19. Hasta el fin del mundo

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«Después de la semana que permanecieron en España, Eduardo y Dariana, regresaron a la Ciudad de México, para llevar las cenizas de su padre junto a las de su familia, así lo decidió Doña Sofía».

Regresar al cementerio y dejar las cenizas de su padre no fue nada sencillo, sin embargo, se sintió aliviada al dejarlos juntos.

—Yo estaré bien, descansen que algún día nos reuniremos—,Dary limpió su humedecida mirada—. Los amo—pronunció con nostalgia.

Sacó de su bolso una pequeña caja de terciopelo, sus ojos se le llenaron de lágrimas, inhaló profundo.

—No me atreví a abrir el último regalo que me obsequiaste Denisse—mordió sus labios para no desbordarse—, lo mantuve guardado en la valija con la que constantemente me movía de ciudad.

Eduardo la observó sorprendido, había pasado tanto tiempo desde que festejó su último cumpleaños, desde entonces Dariana, cerró para su vida esa celebración.

La joven, cerró los ojos, tomó valor para abrir esa misteriosa cajita... Se trataba de un relicario mariposa azul vintage, en forma de óvalo, al abrirlo se encontró una hermosa fotografía de su familia. Dary sonrió al recordar el día que se la tomaron, fue tan divertido las niñas, como de costumbre pelearon por salir cerquita de su papá; ella como era el alma rebelde prefirió la distancia, solo que fue Denisse, quien la acercó para aparecer juntas con su mamá.

—Los echo de menos—besó su tan preciado tesoro. Sin poder resistirlo Eduardo, la atrapó en sus brazos, le brindó el más tierno de todos los besos, la tomó por las mejillas y pego su frente a la de su chica, no eran necesarias las palabras, con solo mirarse podían saber cuánto se amaban.

Yo cuidaré de ti bonita, yo seré tu familia—externó con la voz enronquecida, por el momento—. No volverás a estar sola nunca—Eduardo pasó el nudo, que sentía, la miró llenándola del amor que emanaba hacia ella. Una pequeña sonrisa enternecida brotó de los labios de Dary. Ese hombre sabía cómo derretirla; el joven, tomó de su mano el relicario y lo colocó sobre su hermoso y delicado cuello.

Caminaron un rato por el parque en silencio.

—Necesito ir a mi casa, Eduardo—. Con esas palabras lo sacó de sus pensamientos.

— ¿Estás segura? —indagó ladeando su rostro para mirarla con detenimiento.

— Si—suspiró nostálgicamente.

—Déjame hablar con el teniente Arnulfo—Eduardo respondió, sacando su móvil.

Después de un par de horas se movieron a la zona sur de la Ciudad de México, al Ajusco para ser exactos.

El teniente llegó al inmueble para entregarles las llaves y hablar brevemente sobre los avances que se tenían después de los últimos interrogatorios y lo que su equipo había investigado, no sin antes externar una amplia sonrisa y abrazar fuertemente a su niña querida.

—Mi hermosa Darianita, aun en estas circunstancias, sabes que me da mucho gusto verte—el teniente se acercó para estrecharla como si de un padre se tratara.

—A mí también me da mucho gusto verlo—Dariana, lo estrechó sintiendose reconfortada, al estar entre sus brazos, como si estuviese entre los brazos de un padre, por lo que cerró sus ojos, sintiendo una calidez en su interior.

Luego de un momento en el que ambos se sintieron vinculados afectivamente Dary tomó las llaves, para abrir su casa, dio un paso sintiendo sus piernas temblar, al observar el jardín en donde fueron acribilladas. Inhaló profundo para entrar, mientras el teniente se quedó con Eduardo hablando:

LA PROTEGIDA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora