Harry Potter y el Hijo Ignorado de los Tres Grandes

En el Expreso de Hogwarts

Aclaraciones inicio de capítulo:

Buenas aquí les traigo un nuevo capítulo, espero les guste.

Agradezco a todos los que me dejaron un comentario *-*

Hoy voy a actualizar ambas historias con bastantes capítulos hasta dejarla a la par en que están en las otras plataformas. No había vuelto a actualizar porque no vi que fuera muy bien recibido en esta plataforma ya que solo tenía como 1 o 2 lectores. Veremos qué pasa ahora.

En el capítulo pasado se me olvido agregar que los dragones del Caos son una invención mía, estos dragones son más antiguos que los Drakons (bestia de Percy Jackson), los dragones que salen en Percy Jackson para que sea más fácil de diferenciar les llamare Drake; los dragones de Harry Potter mantienen el nombre y son de hecho descendientes de los dragones del Caos solo que por una maldición perdieron la inteligencia y quedaron como meras bestias.

Lo que está entre * es una reflexión que leí por ahí pero no sé quién es el autor, así que los derechos a su autor.

Sin nada más que decirles de momento, disfruten de la lectura.

<strong>El texto en negrita son pensamientos</strong>

<u>El texto en cursiva subrayado es el idioma de poder </u>

<strong<~El texto en negrita con estos símbolos es pársel~</strong>

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En el Expreso de Hogwarts

El 1° de Setiembre Harry y Kimblu se aparecieron directamente en el andén 9 y ¾ por un par de razones, la primera por comodidad, la segunda no quería ver tan pronto a las 2 Weasley sabía que intentarían acercarse y no quería darles la oportunidad, Ronald por otro lado si tenía planeado encontrarlo y aprovechar para desquitarse un poco.

-Gracias Kimblu puedes volver a la casa yo me encargo a partir de aquí, cualquier cosa importante que pase me avisas.

-Si amito Harry, si llega a ocupar ayuda solo debe llamarnos, las paredes de Hogwarts no nos detendrán con tan de ir en su ayuda.

-Gracias Kimblu –sonriendo el niño voy al elfo desaparecer.

Una locomotora de vapor, de color escarlata, esperaba en el andén lleno de gente. Un rótulo decía: «Expreso de Hog­warts, 11 h» Todo era como lo recordaba.

El humo de la locomotora se elevaba sobre las cabezas de la ruidosa multitud, mientras que gatos de todos los colores iban y venían entre las piernas de la gente. Las lechuzas se llamaban unas a otras, con un malhumorado ulular, por en­cima del ruido de las charlas y el movimiento de los pesados baúles.

Pasó al lado del león Longbotton que decía:

—Abuelita, he vuelto a perder mi sapo.

—Oh, Neville —oyó que suspiraba la anciana.

Un muchacho de pelos tiesos estaba rodeado por un grupo.

—Déjanos mirar, Lee, vamos.

El muchacho levantó la tapa de la caja que llevaba en los brazos, y los que lo rodeaban gritaron cuando del interior sa­lió una larga cola peluda.

Eran las 10:50 en cualquier momento llegarían los pelirrojos, debía ir a su vagón y prepararse para el espectáculo.

Harry se abrió paso hasta que encontró un comparti­miento vacío, cerca del final del tren. Primero puso a Ishtar y luego comenzó a empujar el baúl hacia la puerta del vagón. Trató de subirlo por los escalones, pero sólo lo pudo levantar un poco antes de que se cayera golpeándole un pie.