Le gustaba la noche, le gustaba hacer cosas por la noche, si él pudiera viviría de noche. La noche tenía esa aura extraña y permisiva que les daba la libertad de hacer lo que quisieran sin ser vistos, la adrenalina y excitación de lo prohibido que los demás se perdían por dormir, ellos podrían dormir cuando estuvieran muertos. La gente cambiaba cuando se hacía de noche.
Entrar a la ferretería había sido pan comido, estaba regalada. Carlitos entro trepando como gato y él se quedó esperando afuera, como lo hacían siempre.
Ramón se sobresaltó al escuchar el sonido seco de un disparo en el silencio de la noche, y su corazón empezó a acelerarse producto del miedo. Miró hacia un lado y el otro pero al parecer solo él se había percatado del sonido, el resto de los mortales dormía. No era muy ágil escalando árboles, pero su desesperación lo hizo subir por el tronco a como diera lugar, ni siquiera le importaba el ardor que sentía en sus manos producto de los raspones y lastimaduras que le estaba dejando el árbol y el tapial de cemento.
Sacó su arma ni bien salto al pequeño patio trasero de la ferretería. La puerta estaba abierta, lo que quería decir que Carlitos estaba adentro. Su corazón latía con fuerza, sus rodillas temblaban, y por dentro le rezaba a alguna divinidad de la cual no creía para que Carlitos estuviera bien.
La puerta de entrada seguía cerrada, osea que Carlitos no había llegado hasta allí para abrirle, vio una luz detrás de una puerta al otro lado del mostrador y, muy sigilosamente, se fue acercando. Pudo ver algunas gotas de sangre cuando la luz se lo permitió, y pensó que iba a vomitar de lo nervioso que estaba.
Estiró su brazo y apunto con su arma, listo para disparar a cualquiera que pudiera aparecer. Necesitaba encontrar a Carlitos sano y salvo antes de desmayarse de la angustia.
Se pegó un susto de muerte cuando alguien lo tocó por atrás, era Carlitos, y no pudo evitar el impulso de abrazarlo.
-¿Estás bien? – le pregunto, mirando su cuerpo para comprobar que no estuviese herido – escuche un tiro.
-Hay un custodio, me vio. Le disparé pero le dio en el brazo.
-Rajemos ya.
-¿Sos loco?, te digo que me vio.
Odiaba cuando Carlitos mataba, intentaba buscar palabras para convencerlo de que lo dejen así, de que se tenían que ir, pero sabía que ninguna iba a funcionar. El pendejo se iba a salir con la suya como siempre, pero en una fracción de segundos, todo cambió.
Ramón vio una sombra detrás de Carlitos y, actuando con impulso protector, levantó el arma y disparó. El custodio de la ferretería cayó hacia atrás con un disparo en el pecho, mientras Ramón sentía que todo a su alrededor se le achicaba y no podía respirar.
Carlitos lo hizo salir de su shock, sacudiéndolo por los hombros y llamándolo repetidas veces.
-¡Ramón!, hay que buscar la guita, dale.
No había forma, no podía moverse, no podía quitarle la vista al cuerpo muerto a varios metros de ellos. Sentía que algo se movía alrededor de él, era Carlitos que corría de un lado a otro buscando la plata que les había dicho el entregador.
-¡No hay nada, la puta madre. Acá no hay nada!. ¡Ramón reacciona, mierda!
Reaccionó cuando vio a Carlitos nervioso por primera vez desde que lo conocía. Comenzó a revisar el lugar, a tocar las paredes, el piso, intentando localizar algún lugar hueco donde pudieron haberla escondido. Pero nada, no había nada.

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PENDEJO /El ángel/
Fiksi PenggemarCarlitos siempre puede volverse un poco mas psicópata. Ramón lo sabe, y así le gusta.