Qué pena que no seas la infinitud
El tiempo desgasta hasta el propio tiempo
Que si algo fuese alguien fueras tú
Ojala te siga escuchando en el viento
Siento el aroma de los químicos, escucho el sonido de las máquinas, mas no logro abrir los ojos. ¡Ábranse! Grita mi mente; pero no logro convencerlos. Una parte de mí me dice que no los abra, que voy a sufrir...y mucho. Y vuelvo a soñar.
Mi piel sigue teniendo tu necesidad
Mis manos siguen buscando tu cuerpo
Mi mente no sabe lo que es la paz
Sigo buscando sombra en el desierto
Tengo miedo...mucho miedo. No quiero abrir los ojos. ¡No quiero! Me muevo en la cama, y logro divisar la sombra de alguien. ¿Quién es? Ojos por favor ciérrense, no quiero despertar. Y justo cuando creí que volvía, vuelvo a sentir la pesadez, mi corazón se relaja y me dejo llevar.
Dime, ¿Quién ama de verdad?
Y deja de lado los argumentos
Si no nos queremos ni nosotros
¿Por qué regalar nuestro tormento?
Puedo sentirlo...el dolor. No recuerdo que respirar fuera tan doloroso. Y mis ojos se abren. Me siento tan feliz, tan nostálgica, siento que dejé algo atrás y tengo ganas de llorar. El dolor no me lo permite. Y duermo.
¿Por qué buscamos la mitad?
Si estamos de sobra enteros por dentro
No quieras con el corazón tan roto
Si amarte es exigirte...no te quiero
Me doy la vuelta en la cama y suelto un bostezo. Parpadeo mientras mis ojos se van despertando. Me encuentro sola...en un cuarto...conectada a varias maquinitas raras. Está oscuro. Lloro, lloro...
De repente se hace la luz, observo al doctor que está enfrente de mí. Me mira asombrado, feliz. Se acerca...
— ¿Quihén des ute? — pregunto pero mi boca y mi lengua se rehúsan a pronunciarlas bien.
No responde.
— ¿Qué hado ají? — vuelvo a intentar.
Frunce el ceño y me mira por unos segundos más. Después de pensarlo, decide presentarse y contestar mis preguntas o, mejor dicho, lo que pudo entender de ellas.
— Buenos días, señorita. Soy el Dr. Martínez y estoy a cargo de usted. Tuvo un accidente y estuvo en coma por casi un año. ¿Cómo se siente?
Me duele todo, especialmente la cabeza y las piernas. Mis lágrimas ya se detuvieron y el dolor del pecho se suaviza un poco. ¿Qué rayos fue lo que me pasó? Lo último que recuerdo... es confuso.
— Noh oh sé, pehro nou keo que ben
— Es normal perder el control de la lengua después de tanto tiempo, no se preocupe, por ahora dejaré entrar a sus familiares y luego de unos minutos vendrá otro doctor para hacerte unas preguntas y le expliques de tus dolencias. Si necesitas algo presiona este botón — me dice con una voz dulce y tranquilizadora — me da gusto que haya recuperado la conciencia, Srta. Rodríguez, estoy seguro que te recuperarás rápidamente.
Termina, yo asiento y con una sonrisa se va de la habitación. Pasaron unos segundos y veo entrar por la puerta a mis queridísimos padres. Se acercan rápidamente con un beso. Me abrazan suavemente, como si me fuera a romper con alguno de sus dedos. Pasé casi un año en coma, eso me sorprende, pues no lo parece. Diría que los extrañé muchísimo; pero no fue así, siento como si hubiera cerrado los ojos un segundo y vuelto a abrirlos en un parpadeo. El solo sentirlos tan preocupados me hace sentir culpable. Si me hubiera despertado un poco antes, no los estaría viendo tan preocupados. Las lágrimas vuelven a salir, mientras ellos llenan el vacío que siento en ese momento.
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Predestinados Y No Predestinados
JugendliteraturValeria- Me hubiese gustado nunca haberte hecho daño; pero por más que te amé, no pude separarme de él. Sé que tal vez no entiendas lo que trato de decir, pero de verdad te amé, sí lo hice. Pero, primero lo amé a él y ahora está sufriendo horribleme...