8. Entrenamiento

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Habían pasado tres semanas desde que dejaron Italia, llegaron a Inglaterra, no les fue difícil moverse gracias a los contactos con los que contaba Eduardo.

Las heridas de Dariana aún no sanaban por completo, además de quedarle las marcas de aquello que pasó. Para Eduardo no había sido nada fácil poder entenderlo, le dolía tanto pensar que por su culpa la lastimaron.

El apartamento al que llegaron era en la ciudad de Birmingham, aunque sería algo temporal, 'no tenían claro cuánto tiempo permanecerían ahí', mientras comenzaría a entrenar a Dariana con la ayuda de un par de contactos más.

El piso era amplio, con grandes ventanales eso lo hacía que tuviera una gran iluminación, contaba con una sala de piel en tono blanco, el comedor era de ónix con 2 sillas blancas y 4 en color negro en piel. Todo estaba decorado en armonía, sin ningún cuadro colgado en la pared, la cocineta era pequeña pero bien acondicionada con electrodomésticos. Contaba con dos habitaciones con camas amplias y closets color natural. Todo el lugar estaba alfombrado además de tener calefacción.

Mientras esperaban la llegada de gente de Eduardo, comenzaron a limpiar el piso ya que llevaba un tiempo sin habitarse, entre risas y besos se divirtieron sacudiendo muebles, aspirando alfombras, limpiando la cocina y demás cosas del lugar.

Vivir en Inglaterra no sería complicado ya que ambos hablaban inglés; podrían comunicarse perfectamente con quien fuera. Además, que Eduardo había estado en ese país en un par de ocasiones ahí contaba con el apoyo de personas muy cercanas a él, eso lo hizo pensar que las cosas fluirán mejor.

Una semana después de instalarse en ese país, por fin 'Luciano y Francesca', se reunieron con Eduardo.

—Eduardo, por fin—, Francesca lo saludó y le brindó un cálido abrazo.

—Qué gusto—respondió Eduardo, correspondiendo a Francesca.

—Eduardo, es un gran placer volver a trabajar contigo—mencionó efusivamente Luciano, brindándole otro cariñoso abrazo.

—Lo sé, siento lo mismo de reunirme con ustedes—Eduardo sonrió ampliamente.

—Ella es Dariana—Eduardo se las presentó.

—Hola, un placer—respondió Luciano.

—Hola Dariana—escuchó decir secamente a Francesca.

—Hola—respondió de igual manera Dariana.

— ¿Dime qué tal te has sentido en la ciudad? —, preguntó Francesca, ignorando a Dariana.

Eduardo notó algo de hostilidad por parte de Francesca hacia Dariana, por la que se acercó a Dary, tomándola de la cintura.

—Mi mujer y yo nos sentimos muy cómodos y agradecidos por dejarnos hospedar en su piso.

— ¿Tu mujer? —preguntó Francesca

—Así es—respondió, viéndola con enfado.

—Yo no lo sabía. Bajo la cabeza, la movió negándose a creerlo.

— ¿Han visitado algún lugar? —preguntó Luciano, intentando cambiar ese ambiente que comenzaba a tornarse hostil.

—No nuestra visita no es social, cómo ya saben.

—El apartamento es muy bonito—habló Dariana intentando suavizar ese momento.

—Me alegra que te guste—sonrió secamente Luciano.

—Si me disculpan me siento cansada—se disculpó Dariana.

—Te acompaño a la habitación amor.

LA PROTEGIDA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora