Parte 11

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Entro a la escuela nuevamente sintiendo que podía ser capaz de matar a todos y cada uno de los presentes hasta dar con Carlitos, pero cuando estaba por entrar al salón de actos los vio venir a los dos de frente, riendo, como si nada hubiera pasado.

-¿¡A dónde te metiste, pendejo de mierda!? – le grito, llamando la atención de algunas personas a su alrededor.

-¡Epa! – opinó Renato.

-Vos cállate pelotudo.

-Estábamos en el campo deportivo.

Ramón frunció el seño, sin creerle, ¿Quién carajo iba a estar en el campo deportivo con semejante frío? Sin mediar más palabra paso por al lado de ellos y se fue para ese lugar, en donde no se le había ocurrido revisar, cuando llegó pudo ver que estaba lleno de personas fumando y conversando.

-¿Qué te pasa, tarado? – le dijo Carlitos detrás de él.

-Me voy.

-No, para. Volvamos adentro.

-Yo me voy ahora, vos decidís si te volves conmigo o te quedas.

-¡Sos un amargado, Ramón!

-¿Yo un amargado, pendejo?, te tengo que ver refregándote con el otro pelotudo, después desapareces y no te encuentro por ningún lado.

Carlitos lo miraba inexpresivo, y eso lo estaba volviendo loco, odiaba cuando no podía descifrar sus intenciones o sus pensamientos, sobre todo porque el chico podía leerlo como un libro abierto.

-Nos vinimos acá a fumar y hablar un poco, nada más.

-Permitime dudarlo.

-¿Estás desconfiando de mi?

-Sí.

Renato llego por detrás de Carlitos, tensando el ambiente más de lo que ya estaba.

-¿Volvemos? – preguntó.

Carlitos le dio una última mirada y paso por al lado de su amigo para volver a la fiesta, Ramón sintió la urgencia de tomar el arma y darle un par de tiros... a los dos.

-Yo no me meto con hombres casados – le dijo Renato, antes de seguirlo.

Ramón se quedó un rato más en el patio, se prendió un cigarrillo y lo fumo intentando calmar los nervios. Estaba decidido a irse, y así iba a ser. Caminó hasta la salida, se subió al auto y se marcho de ahí.

*

Sabía que era una mala idea, y ya se estaba arrepintiendo antes de tocar la puerta, pero la realidad era que lo necesitaba, necesitaba hablar con él y escuchar sus consejos, luego decidiría el si seguirlos o descartarlos. Hubiese ido a casa de Federico, pero ese pendejo lo había matado.

Su padre le abrió la puerta con cara de dormido, usando una remera blanca y calzoncillos largos.

-¿Qué haces a esta hora? – le pregunto, sonando preocupado.

-¿Me puedo quedar acá?

Su padre no necesito decirle nada, simplemente se apartó y lo dejo pasar. Su mamá apareció en la sala con camisón y el pelo revuelto.

-¿Qué paso? – pregunto asustando, inspeccionándolo como si fuera a encontrarlo herido.

-Nada, vengo de una fiesta que hicieron en la escuela, y me quedaba más cerca venir acá – mintió.

-Ay nene, menos mal, que susto – le dijo su mamá, para darle un beso en la frente y volver a la habitación.

-¿Qué te hizo ese pendejo? – le preguntó su padre una vez que quedaron solos, a él no lo podía engañar.

PENDEJO /El ángel/Where stories live. Discover now