Capítulo 19

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[...]

Un cruce de miradas fue suficiente para que los latidos de sus corazones se aceleraran a un ritmo en que ambos lograban formar una sintonía única de la cual nadie podía oír, nadie más que las dueñas de ellos, un negro tan hinoptizante como el del resto de su clan, un negro en el cual es fácil perder hasta la noción del tiempo, un negro que era tan frío como las noches de invierno, ése mismo contrarrestaba contra el violeta tan amable, un violeta que en su momento había estado plagado de una venganza absurda, un violeta cálido, acogedor, uno en el cual sentía el apoyo suficiente para ser felíz, para ignorar el resto de sus problemas, ése violeta era su única y exclusiva luz.
La comodidad que la inundaba en ése momento a la pelinegra era demasiada, si ella tuviera que describir una de sus sensaciones favoritas; sin duda respondería lo hermoso que se sentía recostarse sobre el regazo de Sumire, era como una leve adicción de la cual nunca se cansaba, una sonrisa cálida se formó en los labios de la Kakei lo que sorprendió a la Uchiha, esas sonrisas las amaba, tan llenas de un sentimiento del cual las confundía a las dos pero que sin dudar era amor, de repente ambas se levantaron al sentir chakras cerca puesto que de alguna manera sentían que estaba mal, ése tipo de amor que se tenían ante los ojos del mundo shinobi aún era mal visto, si bien algunas personas lo aceptaban... Habían otras que no.

—¡Sarada!— Ése solo grito le heló la sangre a la mencionada.

Una mujer de cabellera rosa despampanante apareció ante ambas con un brillo de tristeza en sus ojos jade, la Uchiha se adelantó unos pasos dejando a Sumire detrás de ella como si su madre biológica fuera un peligro, aquél sentimiento de rabia apareció en Sarada causando que su sharingan se active, la impotencia, la tristeza y el dolor que sentía al sólo ver a su madre era demasiada, la verdad que a la Haruno el pasar tiempo el día anterior con Rock Lee y su hijo le había removido los recuerdos, quería recuperarla, a su única niña.

—¿Qué quiere una "mujer" como tú ahora?— Aquél tono logró hacer sentir más culpable a Sakura aunque eso no quitó que la haya ofendido.

—Ya basta, soy tu madre y me tienes que respetar Sarada— A pesar de haber fruncido un poco el ceño, su expresión seguía en una de estar arrepentida, le dolía.

—El respeto se gana, mamá— Hizo una pausa, sus ojos se llenaron de lágrimas y tomó aire antes de continuar. —¿Qué respeto puede tener una mujer que engaña a su marido en su propia casa y destruye una familia?

Las lágrimas no tardaron en salir de las cuencas esmeraldas lo que sorprendió a la usuaria del sharingan mas no lo demostró, Sakura secó sus lágrimas inútilmente debido a que seguían saliendo una tras otra, su pecho ardía como los mil infiernos y la tristeza que la embargaba era tanta que ya no aguantaba, sus rodillas flaquearon y cedieron ante la cruel gravedad que se empeñaba en desplomarla, ahí yacía, arrodillada frente a su hija quien no estaba más que decepcionada, le dolía ver a la mujer que la crió de esa manera.

—Se que me equivoqué... Pero puedo remediarlo, puedo intentar ser alguien mejor pero sólo no me odies, mi amor... Eres mi dulce y adorada niña...— No tenía idea de dónde había agarrado fuerzas para hablar, su garganta quemaba, en ése momento sentía que estaba a punto de desmayarse, demasiado estrés y quizás depresión.

—D-Déjame pensarlo... Yo... No estoy segura...— La azabache retrocedió unos pasos mientras intentaba contener sus lágrimas, le dolía tanto toda la situación... Pero su madre había causado mucho daño.

Las orbes de la Haruno pesaban, querían cerrarse sin su consentimiento, se levantó como pudo para no desmayarse pero en cuanto sus piernas volvieron a flaquear, sólo cerró sus ojos esperando el fuerte impacto porque todo su cuerpo se sentía pesado, días sin comer ni dormir bien le estaban pasando factura.
El golpe nunca llegó, una calidez la recorrió al saber que su hija impidió su caída pero grande fue su sorpresa al notar los ojos de una niña de cabello violeta con los ojos llenos de lágrimas, compasión, una compasión tan grande que la hizo sentir vulnerable, Sumire abrazó a la Haruno con fuerza volteando su cabeza dedicandole una mirada a Sarada que ella comprendía muy bien, la peli-violeta era alguien muy bondadosa cuando se trataba de el sufrimiento ajeno, estaba segura que le pedía a gritos que le de la oportunidad a su madre.

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