El silencio se volvió el arma más letal de Arthit. Ya no le dirigía la palabra a su novio y tampoco permitía que Kong respirara su mismo aire. Dormían separados, desayunaban separados y por supuesto también almorzaban y cenaban separados.
Kongpob había intentado hablar con él y solucionar las cosas en varias oportunidades, pero se había convertido en una especie de partícula de polvo para Arthit. El mayor lo ignoraba cruelmente y aunque Kong había intentado retenerlo en alguna ocasión para que no se alejara, no funcionaba. Arthit actuaba como un robot sin voluntad cuando sostenía su brazo rogando que lo escuchara, no forcejeaba ni insultaba, tan solo evitaba mirarlo hasta que Kong se cansaba y decidía dejarlo ir.
Sus ojos estaban siempre hinchados y enrojecidos. Él lloraba con frecuencia, Kong sabía que sí y también sabía que necesitaba de él más que nunca aunque no quisiera admitirlo y por supuesto Kongpob se moría por abrazarlo y decirle que todo estaría bien, que él lo protegería de todo, pero Arthit seguía rechazando su toque y aunque le costaba la vida mantenerse lejos no iba a acercarse a su p' a menos que él se lo pidiera. No quería de ninguna manera seguir presionando, debido a su delicado estado mental.
Kongpob sentía que lo perdía cada día un poco más. Él también sufría y lloraba a menudo al oír el llanto desgarrador de Arthit en la madrugada. Mientras creía que nadie más lo oía, su novio lo acompañaba en silencio con el corazón destrozado desde su posición en el sofá.
Las manos de Kongpob enfriaban y temblaban de solo estar lejos del mayor cuando él pedía a gritos que alguien lo rescatara de ese precipicio por el que caía. Kong sin dudarlo se hubiera arrojado a frenar su caída así tuviera que usar su propio cuerpo como escudo, pero Arthit no le permitía acercarse y Kongpob no soportaba su dolor. En más de una ocasión sus oídos fueron silenciados por la música antes de obligarlos a oír aquel llamado infernal de angustia. Al final tomó una postura egoísta al respecto: si no podía correr y apagar su fuego, entonces prefería no oír sus lamentos.
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Los siguientes días serían los más doloroso de su vida. Kong había intentado soportar la presión con gran empeño pero no había sido posible, no era tan fuerte como imaginó y terminó por recaer en un viejo hábito que no era demasiado saludable pero que tenía que admitir que lo había extrañado con locura, por más que destrozara sus pulmones.
El blanco cigarrillo se apoyó sobre sus labios mientras su cuerpo se recargó en el barandal del pequeño balcón. Una decepcionada expresión se plasmó en su rostro, «Qué poco me costó recaer...» pensó el menor.
Perdido en sus pensamientos no notó que alguien más estaba allí detrás de él y casi se muere del susto cuando una mano tocó su hombro. Kong se giró con brusquedad, creyó que Arthit estaría dormido ya.
—¿Qué mierda haces? —expresó el mayor con su ceño fruncido, juzgándolo muy duro.
—P' lo siento... —se disculpó, recordando lo mucho que Arthit odiaba el tabaco.
—¡Apágalo ahora! —le gritó. —¿No te das cuenta que es perjudicial para el bebé? ¿Quieres que salga igual de tonto que tú?—
—Pero estoy en el balcón... —intentó razonar con él, más no fue posible.
—¿Y eso qué? Tengo el olfato sensible, no soporto el olor a cigarrillo y tengo que convivir contigo... ¡así que no fumes!—
—Esta bien, como tú digas. —lo apagó rápidamente, no quería seguir escuchando sus gritos.
—Entrégame la cajetilla. —tendió su mano a la espera de ella.
—Me desharé de ella yo mismo. —respondió el menor, negándose a cederle el único vicio que mantenía sus nervios a raya.
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Malditas Hormonas
FanfictionArthit está más sensible que nunca, no ha sabido que lo tiene tan angustiado desde hace tiempo y decide ir al médico donde le revelan una terrible verdad. Kong siempre ha sido el novio perfecto pero ésta no era una posibilidad que esperaba y se...