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Al abrir la puerta, observo al instante un hombre de, más o menos, la edad de mi padre. A su lado está... el chico que ocupaba la silla delante mío en el avión el día del incidente... Creo que debí predecirlo... Mi corazón va a mil por hora...

-Tú debes ser Cora -dijo el hombre con una pequeña sonrisa, a lo que yo solo asiento dando paso para que ellos entren. El hombre pasa seguido por el chico de veintidós años aproximadamente. -¡Carl! -el hombre dice animadamente acercándose a mi padre con los brazos extendidos.

Han pasado un par de horas y me está dando hambre. El hombre llamado Sack continúa conversando con mi padre, solo se detienen para tomarse un trago. Yo simplemente me digno a mirar al chico, aunque no sé su nombre. Mientras sigo viéndolos, se los voy a describir: es un poco menos blanco que yo, tiene cejas bien definidas, es más delgado de lo que me imaginaba, sus ojos son marrón claro, no ha dicho ni una sola palabra, y parece aburrido.

Espero que Sack tome un trago para hablar, pues no es mi intención interrumpir al padre de un asesino que, probablemente, él también sea uno.

-Voy a hacer algo de comer -me levanto del sofá.

Antes de dirigirme a la cocina, tomo un cigarrillo. Lo primero que hago al llegar es tomar un fósforo, lo prendo para luego encender el cigarrillo, lo pongo en mis labios para posteriormente darle calada tras calada. No es por nada, pero estar en la misma habitación con un asesino, tu prometido y un total desconocido al mismo tiempo no es muy divertido o siquiera agradable.

Expulsé el humo por la nariz. Estaba a punto de darle la última calada cuando entra el chico a la cocina. Mi corazón se aceleró.

-Así que Cora -dijo apoyándose en el marco de la puerta. Mis ojos comenzaron a picar. No voy a dejar que me vea llorar o por lo menos lo intentaré. Le di una última calada al cigarrillo y solté el humo sintiendo mis músculos relajarse.

-No sé tu nombre -dije intentando sonar firme, por el contrario, mis piernas temblaban.

-Mi nombre es Set. Así que ¿me casaré contigo? -eso, aunque sus palabras sonaron minimalistas, fue como una bomba: apoyé mis manos en el mesón para no caer.

-Eso supongo -dije acomodándome.

-Mira... yo tampoco quería esto -dijo sonando sincero. -Si fuera por mí, estaría en mi casa viendo algo en la televisión -dijo y eso solo me produjo asco, duele mucho tenerlo enfrente.

-Supongo que no se puede hacer nada al respecto -digo abriendo el refrigerador. -... Tú... ¿Por qué? -no quería que me respondiera.

-¿Por quéue maté a esas ciento cuarenta personas? -estaba acercándose a mí. -Pues..., tenía un arma y estaba un poco estresado, así que...

-¿Por qué no me mataste? -las palabras son amargas.

-No hiciste nada para merecerlo, ¿sabes?... No me gusta los gritos o la agonía -se acercó más- y tú no emitiste ni un sonido -limpió una lágrima que bajando a mi mejilla, ni siquiera sabía que estaba llorando. Bajé la cabeza, su tacto me resulta asqueroso. -Hablemos de nuestro matrimonio -se sentó en el mesón mientras yo sacaba algunas verduras. -¿Quieres una gran ceremonia, vestido, decoraciones... o solo lo civil con un conjunto de ropa decente y un par de amigos? -agarró una manzana que estaba a su lado. Creo que la mayoría de personas no creería que este chico tan energético es un asesino.

-Voy a elegir la segunda elección -agarré un cuchillo para comenzar a picar las verduras... Podría terminar con él... ¡Aghr! No seas estúpida.

-Mejor para todos -le dio otra mordida a la manzana. -¿Quieres una despedida de soltera?

-No tengo muchos amigos para tener una -es verdad, solo tengo una mejor amiga y por ella tengo algunos conocidos con los que salíamos de vez en cuando-, pero quisiera que mi mejor amiga viniera.

Casada con el asesino de mi madreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora