Habían pasado ya algunos días desde esa noche, y necesitaba con urgencia algún trabajo, cualquier cosa por más mínima que fuera, necesitaba esa adrenalina para poder dejar de pensar un poco.
Carlitos había llamado a Renato, quien le grito que no quería ver a ninguno de los dos por un buen tiempo, ya que había rendido mal su examen. Ramón sintió lastima por él, pero la realidad era que tenía que ir a buscar el auto que había quedado estacionado en la puerta de su casa.
En la oscuridad de la habitación intentaba contar ovejas para poder conciliar el sueño, no había podido dormir bien desde esa noche. Carlitos estaba acurrucado contra su cuerpo, respirando tranquilamente, y lo envidiaba, jamás había podido volver a encontrar esa paz desde que lo había conocido.
Los pensamientos eran recurrentes, esa noche en el auto lo había marcado, sentía que nada iba a volver a ser igual, en cambio Carlitos despertó al otro día como si nada hubiese pasado.
A la mañana siguiente, cuando despertaron, Renato ya no estaba en la habitación, dejándoles más lugar en la cama que era de ellos, y había sido usurpada por ese intruso.
Sin embargo, cada vez que pensaba en lo ocurrido en ese auto su cuerpo reaccionaba, no podía negar que había sido una experiencia placentera y físicamente exquisita... pero emocionalmente devastadora.
No podía dejar de pensar en sus besos, en esos besos que le habían hecho girar la cabeza, y no eran precisamente los besos de Carlitos.
Intentaba apartar a Renato de sus pensamientos, intentaba volver a odiarlo de nuevo, pero comprendió que él era otra víctima de la sensualidad y manipulación de Carlitos, a quien había protegido en el reformatorio, a quien le había enseñado el placer, y quien estaba usando todas esas armas en contra de ambos, como buen asesino que era.
El chico tenía algo extraño que le hacía acordar a Federico, el color de su pelo, la forma de sus ojos, el tono con el que hablaba, la manera de caminar, la inteligencia que poseía, la cantidad de libros y discos que había en su casa. También le recordaba a Carlitos, la actitud despreocupada, la sinceridad, la libertad plasmada en su cara y su juventud, la pasión con la que demostraba sus deseos. Era como una mezcla perfecta de los dos hombres que lo habían atraído.
Amaba a ese pendejo, lo amaba más que a nadie, y lo apretó aun más contra su cuerpo pensando que así podría esfumar al otro chico de su mente.
-¿No podes dormir? – le pregunto con voz dormida.
-No.
-Hace varias noches que no podes.
-A veces me pasa, no es nada grave.
Carlitos se abrazó más a su cuerpo y comenzó a besar su mejilla, descendiendo lentamente a su cuello.
-¿Queres que invitemos a Renato el fin de semana? – le propuso.
Cerró los ojos con fuerza, intentando esconder la angustia que estaba sintiendo, el pendejo no iba a parar, le había dado la mano y ya se estaba agarrando el brazo entero. Se habían convertido en una pareja de tres.
-No.
-¿Por qué no?
-Porque con una vez alcanza.
-Pensé que te había gustado.
-¿Tuve otra opción? Estábamos encerrados en un auto.
-Pudiste haber dicho que no.

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PENDEJO /El ángel/
FanfictionCarlitos siempre puede volverse un poco mas psicópata. Ramón lo sabe, y así le gusta.