Capitulo 10|De Ambiciones, Traiciones y Engaños

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TENOCHTITLAN

IXTETLI

Durante los últimas noches no había dormido mucho, Desde que había visto a esa estrella caer de los cielos, significaba un mal augurio para todos. Y en las noches Ixtetli era asaltada por pesadillas, serpientes monstruosas que reptaban entre sus piernas mientras se encontraba en la total oscuridad. 

   A su alrededor el sonido de la guerra y la muerte, el clarín de las caracolas y el tambor de guerra. podía ver en las sombras los estruendos de la guerra. veía a los hombres de hierro con grandes alas de murciélago escupiendo por sus lanzas truenos y fuego. Pero luego vio levitando en medio del cielo un palacio. De entre toda la oscuridad vio el palacio de los dioses. Que luego empezó a caer y antes de morir aplastada por el monumental palacio despertaba.

    El temor de volver a soñar aquellas pesadillas era lo que la mantenía despierta por las noches. Por lo tanto en la noche se quedaba velando hasta la madrugada, mirando desde su ventana en el segundo piso hacia la ciudad. Veía las canoas alumbradas por las antorchas patrullando los canales. Y las gigantescas hogueras sobre las torres que iluminaban las calles de la ciudad. Y al otro lado del lago que yacía negro por la oscuridad de la noche, podía ver a la ciudad de Texcoco. Donde debía estar residiendo el príncipe Cuauhtémoc.

    "¿A caso estará dormido?" pensó Ixtetli "¿En que estará soñando?, ¿Acaso en las batallas por venir? ¿Estará soñando con alguna mujer?" se había preguntado Ixtetli. Continuaba mirando por la ventana. Entonces se levantó del marco de la ventana y fue camianando, fue cuando vio a los demás señores. Reunidos al lado del emperador. Ixtetli se ocultó detrás de la columna de piedra que soportaba los techos y desde ahí miró. Los regentes entraron a la sala del trono. Había algo inusual en el comportamiento de los regentes.

La chica entonces se quitó las sandalias y comenzó a escalar la columna tallada. Desde que era niña había escalado los palacios junto con el príncipe Cuauhtémoc. La chica subió y luego camino por una de las vigas hacia el muro y luego descendió con extrema cautela hacia una de las habitaciones que habían sido cerradas después de la muerte de Axcayatl el padre de Moctezuma. Eran las mismas habitaciones que las sirvientas usualmente usaban para encontrarse con los guardias del palacio. La chica entonces miró por la apertura que había en la pared.

En la junta se encontraba el emperador, el rey Cuauhtlahuac, el príncipe de Tlacopan Mixcotl y el aterrador Sumo Sacerdote Tezomoc. Se habían reunido apenas Mixcotl había arribado al lago.

--Bien Mixcotl dime, ¿Cómo es Quetzalcoatl?—le preguntó Moctezuma.

--Mi emperador, yo no creo que estos hombres son dioses.—dijo Mixcotl.—Son avariciosos, y de corto temperamento. Se abalanzaron sobre el oro y la plata, pero no parecieron interesarle las telas ni las plumas, ni tocados. El hombre Hernando Cortés quien esta al mando dice servir a un tal rey Carlos V. dudo que un dios le sirva a ningun hombre.

--¿Tal vez este Carlos V sea un nuevo dios.—dijo Tezomoc.—Sabemos que vino del mar del este donde no hay tierra de nada.—dijo el sumo sacerdote

--¿Y los regalos que le dieron a Quetzalcoatl son suficientes para calmar su ira?—preguntó nuevamente Moctezuma.

--Alteza no es ira lo que los motiva si no avaricia, ellos quieren seguir hacia la ciudad, dicen que quieren conocerlo y agradecerle por sus regalos.—dijo Mixcotl.

--No, no podemos permitir que continúen avanzando hermano.—dijo Cuauhtláhuac.

--Estoy de acuerdo con Cuauhtláhuac.—dijo Mixcotl.--No podemos permitirles acercarse a la ciudad.

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