel para los oídos de tu hermano.

--¿Qué es lo que dice El Consejo Mixcolt? —preguntó Cuitlahuac.

--Nada bueno, dicen que Moctezuma se ha vuelto débil. Que deberían elegir a alguien más, alguien más fuerte, alguien...

--¿Alguien como yo? —le preguntó Cuauhtlahuac.

--Eh oído inquietantes historias, desde el mundo maya. —respondió Mixcotl.—Historias montañas que andan sobre el agua y hombres que visten metal.

--Son solo historias. Un golpe de estado no es la opción. Moctezuma es mi hermano mayor. Y como su hermano menor mi deber es arrodillarme ante él. Si tú no eres, Alguien más debe subir al poder. Chimalpopoca es todavía muy joven para gobernar. Los hijos de Moctezuma harán sangrar esta ciudad si no hacemos algo pronto. Cuauhtlahuac, tu eres el rey de Iztapalapa el ejército te sirve a ti, si llegase el momento de actuar...

--Él momento no será hoy. —respondió Cuauhtlahuac y puso su mano sobre el hombro de su amigo. –Hoy todos somos hermanos, festejamos con nuestros hermanos, recordamos a nuestros caídos y continuamos.

--¿Y mañana que Cuauhtlahuac?, No te sorprendas si El sumo sacerdote y la guardia del cráneo termina con el control de la ciudad, del imperio.

--Si eso pasa, entonces tendrás lo que quieres Mixcotl y guiaré los ejércitos de los mexicas contra los de mi hermano. Y entonces cumplirás con tu profecía de hacer sangrar esta ciudad.


Una historia sobre la bienvenida al nuevo mundo

Sobre la ciudad que florece dos veces en el lago

Sobre los días más felices

Sobre la Noche que inició la Conquista

Sobre la guerra...

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AGNOSIA DE DOS MUNDOS

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