Parte 20

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Había vuelto a soñar con él, como le pasaba casi todas las noches, y sueño tras sueño entendía lo mucho que lo había querido, lo mucho que lo extrañaba. Sin embargo ahí estaba, durmiendo en la misma cama con la persona que lo había asesinado delante suyo.

Se acercaba el primer aniversario de su muerte, ya un año desde esa noche que Carlitos había entrado a la casa y le había disparado en el pecho con la frialdad que lo caracterizaba.

Las cosas entre ellos marchaban con normalidad, lo más normal que se podía estar para dos pibes de su clase, chorros y asesinos. El verano había sido muy redituable, se la pasaron robando casas vacías aprovechando que sus dueños estaban de vacaciones, y por eso habían decidido mudarse y alquilar un departamento pequeño en Olivos.

Había ocasiones en las que sentía que esa relación lo asfixiaba, su personalidad era tan intensa que tenía el poder de elevarlo hasta el cielo, o de maldecirlo y hundirlo hasta lo más bajo del infierno. Por eso a veces se refugiaba en él, solo a veces, cuando salía a dar una vuelta o iba a casa de sus padres, el auto se desviaba solo y terminaba en su departamento. Si Carlitos sospechaba de algo, lo disimulaba muy bien.

-Hay que dejar de hacer esto – le dijo la última vez.

-¿Por qué?, la pasamos bien – le respondió.

-Porque yo no soy Federico.

Sabía que no sentía nada por Renato, que nunca iba a sentirlo, y que solo estaba con él por un recuerdo, el chico parecía sufrir, y a él, egoísta como siempre había sido, no le importaba.

-Queres estar conmigo porque te hago acordar a él.

El chico se levanto y se fue, dejándolo sumergido en sus pensamientos que cada día se hacían más confusos y oscuros.

*

Ese día se levantó y se fue sin decirle nada a Carlitos, ni siquiera se despidió de él con un beso como siempre hacía. Compró un ramo pequeño de flores, de fresias, que eran sus favoritas, y caminó hasta quedar atrás de un árbol.

Alrededor de su tumba había varias personas y un sacerdote diciendo unas palabras que no llegaba a escuchar. Se quedo allí, oculto hasta que terminó la ceremonia, espero pacientemente a que todos se fueran y se acercó. Siempre hacía lo mismo, dejaba las flores y se sentaba en el piso jugando con el pasto mientras recordaba algún momento vivido con el hombre.

-¿Sabes qué Fede? – dijo, mirando la lápida – creo que estuve enamorado de vos.

Él no lo estaba escuchando, nadie allí lo estaba escuchando, pero haberlo dicho en voz alta lo hizo sentir mejor, lo hizo sentir más liviano, como haberse sacado un peso de encima. No sabía a ciencia cierta si era verdad, si había estado enamorado de él, de su personalidad, de la manera en que lo trataba o de su cuenta bancaria, creyó más bien que era una combinación de todas juntas. Lo que si sabía era que con él habría tenido una relación más sana.

Atraso su regreso lo más que pudo, era uno de esos días en los que se sentía asfixiado, se fue a recorrer la ciudad, a almorzar solo, a tirarse bajo un árbol de alguna plaza desconocida, no quería volver, a pesar de que lo amaba no sentía el deseo de verlo, lo cual le estaba pasando muy seguido.

Cuando llego al departamento ya estaba oscuro, y se quedo sorprendido al ver el lugar con algunas velas alrededor de la mesa de la cocina, había un rico olor a comida y el ambiente se sentía acogedor.

-¡Feliz aniversario! – le grito Carlitos con una sonrisa, saliendo de la habitación.

-¿Qué? – pregunto incrédulo.

PENDEJO /El ángel/Where stories live. Discover now