13. Cartas de clichè

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Carta 5: Confesión

Hola de nuevo, amigo.

     Sé que hoy por fin te armaste de valor para decirme lo que sentías. Y sé perfectamente lo nervioso que parecías conmigo, pero sigo sin comprenderlo del todo. 

     ¿Cómo puede ser posible que yo te intimide cuando hace tiempo ni siquiera nos veíamos a la cara? No lo voy a negar, traté de evitarte a como diera lugar después de tu primera confesión, pues entendí que debía alejarme y dejarte de una buena vez. Por eso es que hoy por hoy no entiendo a qué te refieres con "ponerte nervioso" estando conmigo. No me creo tu osadía para confesarme algo como esto después de tanto tiempo. 

     No solamente ha pasado un año, para mí han pasado mil vidas: conocí a alguien más y me cambió por completo el panorama, sin contar que enterró mi dignidad tres metros bajo tierra. Además de que tú también has cambiado en demasía. ¿Quién puede asegurarme que tienes la misma esencia del chico del que me enamoré? ¿Quién me dice a mí que aún poseo la capacidad de amarte?

     Al principio me sentí realmente alagada por tus disculpas y tus bonitos pensamientos, pero ahora que lo pienso en frío no puedo evitar que el enojo corra por mi ser. Dices que uno de tus peores errores fue dejarme ir, pero eso no lo pensaste cuando te liabas conmigo en tu coche y al día siguiente no me dirigías la palabra, ni cuando hablábamos de una y mil cosas en la madrugada y después dejabas de responder mis mensajes, y menos cuando me besabas como lo hacías y me prometías estar juntos en un futuro.

     Aún me duele pensar que compartí esos momentos contigo, porque como siempre, me hace recordar lo fácil que soy al entregar mis sentimientos y mi capacidad inexistente de retener a nadie entre mis brazos. Tú fuiste uno, el que preludió a mi peor decisión de hoy en día. Quizá fue tu rechazo el que me obligo a aceptar en mi corazón a cualquier persona que me hiciera sentir viva de nuevo. Quizá fui yo quien te condeno con promesas dulces para que a la fecha sufras por haberme perdido.

     Agradeces que te reciba con una sonrisa, pero es lo único que realmente puedo otorgarte. Ni siquiera puedo darte un hombro en el cual apoyarte porque sé que sería demasiado incómodo para ti; más habiéndote dejado en claro que nunca podría volverme a enamorar de ti. Formas parte de mi pasado, uno que es infértil e incapaz de albergar esperanzas nuevas porque ya se secó por completo. No es como el fuego, del cual las cenizas pueden renacer. No, lo mío contigo terminó desde aquel doloroso beso, dentro de tu coche, conmigo rogándote por una mísera explicación con las pupilas. 

     A veces te veo por los pasillos y me pregunto qué sería de nosotros si volviéramos a salir; me es difícil ahora imaginar una vida contigo. Creo que valoro y atesoro mis memorias contigo lo suficiente como para alejarte a tiempo, como para no orillarte a involucrarte con una persona ya desconocida a tus ojos, una que te puede dañar con su indiferencia. 

     Ni aunque me pidas volver a ganarte mi confianza, podrías. ¿No te digo que soy una chica completamente diferente de la que te enganchaste hace tiempo? Ya ni siquiera puedo asegurarte que me conozco a mí misma. 

     Y sí, tal vez fuiste un idiota al dejarme ir, pero yo también lo fui al ponerte demasiadas esperanzas sabiendo que no teníamos futuro. No quiero admitirlo, pero eres uno de los eslabones a los cuales traté de aferrarme para seguir con mi miserable vida, y ahora estoy tratando de cambiar ese patrón. 

     Por último, agradezco que me tuvieras entre tus oraciones. Creo que nunca nadie me había confesado algo tan sincero y puramente hermoso, pero no puedo devolverte el favor, y lo sabes. Dejé de llorarte hace muchas noches y, no solo "pasé la página", sino que la quemé y me obligué a olvidarla, a olvidarte.  

     Espero puedas encontrar a una chica digna de ti, una que esté dispuesta a darlo todo por ayudarte como yo pensé hacerlo algún día; una que sea lo suficientemente buena para ti y que cuide ese corazón tan frágil que cargas en el pecho, ya que, aunque no lo creas, eres más tímido de lo que aparentas. No espero volver a vernos porque ya me dejaste bien claro lo poco que quieres verme de frente y, honestamente, creo que es lo más sano para ambos. Supongo que el quedar como amigos no aplica para todos, menos para nosotros, personas que nos amamos en tiempos y espacios incorrectos. 

     Me despido de ti con un sabor amargo en la boca. Te deseo la mayor de las felicidades y ruego al universo que no vuelvas a encontrarte con alguien como yo, alguien que pueda hacer tu mundo temblar, pero sin que se desmorone hasta dejar de existir. 

  Adiós, amigo.
—G.

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