Capítulo 16

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Luego de que todos hayan cenado incluyendo la pequeña Uchiha, los niños se retiraron a dormir con un Boruto a regañadientes de que justo ahora su padre haya aparecido con ese maldito aire paternal que solía tener cuando eran pequeños, después de todo el daño que había causado... Claro que lo entendió después de que Himawari le contó sobre el regalo de aniversario que ambos habían pedido para sus padres, intentaban aligerar el daño que recibiría la niña pero... Fingir que todo estaba bien y que de la nada se separen... ¿No sería un impacto más fuerte para su hermanita?...

Los mayores se sentaron el cama que anteriormente habían compartido innumerables veces, el aire tenso podía cortarse con un cuchillo e incluso Naruto se sentía un poco incómodo, ambos se sumieron en sus recuerdos de cuando eran felices, de cuando eran dos jóvenes enamorados que planeaban estar juntos hasta que la muerte los separe ¿en qué momento todo eso cambió? Un suspiro melancólico escapó de los labios rosados femeninos, el rubio sentía la culpabilidad carcomerlo por dentro, hace mucho no se tomaba el suficiente tiempo para estar con su família de ese modo, demasiado tarde quizá para darse cuenta de lo que ya perdió.

-Naruto-kun...-

-Hina-chan- Hablaron los dos al mismo tiempo.

-L-Lo siento


-Perdona- Volvieron a hablar al unísono.

-Tú primero


-Adelante Hime- Y como si fuera obra del destino volvió a repetirse.

Tanto Hinata como Naruto comenzaron a reír de aquélla ironía, se notaba que ambos estaban nerviosos, las risas aligeraron el ambiente extraño que se había formado entre los dos, la calidez en sus corazones se exparcio por todo su cuerpo como una llama ardiente que logró sonrojarlos; tal y como pasaba en sus primeros días como pareja, los recuerdos volvieron a golpearlos fuertemente dándoles un golpe bajo que ninguno de los dos esperó, la culpabilidad se apoderó del Hokage causando que tome las manos de la Hyuga para mirarla a esos perlados ojos que tenían un brillo característico que los hacía sobresalir del resto de los demás integrantes del Clan, el corazón de la fémina se aceleró al ver a su esposo de esa manera, por alguna razón una pequeña chispa de esperanza apareció en su corazón; una que quería apagar, debía hacerlo.

-Hinata-chan...- Subió su mano derecha a la mejilla de la peliazul acariciando suavemente la zona con el dedo pulgar.

La nombrada cerró sus ojos disfrutando del tacto que logró prender fuego cada pequeña parte de su cuerpo, el de cabellera dorada fue acortando la distancia de manera lenta entre ambos sin dejar de mirar ese dulce rostro de ángel al cual tantas veces le había jurado amor eterno, ese que tantas veces le dio la bienvenida con una cálida sonrisa tal y como lo había soñado desde que era un niño al cual todos despreciaban, su corazón hizo fricción en su pecho causandole una punzada de dolor que le provocó un picor en sus ojos, las orbes perladas finalmente de abrieron permitiendole deleitarse con ellos, la Hyuga no podía estar más confundida, esos ojos color safiro que siempre demostraban una determinación admirable ahora estaban tan turbios como el océano en medio de una tormenta, sintió como la mano se deslizó un poco más abajo ahora tocando sus labios, el tacto tan gentil quemaba como los mil infiernos, ese infierno al cual tantas veces fue en vida para recorrerlo junto a su amado, lo peor es que seguía disfrutando de esa sensación que aún causaba en ella.

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