14. Cartas de clichè

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Carta 6: Despedida

367 días han pasado desde que tuve el valor de enfrentarte. 367 días que no he dejado de intentar sanarme. Nunca creí que tendría que aprender a vivir sin ti. 

     Los primeros días fueron austeros. No puedo decir que me dolió ni que sentí nada más que libertad; pero a la vez la libertad me hizo sentir vacía. Ya no había nada ni nadie por quién llorar, era capaz de ser feliz sin pensármelo dos veces. Las lágrimas no acudieron a mí como pensé que lo harían, ciegamente creí que iba a ahogarme en un pozo de las mismas una vez supiera toda la verdad. Pero no fue así, solo sentí nada. Absolutamente nada.

     Después de esos días en estado vegetativo, las semanas comenzaron a parecer distintas. Justo le di fin al "nosotros" antes de que fuera Año Nuevo y Navidad, fechas sumamente espirituales para mí en el calendario, y lo agradezco, sino no hubiera reescrito mi vida como lo hice. Había olvidado el éxtasis que sentía cuando hacía la cosas que me llenaban de pasión el alma. Me olvidé por completo de quién era, mi mente solo giraba alrededor de ti; tú eras mi mundo, mi salvación. 

     Tomé muchísimas buenas decisiones a principios de año, como por fin entrar a terapia y experimentar aventuras con gente nueva y situaciones ajenas, pero así mismo hubo las cuales me generaron mucho arrepentimiento. Sin saberlo te busqué en todas partes, en un apretón de manos con extraños, en besos húmedos en noches infinitas, y en cada uno de mis escritos. Pero no estuviste, ni nunca volverías a estar. Me encargué de quemar hasta la última gota de resentimiento que me provocabas en mi interior, y sólo me quedó la culpa, la culpa de haberme involucrado contigo.

     Pasaron los meses y mientras me ahogaba en nuevas malas decisiones, terminé irguiéndome poco a poco. No sabía si alguna vez podría volver a intentarlo; parecía que no eras solo tú el que tenía problemas en las relaciones amorosas y en su delicado manejo. Con nadie llegué a sentirme tan segura como en tus brazos, ni tan confiada como a tu lado. Solo eran pensamientos fantasmas, una ilusión muy cruel que manifestaba el pozo de mi mente contrariada. 

     Jamás pensé que me harías tanto daño, no solamente psicológico, sino también corpóreo. Tuve que hacer mil y una dietas para subir de peso, pues mi estadía contigo había terminado de destrozar mi estómago y mi carácter, por lo cual baje lo que nunca había bajado en peso. Ni siquiera en mis más oscuros días. Me corté el pelo y renové mi biblioteca junto con mi corazón. Me transformé en una persona completamente diferente.

     Aún sigo sin poder acercarme a donde trabajas, ni a ningún lugar donde sé que podría encontrarte. He oído cosas sobre ti, pero no me afectan tanto como antes lo hacían. Sigo sin poder imaginar el día en que nos volvamos a ver de frente, sigo sin estar preparada para ello. Tal vez sea una cobarde, sí, tal vez mi espíritu aún tenga fisuras, también, pero lo único que te puedo jurar es que nunca nadie más me va a hundir como lo hiciste tú. 

     Puede que mis demonios aún me controlen, puede que hoy en día aún sienta que no tengo las riendas de mi vida aseguradas, puede que la presión por todo lo que me he obligado a hacer desde que ya no estoy contigo me esté sobrepasando, pero cada día me siento más cerca de la luz, esa que no me otorgabas tú. 

     Nunca me valoraste ni me quisiste de verdad, y ahora lo entiendo, no debí cruzarme en tu camino jamás. Y aun así, estuvimos juntos, compartimos momentos que lamentablemente sé que no podré olvidar. Y aunque todavía me culpe por aguantar en esa relación tóxica, tengo fe en que existe gente mejor que tú allá afuera. Y si no la hay, pondré yo el ejemplo. No necesitas humillar a alguien para alimentar tu ego, ni tampoco necesitas encontrar satisfacción en el dolor de los corazones de otros.

     Espero el día en que yo sea suficiente para mí misma, en donde no busque la respuesta en nadie más, y en donde no necesite de algo ni de nada para ser feliz. Mi única meta hoy es ser, estar, ¡vivir!

     Gracias por todo lo que me enseñaste, gracias por abrirme los ojos a este otro mundo malicioso, gracias por dejarme tocar fondo..., porque si no me hubieras jodido como lo hiciste, no me habría convertido en la mujer que soy ahora. No sé si sea fuerte, no sé si sea inteligente, y mucho menos sé si me atiendo a los estándares de belleza que tú deseabas en ese entonces, pero de lo que sí estoy segura es que soy testaruda y tenaz como un carajo, por lo tanto no me rendiré nunca más. 

     No puedo decirte que te deseo lo mejor, solo que sigas con tu vida y que intentes nunca volverte a cruzar en la mía. Siempre vivirás en mis recuerdos, amor, por más que lo evite. Esa será la única y última promesa que puedo hacerte.

  Hasta nunca.
—G.

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