Capítulo 3: ¿Cuál es tu problema?

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Mamá y Will no paraban de mirarse tiernamente y besarse por cada esquina de la casa. “¡Parecen unos adolescentes!” pensé enfadada. Yo no quería ver más escenitas así que estaba encerrada en mi cuarto. Era nuestro primer fin de semana como familia y ya estaba harta.  Había descubierto con horror que el cuarto de Leo estaba pared con pared con el mío cuando llegó de madrugada y puso música demasiado alta. Nuestros padres estaban en la otra punta de la enorme casa y no lo oían pero yo sí. Me levanté dispuesta a pegarle pero cuando llamé a la puerta de su cuarto me abrió una chica. Increíble, ese idiota no tenía el más mínimo respeto. Definitivamente mi vida en esa casa no iba a ser fácil. Ya era casi medio día cuando me atreví a salir a por algo de comer y desafortunadamente me lo encontré en la cocina, iba sin camiseta y tenía un chupetón enorme en el cuello. Le miré asqueada.

-¿Y tu amiga?- pregunté a modo de saludo.

-Se fue hace rato- dijo él riendo.

-Sólo para que lo sepas- le dije cabreada- no sé qué te dejará hacer tu padre pero a mi madre no le haría gracia ver esas cosas y no quiero que se sienta incómoda.

-Nadie la ha visto, deja de joder.

De verdad que estaba cabreada, si no fuese porque sabía que era más fuerte que yo le habría dejado K.O. ahí mismo.

-Nuestros padres han salido a comer, así que cocina algo, tu madre dijo que sabías cocinar- dijo de pronto.

-No voy a hacer nada para ti imbécil.

Él iba a replicar cuando sonó mi móvil y salí de la cocina dejándolo con la palabra en la boca.

-¿Sí?- pregunté, no conocía el número.

-¿May? Soy Yuto.

Me puse colorada de inmediato.

-Paula me dio tu número- siguió él- Me preguntaba si estabas libre hoy, conozco un sitio donde se come bien.

-Ah… ¡Claro! ¿Dónde nos encontramos?

-Puedo ir a buscarte a tu casa- dijo él al otro lado de la línea.

Recordé que el otro día me había acompañado hasta la casa de mi abuela pero ya no vivía allí y la verdad es que no quería decir dónde vivía ahora, independientemente de que Leo me hubiese prohibido contárselo a nadie de clase.

-Nos vemos en el restaurante mejor…-improvisé- tengo que hacer algunas cosas antes.

Él aceptó y quedamos en un restaurante italiano en el centro. Yo estaba bastante emocionada, ¿Esto era una cita? Nunca había tenido ninguna. Al girarme me encontré con la cara del idiota de ojos azules que me miraba cabreado.

-¿Con quién hablabas?

-No es de tu incumbencia- le dije mirándolo con desprecio- quedamos en que cada uno haría su vida, no te metas en mis asuntos.

Le dejé mirándome perplejo y subí a mi habitación a cambiarme. Me sentía bastante bien, le había callado la boca a Leo y tenía una especie de cita con Yuto. Un diez para mí. Sin embargo había un problema que había pasado por alto completamente. Mi ropa. No había nada que pudiese servir para una cita. Toda mi ropa era holgada, cómoda, lo cual venía bien si pasaba el día metida en peleas pero no tanto si pretendía ir a una cita con un chico que posiblemente me gustaba. Conseguí encontrar unos vaqueros un poco más estrechos y una camisa de cuadros roja y negra y me puse las botas militares y la chaqueta de cuero. No era gran cosa pero al menos no parecía un chico. Me solté el pelo y lo alisé como pude y usé por primera vez un poco de maquillaje del que me compró mi madre hacía un par de años. “¿Estas cosas caducan?” pensé preocupada. Cuando me miré al espejo quedé satisfecha. No era como la chica sexy que trajo Leo anoche pero tampoco estaba mal. Bajé las escaleras corriendo y estaba a punto de salir cuando él me detuvo. Se quedó un rato mirándome pensativo.

Estoy enamorada de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora