Capítulo 14

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Nathaly

Salí corriendo, escapando de la triste realidad en la que el chico que me ha gustado por toda la vida se enamora de mi mejor amiga. Sí, los escuché y por esa mismísima razón es que entré para interrumpirlos, claro que no tenía en cuenta de que estaba en ropa interior y que literalmente me lancé al lobo, pero ya no me importaba, de todos modos a él le gusta Valeria y a mí nunca me ha visto como mujer, creo que ni si quiera como amiga. Lo único que me quedaba era sentarme sobre el suelo y ponerme a llorar en silencio para que Vale no me escuche y no se preocupe por mí.

Lo ha sospechado varias veces desde pequeñas cuando recién empezábamos a ser amigas; pero siempre lo negué rotundamente; porque en aquel tiempo estaba sufriendo, estaba sufriendo tanto que pensaba que no merecía ser feliz, pero poco a poco, gracias a Vale, pude cambiar de parecer. Mis padres, aquellas personas de apariencia amigable y risueña, no eran mis verdaderos padres ni los consideraba como unos. Ellos eran las peores personas que había conocido hasta ese entonces. Las sonrisas que podías ver en sus rostros y las dulces caricias dirigidas a mí solo eran una fachada para ocultar su verdadero ser. En realidad ellos eran unas personas despiadadas sin corazón, hambrientos de poder y dinero que se fueron a un orfanato a conseguir una hija bella y sumisa, sin nada ni nadie que les traiga problemas para utilizarla como anzuelo para que los viejos ricos aceptaran convertirse en socios de su empresa; esa niña estúpida e inocente que aceptó ilusionada ser parte de una familia sin pensar que unas personas con tan buen corazón como para adoptar a alguien pudieran convertir su vida en el mismísimo infierno; esa niña con grandes sueños era yo.

Serví como presa de lobos hambrientos en medio de un bosque llenos de árboles tan altos que impedían que alguien se asome y se diera cuenta de cómo era literalmente vendida para que me toquetearan y me acariciaran sin mi consentimiento. Por eso es que pensaba que no tenía derecho a nada hasta que un día glorioso mis malvados padres decidieron llevarme a la casa de la familia Rodríguez para conocerlos mejor; ya que ellos eran sus nuevos socios al volverse mi padre el encargado y dueño de la empresa Increase. Desde ese día, los señores Rodríguez se convirtieron en mis padres y Valeria, mi hermana. Desde que me armé de valor y se lo conté todo, ella me ayudó mucho sin decírselo a nadie y los señores Rodríguez se aseguraron de que me sintiera de la familia, por eso siempre les voy a estar muy agradecida con ellos. Tal vez esa era la razón por la que nunca pude decirle mis sentimientos a Adrián, después de todo Valeria es la persona más buena que he conocido y tampoco está manchada como yo. Por eso me encuentro sentada sobre el suelo de mi cuarto casi desnuda llorando a mares mi romance imposible solo existente en mi mente hasta que me quedé dormida.

Al día siguiente, cuando abrí los ojos estaba completamente fría y con un pequeño resfriado, como sea me levanté aunque aún sea muy temprano y empecé a hacer mi rutina de ejercicios seguido de un buen baño. El tener mucho tiempo de sobra me ayudó a poder hacer algo de manzanilla para mis ojos hinchados y preparar una mascarilla para la piel de mi cara que había estado fruncida por mucho tiempo. Así es, chicos, me cuido. De paso aproveché para pintarme las uñas y más que todo mimarme mientras veía una peli en Netflix. Cuando ya eran las siete de la mañana, puse música y me cambié con uno de esos conjuntos que ya tenía preparado en el closet estando completamente lista por primera vez a tiempo y no a las justas.

Me fui al departamento de Valeria entrando sin tocar como siempre y vi todo el lugar tan impecable que parecía todo nuevo. Normalmente esto le pasa a Vale cuando tiene la necesidad de hacer algo y no encuentra que hacer más que limpiar, eso quiere decir que o está recontra aburrida o que está angustiada por algo. Fui a su cuerto y la vi ahí, dándose unos últimos retoques a su cabello.

— Holi — la saludé sentándome en su sofá.

— Hola — me contestó con una sonrisa sin ganas, de esas veces en las que no quieres hacer nada más que dormir, pero dormiste tanto que ya no puedes continuar haciéndolo.

Predestinados Y No PredestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora