El calor del cuerpo de Carlitos se sentía muy bien en esa mañana fría. Le dolía un poco la cabeza y no tenía idea que hora era. Así era la vida de los dos últimamente, vivían de noche, dormían de día, salían por ahí a cualquier hora, robaban lo que querían sin seguir órdenes de nadie, y sobre todo tenían los más maravillosos y satisfactorios encuentros sexuales. Se llevó una mano a su frente para calmar el dolor, y sintió algo raro, en su dedo anular había un anillo de oro, y todo lo sucedido la noche anterior volvió a su mente, lo cual lo hizo sonreír.
Era un hombre casado.
Despertó a los besos a su señora... o esposo, no sabía cómo decirle, que empezó a removerse con una sonrisa en su cara.
-Para... –le pidió.
Eso era justamente lo que no quería hacer, y lo que no iba a hacer. Siguió besándolo hasta llegar a su cadera y jugar un rato con un ombligo antes de meter en su boca el miembro que ya comenzaba a ponerse duro. Le encantaba sentir la mano de Carlitos tirando de su pelo y sobre todo escucharlo gemir por las cosas que le hacía.
Se aseguró de dejarlo bien duro y excitado, escuchando un gemido de queja cuando se alejo de él. Subió nuevamente a besarlo mientras ponía sus dos piernas arriba de sus hombros. Lo penetro lentamente, sin perderse ni un gesto en su cara hermosa, siempre esa mezcla de dolor y placer que lo volvía loco.
Ya conocía cada rincón de Carlitos y cada una de sus preferencias, lo que le gustaba y lo que no. Sabía que prefería tener sexo rápido, brusco, que le gustaba el juego previo, los besos con lengua y las mordidas en el cuello. Pero esa mañana tenía ganas de hacerlo lento, le dolía la cabeza, estaba un poco mareado, y sentía que se estaba olvidando de algo. A él le gustaba tortúralo.
El pendejo ya empezaba a gemir con sollozos, como si en cualquier momento se pusiera a llorar, movía su cadera para indicarle que acelerada un poco sus embestidas, pero él se apretó más a su cuerpo para no dejar que se siguiera moviendo, llevando sus manos a los rulos enredados.
-Más rápido – le susurro sobre sus labios.
Se negó, se sentía muy bien ir despacio adentró de él, y también se sentía bien hacerlo sufrir.
-Sufrí, pendejo – le dijo sobre su oreja, antes de morderla.
-Hijo de puta.
El también estaba sufriendo un poco, porque ya estaba muy cerca, pero no quería ir rápido, quería disfrutarlo, así que siguió moviendo su cadera a ritmo lento, ajustando las piernas de Carlitos a sus hombros. Varios minutos después sintió todas las señales, la respiración agitada, el palpitar acelerado de su corazón, la leve vibración de su cuerpo, como inclinaba su cabeza hacia atrás y cerraba fuerte los ojos. Coló la mano entre los dos cuerpos y con solo masajearlo un momento lo sintió terminar debajo de él, solo ahí aceleró un poco sus movimientos, descargándose dentro de él.
Se quedo descansando sobre su cuerpo hasta que la respiración de los dos volvió a la normalidad, estaba por quedarse dormido de nuevo cuando sintió que tocaban la puerta.
-¡Ya va! – respondió.
No hacía falta preguntar para saber que era la recepcionista que venía a avisarles que había una llamada telefónica, siempre era para Ramón, ninguno de los padres de Carlitos tenía ese número.
-Feliz cumpleaños – le dijo el chico debajo de él.
¡Cierto!, eso era lo que tenía que recordar, era su propio cumpleaños, 21 años, mayoría absoluta y legal. No sabía si era bueno o malo, si llegaba a caer en cana lo juzgarían como adulto.
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PENDEJO /El ángel/
FanfictionCarlitos siempre puede volverse un poco mas psicópata. Ramón lo sabe, y así le gusta.