Las pizzerías del bajo flores estaban llenas de gente joven, como todos los viernes por la tarde. Entraron a un local y pidieron una doble de mozzarella y unas cervezas cuando los sentaron a los tres en una pequeña mesa en el rincón del lugar, por suerte la música no estaba tan alta y podían hablar con tranquilidad.
-¿Cómo esta todo por la Industrial? – preguntó Ramón.
-Aburrido – respondió Renato – Al menos el profesor reemplazante de gimnasia está re bueno.
Carlitos rio dentro del vaso de cerveza, mientras que Ramón pensaba que lo que acababa de decir no le causaba ninguna gracia.
-¿Quién más está re bueno? – quiso saber el rubio.
-Perdí la cuenta.
Ramón no lo podía creer, ¿A esos dos le gustaban todos? ¿Podían ser más maricones?, él no se consideraba uno, porque no andaba por la vida mirando hombres, solo había sentido atracción por uno... o más bien dos, pero la realidad era que a veces fantaseaba con volver a tocar unas buenas tetas.
Llegó la pizza y los tres hicieron una pausa para comer, pero el ambiente aún seguía algo tenso.
-¿Ustedes se conocieron ahí? – le preguntó Renato.
-Sí, hace como dos años.
-¿Y se pusieron a salir enseguida?
Ramón intercambio una mirada con Carlitos, dándole a entender que tendría que ser él el encargado en responder.
-No – dijo el rubio – hace poquito.
-¿Y de que trabajan?
-Somos chorros.
Ramón se sorprendió, y no por la respuesta sincera de Carlitos, sino por el desinterés y la normalidad con la que Renato pareció reaccionar ante la información.
-¿Roban cosas grandes? – preguntó.
-A veces si, a veces no.
Ramón miraba a uno y otro que mantenían una conversación de lo más animada mientras comían pizza.
-¿Vos sos chorro también? – preguntó Ramón, curioso.
-No, pero no me molesta que ustedes lo sean, o que otros lo sean.
-¿Y qué haces vos?
-Es un nene rico – intervino Carlitos.
-Callate, tarado. Me gustaría ser ingeniero, como mi papá.
-Eso lo debe poner contento.
El ambiente que había empezado a descontracturarse se volvió a tensar, y Carlitos bajo la mirada a su plato, contorneando su cara en una mueca que lucía similar al dolor.
-Mi papá falleció cuando yo tenía 9 años.
-Uy, disculpa – dijo Ramón, sintiendo ganas de pegarse el mismo.
-¿Qué queres saber de mi, Ramón? – le preguntó Renato, mirándolo directamente a los ojos, adoptando una postura en la mesa lista para resistir cualquier cosa que le pusieran en frente.
-No, nada, estamos charlando, nada más.
-No seas cagón – lo desafío – Acá estoy, aprovechame.
Esa palabra, esa maldita palabra que odiaba y encima pronunciada por ese pelotudo, se sentía con el impulso de arrancarle la lengua. Quería ver que tan lejos podía llegar.

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PENDEJO /El ángel/
FanfictionCarlitos siempre puede volverse un poco mas psicópata. Ramón lo sabe, y así le gusta.