Capítulo 4

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Andrés Wiese como Álvaro.

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Mientras nos dirigíamos a su casa caminando, me di cuenta de la intención que tenía su mano al estar junto a la mía. Trataba de darle un poco de calor a mis manos, cada cierto tiempo llevaba mi mano hacia su boca para calentarla con su aliento y la cubría con las suyas. Al comienzo pensé que estaba jugando con mi mano; pero al pasar los minutos me di cuenta que estaba tratando de compensar el no tener una casaca que ofrecerme para así liberarme de este frío. Todo el camino me la pasé observando esa manera suya de preocuparse por cosas sin importancia, de esa atención que me brindaba. Me cuidaba.

En eso se da cuenta de que lo estoy observando y voltea a verme asustándome por lo que hace un gesto de extrañez con una media sonrisa.

— Ya llegamos — le restó importancia.

Era un gran edificio con varios departamentos pequeños de unos 10 pisos. Al ingresar se sintió muy acogedor y agradecí en mi interior poder sentir el calor cubriéndome eliminando cualquier rastro de aquel frío que sentí.

— Este es — se detuvo frente una puerta con el número 312 — Por favor no hagas mucho ruido al entrar, mi mamá debe estar durmiendo y no quiero despertarla, hablo en serio — entendí su preocupación, pero no era tan dramática ni bulliciosa como para que me lo tenga que decir de esa manera.

— Está bien, seré muda entonces — levantó las cejas en gesto de incredulidad — De verdad, no voy a decir nada — traté de convencerlo.

— Acabas de hablar.

— Touché.

Abrió la puerta e ingresamos. Lo primero que puede percibir fue el rico aroma de panqueques recién hechos. El hambre se hizo presente al instante y la boca se me hacía agua.

— ¿Mamá? — se acercó a lo que creo era la cocina y lo seguí o mejor dicho seguí el delicioso aroma.

— Oh, Álvaro , llegaste temprano, ¿Quieres un poco de mis panqueques? — le dice su mamá.

Una señora muy hermosa con unas cuantas arrugas en el rostro y una cálida vos. Giró un poco el rostro y se percató de mi presencia quitándole la sonrisa y apareciendo cierto asombro en su mirar. Me examinó de pies a cabeza como si no quisiera perderse de ningún detalle. Me quedé como una estatua ante tanta atención, ya quería salir corriendo o ser invisible para que dejara de ser observada. En eso la señora vuelve a sonreír.

— No sabía que venías acompañado con una chica tan linda y que tus modales eran tan malos que aún no me la has presentado — lo rezondró.

— Mamá, ¿Te sientes bien?

— No me cambies de tema, sé un joven educado y preséntamela como debe ser — le dijo toda tranquila lo cual no concordaba con sus palabras.

— Ella es... — dijo de mala gana pero se detuvo al no acordarse de mi nombre. ¿Siquiera se lo dije? — ¡Valeria!

— Mucho gusto conocerla señora — extendí la mano para saludarla y ella correspondió alegremente.

— Sofía, llámame Sofía — sonreímos juntas mientras asentía — Sé que es muy tarde pero ¿te gustaría quedarte a tomar un lonchecito?

— La verdad...

— No mamá, ya nos tenemos que ir y tú tienes que dormir. Será para la próxima — me interrumpió. Como si pudiera darme órdenes.

Y lo más importante... ¿Y mis panqueques?

— No se preocupe, señora Sofía, un aperitivo no le va mal a nadie — lo dije provocando un poco a Álvaro, tenía que sentir cómo se siente el que no cumplan con lo que se promete

Predestinados Y No PredestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora