Carta 7: Escape
Ha tenido que pasar un año para que yo por fin me atreva a hablar sobre ti, sobre el chico que significó una salida para mí, el que me permitió escapar de los recuerdos.
Aún rememoro la primera vez que te vi; pensé que eras la persona más pedante que había visto. Yo estaba ensayando para hacer una exposición y tú simplemente te colaste en mi salón para robarte a uno de mis compañeros, amigo tuyo. De lo primero que me di cuenta fue la arrogancia que exudabas y el cómo parecías exigir un trato diferente porque sencillamente tenías buena cara.
Y no me equivoqué, lamentablemente. O al menos el tiempo que te conocí me sirvió para reafirmarlo.
Desde entonces cada que caminaba por los patios te observaba de lejos. Inconscientemente estabas atrayéndome, con tu forma de ser, con tu forma de moverte, con tu forma de jugar basketball. Deseaba poder estar con alguien como tú, no porque fueras específicamente tú, sino porque simbolizabas la adolescencia misma, rebelde, tosca, y yo solo anhelaba tener algo de normalidad en medio de todas las calamidades en las que me sentía ahogada en ese tiempo.
Aun así, mientras en las capas más profundas de mi mente pensaba eso, en la realidad no me permitía mirarte más tiempo del necesario, pues me sabía tomada y respetaba a mi, en ese entonces, actual pareja, incluso si yo ya sabía que mi relación estuvo cuarteada desde siempre.
Me olvidé de ti lo más que pude, o siquiera lo intenté, pues de vez en cuando no podía evitar mirar de reojo las canchas cuando estaba en la biblioteca hundiéndome en pendientes y remordimientos. Y tampoco podía evitar mirarte cuando ibas a donde tu mejor amigo, el que iba en mi grupo.
La primera vez que hablé contigo me decepcioné. Te mandé un mensaje en un arranque de locura cuando por fin me liberé de mis cadenas pasadas y probé de nuevo el tibio aire de la libertad, pero la conversación que tuvimos no fue nada fructuosa; aburrida sería la palabra para describirla. Hablamos de nada en realidad, me di cuenta que no teníamos ni una pizca en común, y me dije que estaba perdiendo mi tiempo, el tiempo valioso que me había sido concedido después de haber tomado una de las decisiones más cruentas de mi vida.
Pero no desistí, como ya dije, tú significabas una salida, una escapatoria, y yo iba a hacerlo funcionar como siempre hacía con todo. No serías la excepción.
Así fue como yo forcé una relación que desde un principio estaba erguida en varillas invisibles y frágiles, así fue como me encapriché contigo. Supongo que tú también lo viste como un juego, pues aunque me seguías la mayoría de las conversaciones, se notaba a leguas que tampoco buscabas sacarle nada significativo a lo que ambos estábamos construyendo.
La primera vez que salimos fue a una reunión bastante mediocre, en una casa de un conocido tuyo y a la cual solo fui a ahogarme en líquido amargo después de muchos meses de estar sobria y, lo peor, es que ni siquiera me embriagué, solo conviví y fingí junto contigo. Yo fingí que me estaba divirtiendo y tú fingiste que estabas interesado. Nunca sabré que fue lo que te llevó a besarme cuando te tuve a mi lado, mareado y desorientado, ni porqué pasaste un brazo por mis hombros y me atrajiste a ti. Yo no podía estar más feliz, pues alguien por fin me estaba sosteniendo de nuevo, unas manos que no eran las que yo anhelaba —pero las que seguían siendo manos— me estaban acariciando con ternura, una que bien pude haber imaginado por la presencia del alcohol. El tacto ajeno fue gratamente bienvenido, aunque fuera solo un roce.
Después de aquel día dejamos de hablar un tiempo aunque yo seguí tremendamente emocionada por mi nueva conquista, por mi nuevo "acto de rebeldía". Quizá fue porque estábamos a mitad de las vacaciones de Navidad —las cuales parecen estar malditas para mí— o porque quizá encontraste a alguien mejor con quien jugar, pero muy claro me quedó lo que me advertiste desde el principio: no buscabas a nadie.
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El rincón de la biblioteca
De TodoDe textos simples hasta relatos desgarradores, de corazones rotos a sonrisas deslumbrantes. Una recopilación de mis cuentos e historias cortas, los cuales nunca supe a donde pertenecían por lo que los he colocado aquí: en este rinconcito vacío de l...